Capsulas de Carreño

Al oído interno de James

Oscar Dominguez, columnistaPor Óscar Domínguez G.

Enviado especial (al televisor) 

No me interesaba el triunfo del Real Madrid del que soy hincha desde que la tierra era cuadrada. Como muchos colombianos, esperaba el ingreso de James Rodríguez al estadio de san Siro para el juego final por la Champions contra el Cholo Simeone, su eterno traje negro y su corte colchonera.

Nos quedamos con la carabina al hombro: el marsellés Zidane (nació el junio 23 para los regalos), entrenador del Real, quiere mucho a James…  pero para jugar parqués, póquer, ver pasar el metro, irse “a” de tapas en la noche madrileña.

También lo quiere, pero en el banco, de jugador número doce, trece, catorce. Le encanta James para que recoja el balón y se lo entregue a algún colega, ese sí vestido de cortos. Goza teniendo 80 millones de euros viendo jugar fútbol desde el ring side de la banca. ¡Qué humor más negro el de Zinedine Yazid Zidane, Zizou!

“Ahora sí va entrar James”, nos dijimos a media que el tiempo se volvía noche en el reloj. Nunca saltó a la llanura. 48 millones de criollos, sin contar los que fueron hechos anoche, nos quedamos mirando pa’l páramo.

Ya en la mañana del sábado, Esteban Chávez, nos había dejado con los crespos hechos: el giro de Italia quedaba en otras extremidades, las de Nivali. Al final de la jornada, el Chavito  sonreía como si hubiera ganado. Gracias, Esteban, por la cátedra de pragmatismo.

Lo sabe cualquier perdedor de primero o de último semestre: el segundo es el primero de los derrotados.  “Ay de los vencidos”, se dice desde la época en que el galo Breno volvió chicuca a los romanos. Lo repitió Simeone en ritmo de tango después de que Juanfran fallara el penalti y Ronaldo convirtiera.

El entrenador del Real no se para en pelos para deshacerse en elogios del zurdo colombiano. Sería mejor que se ahorrara adjetivos y se los cambiara por minutos de juego.

Las ruedas de prensa de los últimos meses han tenido una impajaritable pregunta: ¿Juega James?

La crónica deportiva colombiana titula esas charlas por el lado de James. Que si jugó, que cuántos minutos, cuántas asistencias, cuántos aviones pasaron por encima del estadio mientras estuvo en el gramado.

Les interesa si llegó a mil kilómetros/hora a la concentración, si se le fue la mano en vinillo, joder, en la juerga que ya pasó.

Claro que del ahogado el sombrero: así no haya jugado un segundo, proclamamos para nuestra vanidad que otro colombiano “campeón” mundial de clubes. Sin jugar no es mucha gracia, pero si las penas con pan son menos, la escasez de fútbol se aplaca pensando que el almuerzo de Rodríguez  y su entorno está asegurado hasta la millonésima encarnación.

A James le  sugeriría: resuelto el problema de chequera, que trastee su talento y su zurda a otras parroquias deportivas para que haga lo que saber hacer: darle patadas al balón. De nada, James, me abro del parche. Nos vemos en la centenaria copa suramericana de fútbol donde tendrás todos los minutos del mundo para deleite de los que amamos este deporte.

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