Capsulas de Carreño

El calvario de Marcelo Díaz (La Tercera)

El chileno Marcelo Díaz recordó aquella noche del 6 de noviembre de 2003, cuando su hermano, Gonzalo Díaz, se suicidó. “Así como hace 14 años me tocó sufrir en lo personal con mi familia, hoy sufro por cuestiones del fútbol», dijo en la zona de prensa. Foto tomada de La Tercera / Chile.

*La pena de la primera final perdida por la generación dorada del fútbol chileno se refleja en una sola figura. La de Marcelo Díaz, quien se autodenominó culpable de la derrota.

Por Álvaro Poblete, San Petersburgo
La Tercera / Chile

Es imposible no llorar con él. Es imposible no empatizar cuando le cuesta hilvanar una idea por las lágrimas que debe ir secando cada vez que habla. Es imposible no imaginar el tormento que debe estar viviendo Marcelo Díaz, al verlo perderse por la salida de la zona mixta del Zenit Arena totalmente destruido.

El Chelo asume la responsabilidad de todo y mientras describe sollozante su sentimiento de culpa, las imágenes de la cruel final de la Copa Confederaciones van completando el ambiente.

El que no falla nunca, el que siempre o casi siempre se la pasa al compañero. Al que le dicen motor de este equipo. El más confiable, ayer se equivocó. Y lo hizo en el momento más duro. En una definición quizás irrepetible, en un día histórico para el fútbol de su país. Díaz escondió la cabeza bajo su polera para ocultar por un segundo su dolor, frustración o vergüenza, quizás.

Corrió Gary Medel a levantarlo tras la falla del volante que le costó a Chile el 0-1 contra Alemania en el minuto 20. Fue el primero en llegar a su lado. Le tomó la mano, le golpeó el pecho y lo aplaudió. Le pidió que saliera rápido del hoyo, que todavía quedaba mucho partido. Se le sumaron después Vidal y Aránguiz, mientras que Bravo, tras descargar su enojo, también le gritó un “vamos” a Carepato.

El esfuerzo del Pitbull y los suyos no sirvió. El 21 se fue del partido, de su esencia. Después de su grueso yerro, el jugador del Celta de Vigo perdió cuatro pases en menos de 15 minutos. Imperdonable para él. Una de esas entregas incorrectas casi termina con el segundo tanto germano, pero Goretzka desvió su remate cruzado.

Todo se fue a la basura. Los minutos de dominio, los pasajes con el campeón del mundo encerrado, con Chile tocando su puerta una y otra vez. El error de Díaz fue el más grave y notorio, pero también es cierto que Alexis pifió cuando tenía el arco a su merced, al igual que Aránguiz ante el centro de Isla. ¿Injusta la desventaja? Sí, pero frente a los alemanes no se puede dar ventaja: sean equipo A, B o C. Tengan 20, 25 o 30 años.

Fue imposible resucitar a Marcelo. Después de un descanso en el que debió recibir el afecto de todos, Pizzi optó por no hacer cambios de cara al segundo tramo. Una decisión que debió alterar antes de los 10 minutos del complemento. Mandó a Valencia a la cancha y el que salió fue Díaz, quien caminó hacia el banco para quedarse sepultado ahí.

La cara no se le vio más al volante, hasta el minuto 67, cuando se paró encolerizado junto al resto de la banca, para pedir el uso del VAR en un supuesto penal contra Alexis. Sus compañeros, en tanto, hacían todo para conseguir la igualdad dentro de la cancha. Por buscar un gol que le bajara en algo la amargura al mediocampista. Ese tanto nunca llegó. Alemania se quedó con la Copa y la alegría de un proceso histórico para el balompie criollo se transformó en la pena más profunda.

Isla se desploma tras el pitazo final del serbio Milorad Mazic. Le duele el alma. Medel también está abatido, Vidal no se resigna y así uno a uno los miembros de la generación dorada exteriorizan su terrible sensación. Pizzi se mete rápido a la cancha para poner de pie a sus guerreros. Uno por uno los busca y los abraza.

El único que no asoma es Díaz. No quiere pisar el césped en que vivió la mayor pena futbolística de su carrera. Pero debe unirse a la ceremonia de premiación y lo hace en compañía de Alex Witheley, uno de los preparadores de arqueros, quien literalmente lo arrastra hacia el centro del campo. Pizzi se da cuenta de la escena y rápidamente toma a su pupilo y lo separa del grupo para hablarle no más de 45 segundos. Con la mano empuñada, como símbolo de fuerza, el DT intenta reconstruir a una figura despedazada.

Carepato no quiere saber nada del mundo. Se queda sentado, mientras varios de sus coequipos le transmiten cariño. Hasta de Alemania llega el consuelo, de parte de Kerem Demirbay, su ex compañero del Hamburgo. Díaz escucha, sólo se levanta para ir a buscar la medalla de subcampeón. Sin embargo, todavía le queda una estación del calvario. El pasillo para los campeones, que cumple con dignidad, al final de la fila. Y es ahí, justo antes de recibir la Copa, que Joachim Löw, el técnico de Alemania, interrumpe su caminar para abrazar a Chelo y dedicarle varias palabras, de apoyo seguramente.

El motor de Chile agradece el gesto, pero ya quiere partir. Y lo hace acompañado de Bravo, el capitán, quien le da el último apretón antes de salir del campo. El consuelo para un desconsolado.

Las lágrimas mojan el camino de Marcelo Díaz en la zona mixta. No hay triunfo moral que pueda levantar al que nunca se equivocaba, hasta ayer.
(Fuente: La Tercera/Chile)

 

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