Capsulas de Carreño

¿Réquiem por la calidad? (Luis David Obando)

Luis David ObandoPor Luis David Obando López
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 *El rentado colombiano cada vez adquiere más forma de cementerio de elefantes.
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Rico volver a tener a Fabián Vargas, haber visto de nuevo vestido de verde a Juan Pablo Ángel, pensar en que Mario Alberto Yepes de nuevo figure en las nóminas colombianas… en fin, qué rico el rentado nacional con figuras de renombre. Lo triste, pero real y sin solución por ahora, es que los astros solo puedan brillar en nuestros estadios con la tenue luz del ocaso de sus carreras, aportando más la luminaria de un nombre que por lo menos un asomo de lo que les dio cartel como futbolistas.

No hay que ser melodramáticos: ¿Quién puede negar el valioso aporte de ejemplo que dio Ángel a los juveniles verdolagas hasta que recibió el final desahucio de Osorio? De hecho, soy terco en creer que la alineación de Juan Pablo hubiera contribuido a escribir una historia diferente en la final de Copa Sudamericana ante River el año pasado. Así y todo, volver a la época de los años 70 y 80, cuando contratar figuras “mundialistas” significaba el cénit de cada temporada, está a la vuelta de la esquina, si no es que ya la giró hace rato.

No hay que tener mucha edad para recordar la fiesta cuando llegaban al Nacional los peruanos Cueto y Larrosa, o Malásquez al DIM, o el uruguayo Mazurkiewicz al América, o el argentino Carnevali al Junior; o, para invertir la historia, José Luis Brown con los verdes o Sergio Goycochea con Millonarios antes de que ser figuras con la selección albiceleste hiciera imposible su retorno a estos lares. También ocurrió y así seguirá ocurriendo con los mejores colombianos, lo cual significa en positivo que nuestros futbolistas son de exportación, pero en negativo, que el rentado criollo pierde brillo.

Y todo eso en una torneo de 20 equipos en el cual ni siquiera la mitad ofrece garantías mínimas de calidad futbolera. Cuando nos va bien, en una jornada de diez partidos logramos ver cuatro que llamen la atención, tanto en tribunas como en pantallas. Para ser honestos, es muy de agradecer que haya derechos de televisión que subsidian todo ese andamiaje, porque sin ese dinero de por medio no se puede ni imaginar cómo sería el panorama en cuestión de calidad.

¿O la cosa será al revés? ¿Que el negocio está justo en la tv, y que tener un patrocinador asegurado pone en zona de confort a los directivos y se olvidan de ofrecer calidad por tener el presupuesto con flujo de ingresos garantizado por ese concepto? Ya hace carrera la muy creíble versión de que hay varios equipos de la B que por tener prerrogativas logísticas de la A no les interesa ascender, pues en ese torneo los egresos operativos son menores. Y eso sin hablar de una Liga en la que cuadros armados de afán y con juveniles (nómina barata) llegan mucho más allá que aquellos con plantillas pagadas quincenalmente en decenas de miles de dólares.

De ahí para abajo, esa es la música que se baila. Por eso la Liga nos brinda espectáculos pobres, sin muchas alternativas. A decir verdad, pocos técnicos y jugadores tenemos de verdadero postín. Y en las canchas poco se ven jugadas para el recuerdo, pero sí, y en triste abundancia, los piscineros del área o los tristes espectáculos de jugadores reclamando al árbitro tarjetas amarillas, o en tumultos a su alrededor reclamando airadamente cualquier cosa, o las esperas cada vez más largas para por fin cobrar un tiro libre… ¡que casi siempre se va a cualquier parte menos al fondo de la valla!

 ¿Hasta cuándo? Hasta que haya de nuevo voluntad, porque dinero ya hay. Mientras tanto, seguiremos con atención y buen ánimo el espectáculo que nos brinda nuestro cementerio de ilustres elefantes, al lado de los buenos juveniles que todavía no se han ido pero ya casi se irán.

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