Capsulas de Carreño

Todos somos Nairo. Todos somos James. Por Esteban Jaramillo Osorio.


Por Esteban Jaramillo Osorio

*Son dos portadores de alegrías, que están en boca de todos,  aunque, como dice Kundera, formen parte de la “insoportable levedad del ser”.

“Me voy pero volveré y nunca dudes de mi, novia mía”…Vieja canción. Se fue James del Madrid, dejando mal parada la prensa, especialmente la española, que inventó opciones, negocios y transferencias.

No retrocede, como se afirma, porque busca lo que mas extraña, jugar, para con ello darle un nuevo impulso a su carrera que en el reciente pasado tocó techo. Llega a un vestuario competitivo y exigente, con los mismos anhelos de triunfo de su anterior club, rodeado de estrellas y de egos. Gélidos son sus compañeros y sin intensidad el carnaval en el triunfo. La fiesta es el gol y la cerveza el desahogo y el premio.

No devora, en Munich, el Jet set, ni la noche es  tan  apetitosa.

Sin duda, James es rentable por donde pasa.  Con déficit deportivo o sin él, es figura del mercado. En el fútbol negocio, que hoy gobierna, es arte puro, así sus corrientes adversas pretendan menospreciarle por los características de su acuerdo de salida y la elección de su nuevo equipo.

Me cuesta evitar la conexión entre James y Nairo Quintana. Ambos ídolos, los dos ganadores, como extensiones de nuestros pensamientos, amores y disgustos. Están en boca de todos los que comparten con delirio sus triunfos o se sumergen en profundas decepciones en sus caídas. Estremecen todas sus noticias. De los podios de Nairo a lo que llaman, en critica extrema y apasionada, estéril paso por el Tour, sin valorar su esfuerzo. Los goles de James y las desaceleraciones de su carrera que  sacuden el ánimo de los colombianos.

Cuando Nairo estira el pelotón con pedalazos imponentes, tantos descorchan champaña. Luego, en sus desfallecimientos, le ponen la cruz. Igual con James. Conceptos extremos, que agobian a los ídolos y causan revuelo.

Son dos portadores de alegrías, que están en boca de todos,  aunque, como dice Kundera, formen parte de la “insoportable levedad del ser”. Así es la fama.

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