Capsulas de Carreño

Víctor Campaz (I)

Victor CampazPor Felipe Gómez

De la gloria a la miseria  no existe sino un curioso sueño. Y los sueños, sueños son. Se sube  a la cima de las virtudes y se baja  al infierno de las desgracias como saltando escalas, como subiendo un camino en una montaña escarpada. Se tira la bolita en el casino, rueda frenética y entra en el rojo, sale y entra en el negro, y así hasta que le da por quedarse  alojada en el número que le parece, es una ruleta, la vida es un juego azaroso donde el  vestido que llevamos puesto por coraza se vuelve harapos en cualquier momento, sin compasiones ni misericordiosos reconocimientos,  cuando la derrota y la tragedia impone sus dominios.

 Hoy el club está cumpliendo sesenta años, según el notario  Atlético Nacional fue fundado en Mayo de 1947. Todos los equipos del mundo por estos días cumplen cien, hasta el rojo, el del lado  tiene cien, que es  la edad de mi abuelita, nacida en un cafetal de Fredonia en Mayo de 1913.  El verde en realidad es un club joven, solo tiene sesenta años, porque al DIM, viejo y añejo, le cuentan los años  del Medellín Futbol Club, que tenía por negro y blanco el uniforme, y no el Deportivo Independiente Medellín, que es de otro año y con otros colores. Pero bueno que cuenten con sus cien años,  cien y cinco títulos, y  que sigan participando, ellos verán.  Sin embargo con Nacional ha sido diferente,  pues los historiadores no contaron con el Unión Indulana, ni con el Atlético Municipal, embriones de nuestra pasión, por eso solamente alcanza para sesenta.  Seis fructíferas décadas con gozos y deleites.

 En la puerta del estadio me encuentro  con Eduardo Emilio Vilarete, samario de grata recordación, alto, ya entrado en edad y con  las sienes plateadas por el tiempo, también sexagenario,  sus goles en el setenta y seis fueron suficientes y necesarios para ganar la tercera estrella.  Olmedo  filtraba la pelota entre la defensa contraria y Vilarete solo con un par de zancadas alcanzaba el objetivo, la recogía  y de zurda o de derecha cruzaba al otro palo del portero y gol. También teníamos otra fórmula, Ramón Cesar Bóveda, un punterito derecho veloz que trajimos del Rosario Central, ganaba en velocidad a la defensa, y cuando se le acababa la cancha y llegaba a la raya del fondo, levantaba la cabeza,  atisbaba donde iba ir el centro y allá ponía el balón, en el aire, en la mitad del área y  el samario cuan largo y alto que era, saltaba les ganaba a todos y no fallaba, con la cabeza le metía un fuerte testazoo y  gol.  No fallaba Vilarete y no fallaba Bóveda.  Ídolo, quiero una foto con usted. Claro amigo. La fotografía digital que guardo en mi teléfono, me instala con ese goleador inolvidable. Ahí quedamos los dos, un hincha viejo y un  jugador viejo. En resumen un par de recuerdos  de otro tiempo.

Me concentro en el preliminar del juego contra el  América para apreciar los festejos del cumpleaños. Salen varios invitados,  antiguos ídolos, la Chancha Fernández del setenta y uno, Diego Osorio del 93, Tino Asprilla del 91, Chonto Herrera del 89, Raúl Navarro y René Higuita, Eduardo Retat, y varias estrellas que otrora brillaban y ahora lucen solo recuerdos de sus glorias idas.   Los  ex jugadores se agrupan en el centro del campo y saludan a una tribuna nueva que probablemente en su mayoría no los vio jugar, aplauden  a los aficionados y estos les retribuyen,  vistieron en algún momento esas memorables rayas verdes y blancas, mientras reciben la ovación, por los altavoces anuncian el último en desfilar, pero no sale caminando, llega al centro del campo montado en el carrito donde trasportan los lesionados, va aplaudiendo también y mientras llega al sitio de reunión recibe aplausos como los demás,  se detiene en la bomba central, los encargados de la organización  le ayudan a descender, en la escena aparecen junto a su diminuta y anciana humanidad morena un par de muletas que le soportan su única extremidad.  Le han amputado una pierna, la derecha. Quien es, quien es?  Me responde inmediatamente el locutor del estadio por el alta voz, “ Un fuerte y generoso aplauso para el gran Víctor Campaz”.  Campaz? No puede ser, no lo creo, que le paso a Campaz? Alguien de la tribuna me responde, “parece que está muy enfermo  y tuvieron que cortarle una pierna, además está muy pobre”.

Muchos también se preguntarán quien era el Campaz, no éramos muchos los que sabíamos, ni muchos los que nos dimos el gusto de verlo jugar.  No lo puedo creer, mi ídolo, mi negro, mi negro hermoso, como te robaron la pierna, dónde fue, cuándo fue, quien fue el ladrón que te la quitó, que te  paso, que te pasó mi negro?  Inmediatamente se me aguaron los ojos, se me apretó la garganta y  como pude intenté reconocer esa figura lejana que se extinguía en vida y en recuerdos.

Mayo de 1972, el presidente del club don Hernán Botero Moreno, ha querido contratar a Víctor Campaz, delantero del Independiente Santa Fe, campeón de Colombia, oriundo de Tumaco y que en su paso por el América de Cali, había logrado un subtítulo.  Papá quién es Campaz? El mejor delantero de Colombia. Pero vale un millón de pesos, y esa plata no la tenemos, y si no la consignan en el banco, no lo venden, así son las condiciones. Ni Willington Ortiz, tan famoso y tan pequeñito era tan bueno como el negro Campaz. El Willi, éra de Millonarios, también lo habían traido de Tumaco, vecino de Víctor y de Teófilo Campaz que ya jugaba en Nacional,  todos eran de esa cantera inagotable que tienen los  pueblos olvidados de Colombia y que solo se dan a conocer por tragedias invernales, narcotráfico o por jugadores de fútbol. En este caso Santa Fe y Millonarios se surtían de los tumaqueños, tenían sus observadores en el Pacífico y en Tumaco específicamente. Hasta allá había ido el “Pantalonudo” Jaime Arroyave, un paisa que le servía de veedor al más veces campeón de ese entonces.

Y de esos jugadores que se  traían con cuentos, esperanzas de gloria, una que otra golosina y hasta con espejitos, se surtía el futbol de Colombia y sobre todo el de la capital. De Bogotá los equipos de la capital sacaban  muy poquito jugador, allá nunca han existido canteras; jugadores hay en el Valle, en Nariño, en Antioquia o en la Costa Atlántica, donde abundan los delanteros. De Bogotá no ha salido nadie, políticos que se han robado a Colombia, pero jugadores? Muy pocos, poquitos, Alfonso Cañón, Chiqui Garcia, malo y perverso, Omar Franco, Hernando Piñeros, en fin, con los dedos de la mano y quedan pendientes.

 
A Santa Fe y a Millonarios, los han nutrido de extranjeros, nacionales e internacionales. Se ufanan del viejo Willi, de Tumaco, se ufanan de Alejandro Brand, de Medellín, de la Pontificia Bolivariana, del grupito de mostruos que adornó al DIM 73, a ese lujo de equipo, que solo muy pocos vimos, pero de Bogotá?  Poco.  Mejor que Willington me decía mi papá, y yo le respondía, no puede ser que exista uno mejor que Ortiz. Y si señor, existía, vivía, pero entre el fútbol y la noche, que lo adoraba, porque era del mismo color de su piel, pero como a veces salía la luna,  teníamos que recoger un millón de pesos para verlo en el Atanasio vistiendo la camiseta del Nacional. El presidente abrió una cuenta, en el Banco de Colombia…

(Seguirá…)

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