Capsulas de Carreño

Cuando Mazo le ganó al fotofinish. Por Pablo Arbeláez Restrepo

Juan Pablo Suárez (EPN-Une) un antioqueño que ganó en Ituango, a donde arribó por primera vez la Vuelta a Colombia. Foto cortesía Liga Postobón.

Juan Pablo Suárez (EPN-Une) un antioqueño que ganó en Ituango, a donde arribó por primera vez la Vuelta a Colombia. Foto cortesía Liga Postobón.

 

 

Por Pablo Arbeláez Restrepo
Pablo Arbelaez

Quienes lo querían ver bravo, era sino que le dijeran que lo habían llevado de Ituango a Medellín metido en un bulto de repollos.

 

Eduardo Mazo, siempre se sintió orgulloso de ser hijo de este municipio del Norte antioqueño que este jueves recibió por primera vez la caravana de la Vuelta a Colombia, con victoria para el paisa Juan Pablo Suárez (EPM-Une) en medio de una lluvia de infortunio y el jolgorio propio de quien estrena.


Eduardo, al igual que el reportero gráfico Donaldo Zuluaga (El Colombiano), en las charlas que sostenían en la ronda nacional, se soñaban con que algún día la ronda fuera a parar a la patria chica de ambos. Algo que en el pasado parecía imposible y que este memorable día se hizo realidad.


Y el sueño se cumplió para los dos, quienes se han destacado por ser unos servidores del pedal, así el tiempo los haya alejado de la prueba que los acogió en su seno durante muchos años. Servidores de siempre.


Eduardo, quien tenía una Pony Malta a la mano, como respuesta a cualquier inquietud de carretera, fue durante largo tiempo un colaborador de esos difíciles de repetir como ser humano.


A Eduardo lo cobijaba la inquietud. Era de los que llegaba temprano a la salida de cada etapa y el primero en arribar a la meta, para preparar su estrategia deportiva y comercial. Estaba en todas, parecía poseer el don de la ubicuidad y presto a la colaborarle a quien lo pedía.


En esas rondas de los años 70, cuando había que mandar los rollos de fotografías por medio de avión, Eduardo devolvía en su camioneta, el camino andado en la etapa, para poner el material en manos de un pasajero, con el fin de que al otro día las gráficas se pudieran ver en los periódicos del país. Todo un as de resistencia y pericia frente al volante era este paisano alto, delgado y de pelo cano.


Era un hombre orquesta, que nunca le negó nada a nadie de la familia de la Vuelta. Su temperamento alegre y despierto, recordaba al buen samaritano, el que se necesita en la competencia.


Como trabajador resultaba incansable. Sus jornadas en condición de promotor de Pony Malta eran hasta de 18 horas al día. Amigo de los ciclistas a quienes les tenía sus detalles, así fueran de otros equipos diferentes al suyo.


En la meta contó con la fortuna de ser el acompañante del ganador de turno o del líder, quienes gustosos lo dejaban cumplir con su misión de hacer publicidad, así fuera de la otra marca, en tiempos de extrema rivalidad comercial. Los reporteros gráficos decían jocosamente: “en las fotos, sale más que Mazo”.


Su ingenio llegó a tanto, que alguna vez se puso al lado del grupo en un embalaje cumplido en Envigado, para correr presuroso paralelamente con los ciclistas. Ese día, para sorpresa de muchos y dolor de cabeza de los comisarios de carrera, salió registrado en el fotofinish de la Vuelta. Quería hacer publicidad a como diera lugar. Un genio de la inventiva.


Al ver la fotofinal, a la gente de la ronda no le quedó más remedio que morirse de la risa, pero, claro con el correspondiente llamado de atención en el boletín oficial. La multa era lo de menos. Ya estaba pagada.


Eduardo Mazo, un inolvidable personaje de la Vuelta. De aquellos irremplazables y que dejaron historia, así le tomaran el pelo con el cuento de los repollos de Ituango, a donde por fin llegó la ronda criolla después de 65 años.

 

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