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DIM  en cuadrangulares: Muchas preguntas, ninguna respuesta.

Por María Victoria Zapata B. //
Columnista Cápsulas.

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Desconozco si  en  las horas o días previos al inicio de la fase semifinal de Liga, algún  hincha del Deportivo Independiente Medellín previó o sospechó, así fuera de manera fugaz,   la debacle  anímica, deportiva y táctica de nuestro cuadro rojo en cuadrangulares y la  nueva  frustración en que se iba a convertir el segundo torneo del año para la afición poderosa.

Si bien es cierto el partido ante Nacional en la décimo séptima fecha  del Todos contra todos fue  decepcionante,  no solo por el  pésimo juego del equipo  y el vergonzoso resultado,   2-5,  las tres victorias consecutivas ante Bucaramanga (3-0), Pereira (4-1) y América de Cali (3-0), que  cerraron dicha fase, le permitieron al DIM aligerar un poco la carga emocional de la inesperada goleada.

La clasificación anticipada, con 40 puntos, el liderazgo  tanto en la tabla de posiciones como en la reclasificación, uno de los puntos  invisibles, el récord de 46 goles  anotados en torneos cortos y  un fútbol que se destacaba por  su colectividad,  velocidad y efectividad, sugerían protagonismo  y entusiasmo por parte del Equipo del Pueblo en el difícil grupo A.

Infortunadamente el DIM se desdibujó por completo. Todas sus fortalezas  cayeron como castillo de naipes y el Medellín de juego bonito, fogoso, solidario, atacante, aguerrido y goleador, mutó  a uno apático, displicente, lento, carente de ideas  y  goles. Un Independiente Medellín pasivo, sin alma, sin fútbol, sin líderes y, lo peor, sin sentido de pertenencia ni vergüenza.

 ¿Qué  ocurrió? Es la pregunta que nos formulamos  una y otra vez desde el primer partido-derrota  de cuadrangulares, ante  Atlético Junior, en el estadio Metropolitano de Barranquilla. Los dos compromisos ante Nacional, que de clásicos no tuvieron ni el nombre, así como los dos ante América, no hicieron más que intensificar los interrogantes respecto del indecoroso recorrido del DIM en esta fase semifinal de campeonato.

Lo que  hemos visto en los cinco partidos ya jugados, es un cuerpo técnico confundido, errático y nublado como el que más en la escogencia de nómina titular, en la  lectura de los  partidos y en las sustituciones; una zaga insolvente y que  no  respondió con 3 ni con 4;  un medio campo que se desconectó por completo del ataque, unos delanteros condenados a la orfandad, una suplencia que nunca fue alternativa y un DIM de cuadrangulares  sinónimo de tortura y  decepción.

Sin  embargo hay una circunstancia  aún más inquietante,  y es  el derrumbamiento anímico del DIM en una proporción idéntica  o mayor a la de su desmoronamiento deportivo. No es natural esa displicencia, esa apatía y esa haraganería generalizadas,  justamente en instancias y/o partidos cruciales para el equipo. Con la excepción del “polaco” Francisco Fydriszewski y algún jugador más,  en la escuadra actual desconcierta y ofusca la irresponsable pasividad y el escaso sentido de pertenencia del colectivo rojo.

El agravante es que la situación descrita no es nueva en el  Deportivo Independiente Medellín. Es  el calco de las finales  recientes ante   Deportivo Pereira. Junior  y Santa Fe, en los que estaban en juego el título, el alma del equipo y  el sueño del hincha. En todas ellas, la derrota fue  sentenciada con una pasmosa lentitud, con una insensata indolencia y con una vergonzosa indiferencia por el sentir del creyente poderoso. Ya lo poquito de alegría y  de esperanza que se salvaron del naufragio de aquella indignante final ante Santa Fe, en el primer campeonato del año en curso, se ahogaron en este vergonzoso y frustrante cuadrangular.

Y mientras no haya una política seria en materia de contratación de jugadores, una inversión acorde con las necesidades y requerimientos del equipo y  una mentalidad  dirigencial que jerarquice el equipo y le dé relevancia a sus logros deportivos en la escuadra profesional, el DIM  continuará de fracaso en fracaso, reducirá sus conquistas a la esporádica venta de un canterano al exterior, seguirá incorporando  jugadores genéricos, sin fundamentación ni talento, el sentido de pertenencia y el amor por la camiseta brillarán cada vez más por su ausencia, la lista de entrenadores  con “procesos fallidos” será cada vez más extensa, y los hinchas seguiremos formulando preguntas sin respuestas  y acumulando dolorosas y amargas decepciones.
[María Victoria Zapata B.]

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