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En Santos vs. Peñarol, desmanes
- Updated: 7 agosto, 2021

Sobre el final del partido, segundo gol de ‘Pelé’ para el definitivo 3-0. Nada pueden hacer Gaetano (incurrió en autogol) y el portero Maidana. Archivo Tobías Carvajal Crespo.
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- Sin solución los desmanes en los estadios.. Hace 59 años, escándalo en Brasil.
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Por Tobías Carvajal Crespo.
Columnista Cápsulas – Cali.
Este asunto de los partidos colmados de incidentes, al extremo de atentar contra la vida de otra (s) persona (s) -como ya ha sucedido- y seguir jugando como si todo estuviese normal, es un asunto muy grave que en nuestro medio se ha generalizado, sin aplicar soluciones radicales.
Se volvió de buen recibo que por presión violenta de las enardecidas barras, técnicos, jugadores y hasta directivos -que algunas veces promueven los disturbios que aterrorizan a los árbitros- (en ocasiones ellos también con actitudes provocadoras) el juego continúe, independientemente de cuanto deportivamente sucede dentro del campo, ante el ‘temor judicial’ de la fuerza pública de tomar parte en la reyerta.
Lo vivió hace unas cuantas horas Bogotá, con motivo del partido entre Independiente Santa Fe y Atlético Nacional, que se suponía era el ‘resucitar’ de esta disciplina deportiva en la capital del país, en circunstancias muy similares a la normalidad.
Pero a decir verdad se trata de un procedimiento, de todos los citados anteriormente, de vieja data. En la Copa de Campeones de 1962, hoy Copa Libertadores de América, Santos de Brasil y Peñarol de Uruguay lo ‘institucionalizaron’ sin sonrojarse hasta hoy, ni ellos ni sus descendientes.
El primer partido (ida) en Montevideo, lo ganó el onceno brasileño (sin ‘Pelé’) contra todos los pronósticos por marcador de 2-1 lo cual se constituyó en gran sorpresa, pues el equipo ‘Charrúa’ era el bi-campeón reinante del certamen sur-continental, establecido 2 años antes.
El juego de vuelta, en Santos, comenzó ganándolo Peñarol por acción del ecuatoriano Alberto Spencer, pero el local igualó y se fue en ventaja con anotaciones de Dorval y Mengalvio (llegó a Millonarios 7 años después).
Peñarol, fiel a su condición de equipo grande, con goles de Spencer -segundo personal- y de José Sasia (después de lanzar tierra a los ojos del portero mundialista Gilmar de Santos) pasó a ganar transitoriamente el juego y forzar un tercer enfrentamiento.
El público brasileño que vio la acción antideportiva de Sasia (reconocida públicamente por él algún tiempo después) arremetió violentamente contra el árbitro Carlos Robles de Chile, quien no advirtió de tal falta. Partido suspendido -minuto 7 de la fase final- mientras el silbato era atendido en el camerino del equipo local, víctima de certeros botellazos.
El partido se reanudó en medio de un ambiente más tenebroso que deportivo, pues los jugadores de Santos amenazaron de muerte al árbitro -mientras era auxiliado- en caso de haberse negado a continuar el juego. La mínima intimidación fue negarle una posible seguridad personal hasta salir del país.
Robles, en vista de la presencia de Raúl H. Colombo, presidente de la Conmebol en el estadio, habló con él y le advirtió que reanudaba el compromiso simplemente por evitar una tragedia de mayúsculas proporciones, pero que lo daba por terminado. Quedó conocedor de lo anterior el citado dirigente, no así los jugadores y el público que colmaba el estadio.
En el lapso de esa reanudación ficticia -minuto 7 a 39- (tiempo final) empató Pepe para Santos, que pasó a consagrarse “campeón” de la Copa de Campeones, como ganador en Montevideo y “empate” en Santos para un supuesto global de 5-4.
Ya sin riesgo de perder la vida, Carlos Robles hizo las denuncias respectivas y en reunión especial de la Confederación Suramericana, se determinó jugar un tercer y definitivo partido, que Santos dilató hasta finales del mes de agosto, para poder contar con ‘Pelé’ recién llegado del Mundial Chile-1962, donde poco actuó por lesión.
El partido en el campo neutral de Buenos Aires -Estadio Monumental de River- lo ganó contundentemente Santo por 3-0, con 2 goles precisamente de ‘Pelé’ y un autogol de Caetano en el arco encomendado a Luis Maidana.
Así pues como decían los abuelos a propósitos de ciertas calamidades en antaño: “Esos polvo trajeron -y siguen trayendo- estos lodos…”
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