Por Esteban Jaramillo Osorio.
Columnista.
Mucho de qué hablar y poco que ver.
Drástico ajuste en la programación en Caracol radio, muy parecido al reciente de RCN. Ambos buscan potenciar sus contenidos y refinanciarse en tiempos de crisis.
Se acaba, dicen las fuentes, el embeleco de la fusión con la Cadena 1, un proyecto que sobrevivió con respiración artificial. Fracasò por la incapacidad de hacer atractiva la idea de llevar la radio a la televisión y por las presiones del gobierno para sacarlos del canal.
Duele que muchos periodistas calificados, condecorados y reconocidos, vivan la incertidumbre de la salida o la continuidad.
La radio maquilla su crisis. Caen las cifras de sintonía, el público se hastía de las peroratas superfluas, del partidismo político y de los animadores con groserías
Ya no abundan las transmisiones desde las cabinas de los estadios, donde, en otros tiempos, el ruido se agitaba con vibrantes y emocionantes voces.
Rueda por las redes un supuesto desplome de ESPN, el más poderoso de los medios deportivos, con decenas de canales que cubren la actividad deportiva mundial. No hay, sin embargo, un pronunciamiento oficial que le dé certeza a las versiones.
Se acerca el año de la renovación de los derechos de TV en el futbol nacional, en poder de Win Sports. No hay alternativas distintas en la puja por adquirirlos, a la del actual titular, lo que le da el favoritismo para su renovación.
Se discute si se dobla del valor de la propuesta anual, si se multiplica, si en la operación se incluyen las transmisiones de streaming, si se mantiene la relación de Torneos (Directv), con RCN televisión, socios al 50 % del canal.
Si se condiciona la continuidad a la obligación de mejorar el producto, tan alicaído en la actualidad. Si se fortalece la programación de los canales, para aumentar la visibilidad. Reconocido es que los jóvenes hoy no ven televisión.
También llega el año de la renovación de los derechos de TV para la selección Nacional, después del mundial.
Caracol es el titular actual, privilegio de alto costo, que comparte con RCN Televisión. La anunciada llegada de grandes competidores del exterior, interesados en explotar la imagen del combinado colombiano, se posterga.
Hasta ahora no son la alternativa, aunque oportuno es decir que 40 millones de dólares por cuatro años de transmisiones, son difíciles de recuperar para los operadores de la señal.
También será el año del “Looby” a favor o en contra de Ramón Jesurún, en su afán de cumplir su último período como presidente de la federación.
Conocidos son sus jefes de campaña como también sus enemigos que lo quieren derrocar. Se mueven en círculos jurídicos y deportivos, con repartición de beneficios y cargos, para garantizar votos a favor.
Esteban J.–
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HILO DE DESPEDIDA: QUEDÉ EN EL AIRE
(Pascual Gaviria)
Pascual Gaviria -@rabodeajip
Hilo Despedida Durante 15 años trabajé en Caracol Radio. Inicié en una cabina del Atanasio con estridencia festiva del Rock and Gol. Se cumplía un sueño de comentar un partido desde las peceras radiales que miraba fascinado durante los partidos de la adolescencia.
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Luego, de manera inesperada, pasé a La Luciérnaga por la generosidad de Héctor Rincón y la confianza de Hernán Peláez. Oí las primeras horas de ese programa titilante siendo estudiante de derecho, en unas extrañas reuniones familiares para los tiempos de hoy:
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Cinco o seis personas oyendo radio en compañía en medio de la oscuridad. Han pasado 35 años, ahora “consumimos contenido” en la soledad de los audífonos.
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Llegar a La Luciérnaga fue una gran alegría, comencé con pavor, enfrentando las noticias y el bullying inevitable de los humoristas. Con algo de irresponsabilidad, sin pensar en los ecos de la audiencia, ensayando una voz propia que había ido construyendo en la prensa escrita.
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La radio de todos los días tiene un ritmo que se adquiere como los fondistas, con el entrenamiento como obsesión, buscando que el esfuerzo quede bien escondido, que el ritmo sea la naturalidad.
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Estuve 10 años en La Luciérnaga, bajo la dirección de Peláez, Gustavo y Gabriel, y gocé cada día en cabina, digamos que incluso los festivos, para mentir un poco.
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No siempre es fácil hacer humor en medio de las noticias, los límites son difusos en el ejercicio de la caricatura política diaria, y muchas veces las tragedias obligan a un tono que puede parecer fingido o condescendiente.
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La Luciérnaga fue una manera extrema y divertida para aprender de radio. Desde esos días pensé que ese ejercicio de opinar, contar, conversar, preguntar y discutir todos los días, se parece algo al reto del bateador que se para en la caja frente al picher:
cada lanzamiento es una incógnita, un lance que en ocasiones sale bien y en ocasiones… “swing y abanica”.
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Creo haber aprendido algo clave, se debe conservar siempre la tensión, nunca perder de vista que hay una exigencia de sensatez, de respeto, de rigor y claridad. Que la mano empuñada en la base del micrófono, con algo de nerviosismo, de recordar que hay un compromiso y un riesgo.
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Luego, cansado de 10 años de horario vespertino, comencé a trabajar en la mañana con Vanessa. Me invitó a su nuevo espacio cuando ya tenía cierta fatiga luciérnaguera y me fui sin pensarlo mucho, con la necesidad de renovar un poco.
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“Ya ha entrevistado mucho a los personajes de mentiras, ya era hora de hablar con los de verdad”, dijo Juan Machado, libretista de La Luciérnaga, para explicar mejor que yo las necesidades del cambio.
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Durante 5 años compartí con Vanessa, Carolina y Julián las mañanas de 10 AM en un programa con viajes y reportería además de cabina. Cubrimos momentos claves, recorrimos más de 10 departamentos, tuvimos grandes personajes y compartimos noticias con periodistas en varias capitales.
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Fue también un ejercicio de disenso muchas veces, por visiones distintas en política, por formaciones y recorridos distintos en el periodismo y por énfasis contrarios en cuanto a algunos temas, pero siempre hubo momento para la risa y la amistad.
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El miércoles pasado fue mi último programa en Caracol Radio, me enteré ese mismo miércoles en la noche por medio de una llamada. Ya no sería necesario levantarme para el programa del jueves. Quedé en el aire.
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No puedo decir que no fue doloroso y sorpresivo, un cambio inesperado que corta nuestras rutinas, nuestro trabajo, las relaciones con mucha gente y algunas certezas siempre será fuerte.
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Sin embargo, tengo que agradecer a Caracol por quince años en los que ni una sola vez recibí una insinuación para decir o dejar de decir algo, ni un reproche por alguna opinión, tuve siempre la tranquilidad de hacerme cargo de cada una de mis palabras.
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Un abrazo para mis compañeros y amigos en Caracol, dejados en cada programa y en muchos espacios más allá de la cabina, y un saludo de agradecimiento para los oyentes, de quienes recibimos en partes iguales, afecto e inquina. Gajes del oficio.