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Una derrota más en el clásico: ¿Valdrá la pena el sacrificio? (mvz)
- Actualizado: 23 febrero, 2020
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Por María Victoria Zapata B.
Columnista Cápsulas.
*Nunca será fácil digerir la derrota ante el rival de plaza, y la del Deportivo Independiente Medellín en el clásico 303, que se jugó ayer, no fue la excepción.
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Tampoco hay disculpa para este nuevo revés en el campeonato, el tercero en seis jornadas. Y también el tercer descalabro consecutivo en clásicos. El 2-5 y el 1-4 del campeonato inmediatamente anterior siguen vivos y lacerantes en la memoria del hincha rojo.
Ni siquiera la nómina suplente con la que el DIM encaró el juego anoche excusa esta derrota, que duele y preocupa demasiado.
Ni la inmediatez e importancia del partido de vuelta en Copa Libertadores, ante Atlético Tucumán en territorio argentino, el martes próximo, y la defensa cerrada de una ventaja mínima para el Equipo del Pueblo, sirven de paliativo a un fútbol rojo que anoche reafirmó las certezas de los errores cometidos con los últimos refuerzos, de la cortedad de la nómina y su liviandad en algunos sectores y de la cercanía, cada vez mayor, con el fracasos repetidos de los últimos años.
No fue esa nómina inicial conformada por jugadores cuyo fútbol no les alcanza ni para ser suplentes a algunos de ellos, la que nos golpeó con saña. Fue ver ese equipo acéfalo, desordenado, con protuberantes grietas defensivas y sin definición. Ese nuevo experimento rojo que está a punto de explotar y dejar a su paso otra estela de frustraciones y desengaños.
Ayer, el DIM fue vencido por un Atlético Nacional que lo superó de principio a fin. En este doloroso 1-3 lo poco rescatable se observó en el ascenso en el nivel de juego del arquero Andrés Mosquera Marmolejo, en la mejoría de Javier Reina y en el despliegue técnico del juvenil Juan David Mosquera. No cuentan las opciones de Castro y Laurito. Cuentan los goles de Diego Braghieri y Jefferson Duque (dos), en los minutos 23, 45+2 y 56, y cuenta, igualmente, un fútbol que, no obstante sus deficiencias defensivas, tuvo su núcleo en la gestión de Jarlan Barrera, Jefferson Duque y Vladimir Hernández y, fundamentalmente, en la efectividad de sus jugadores, en contraposición con tres goles en contra – pudieron ser más- que le pasaron cuenta de cobro a la pasividad de la zaga roja, a la prolongada incapacidad del ayer capitán, Hernán Pertuz, a la orfandad de Javier Reina en mitad de campo, a la carencia de definición que se extendió también a los atacantes Leonardo Castro y Federico Laurito y, sobre todo, a la cortedad de una nómina que no tiene ni onceno titular completo ni una suplencia confiable.
Con un equipo en contravía de las necesidades del compromiso, el DIM rifó el decoro y orgullo que hacen de los clásicos unos partidos especiales y diferentes y los perdió…por tercera vez consecutiva. Poco importaron las humillantes presentaciones de los dos que le antecedieron ni tampoco el acompañamiento de la hinchada roja ayer en la tribuna. Saltó al gramado del Atanasio Girardot con una nómina que, muchos hinchas temíamos, no iba a dar la medida ante el cuadro verde. Y no la dio. Solo aguantó 23 minutos. El primer gol nacionalista desnudó todas sus dificultades, deficiencias y limitaciones.
Mucho que ganar y mucho que perder
En aras, del incentivo económico que otorgaría un buen resultado ante Atlético Tucumán y la consecuente clasificación a la fase de grupos en Copa Libertadores, el técnico Aldo Bobadilla sacrificó los ingredientes emocionales de un clásico, más tres puntos que valen oro, en ese atípico campeonato colombiano 2.020. Una apuesta comprensible solo hasta cierto punto.
Una apuesta en la que se sumarían varios llamativos juegos internacionales pero también en la que habrá mucho que perder, en caso de no cumplirse el objetivo. Porque en medio del fracaso, se agudizaría una crisis de credibilidad que tiene asiento en la sede administrativa del DIM desde temporadas atrás, el grave problema de nómina que quedó temporalmente oculto por el bonito espectáculo brindado por el DIM en los ya casi lejanos triunfos ante Patriotas, Águilas Doradas y Deportivo Táchira, en el primer juego de Copa, y el posible deterioro de la imagen del orientador rojo en virtud de su aceptación tácita del desmantelamiento del equipo, de la contratación de unos refuerzos que no dieron la talla y de la realización de una serie de experimentos tan inútiles como nocivos para Independiente Medellín, en materia de resultados.
Lo más preocupante de todo es que el DIM viene de más a menos. Dos victorias (Patriotas y Águilas Doradas) un empate (Deportes Tolima) y tres derrotas (Junior, América y Nacional), un fútbol que cada vez se desdibuja más y la décimo cuarta posición en la tabla son indicios bastante inquietantes.
Teniendo en cuenta que había tanto por ganar y tanto por perder, ¿Por qué no se equilibró la balanza con la nómina que enfrentaría a Nacional en el clásico 303? ¿Por qué no se jugó con un equipo mixto?
¿Por qué la dirigencia roja no solicitó el aplazamiento del partido?
Si la prioridad del DIM en Copa Libertadores es netamente económica, ¿valdrán la pena el sacrificio y los ensayos? El martes tendremos la respuesta.
Quiera Dios que el DIM retome su rumbo, que encuentre el camino del fútbol y los goles, que deje atrás esta seguidilla de deplorables presentaciones y paupérrimos resultados, que no ahorre una gota de sudor ante Atlético Tucumán y que deje el alma en la gramilla del Monumental José Fierro.
La expectativa, toda, se centra en el juego del próximo martes.
El descontento y el dolor están por ahora represados…
Por ello, cierro mi columna con una frase del periodista Juan Felipe Cadavid, que materializa el sentimiento e impotencia del hincha poderoso y la inquietante realidad del DIM:
“La presión para el DIM no era hoy, la pospuso para el martes… La goleada de hoy no tendrá repercusiones si clasifica en Argentina, de lo contrario activará la memoria del hincha”
[María Victoria Zapata B.]
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