Capsulas de Carreño

Aimar volvió con la magia intacta (Roberto Perfumo)

Roberto PerfumoPor Roberto Perfumo,
ole.com.ar

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*Parecía venir de ganar la final del Mundo. Sintió ahogo, nervios, emoción descomunal.
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Son los milagros que regala el fútbol a los que tuvimos la suerte de hacerlo profesión. Son pocos quienes no volvieron más para jugar (ejemplos, Di Stéfano y Sorin). Pero muchos sí, tras largas o cortas excursiones.

Desde los años 40 (época de Pedernera-Moreno), se van futbolistas al exterior. Pero vuelven, como el Bocha Maschio, Ernesto Grillo (en los 60); Maradona (Newell’s, Boca). Más acá, Riquelme (2007). Hace un par de años, Heinze, Scocco, Bernardi. Y en la actualidad, Pablo Aimar. Lo prioritario: no jugar mal. Lo máximo: ser campeón. como en el Ñuls de Martino.

Después de bancarte el puñal de la nostalgia y tocar el fondo de la soledad en el vestuario o en la vida diaria, volvés a vivir, a jugar y te sentís indestructible. “Pero la juntó con la pala la guita”; “son famosos”, dirán quienes no sufrieron falta de afectos. O lo más absurdo: “No trabajan”. A mí, ni la guita ni la fama me sacaron la nostalgia. No se puede mezclar con lo afectivo definitivamente.

Aimar entró a la cancha (después de su sacrificada recuperación física) y sintió (no pensó) que la pelota no se la sacaba nadie; tiró y metió un caño a quien lo creía falto de fútbol. En un rato metió 16 buenos pases. Parecía venir de ganar la final del Mundo. Sintió ahogo, nervios, emoción descomunal, corazón reventando en cada latido por el amor de la gente y un pensamiento corporal (cuerpo y mente juntos): pienso y hago a la vez, tengo en mente tres jugadas, por las dudas falle alguna. Además, estaban sus hijos que no conocían lo que fue aquí papá Pablo.

En el homenaje de River y Cruzeiro a Sorin y a mí, Juampi llevó a su hija de 6 años. “Nunca me vio en la cancha; quería que pasara por esta experiencia que no olvidará”, me contó. Yo, cuando vine de Brasil (1975), después de cuatro años de trato fenomenal, no me tocó jugar en mi club (Racing) sino en River, pero regresé a mi fútbol, mi barrio, mis afectos, mis cosas. Recuerdo el viaje en tren con Pedro González para ir a la pretemporada. Pedro volvía de Perú y coincidimos en el mismo entusiasmo: “¿Cómo no salen campeones con el equipo que tienen?”

Tanta fe teníamos que Mostaza Merlo se quería ir porque habían traído a Raimondo. Y yo lo apreté: “Quedate que vamos a ser campeones”. Y lo fuimos ese año. Debutamos contra Estudiantes (0-0) y nos sentíamos seguros, como Aimar anteayer. Porque quienes regresan, contagian. Tienen mucho para dar.

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