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!Ajá!, el hombre de las anécdotas
- Actualizado: 12 agosto, 2024
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Luto. En Los Ángeles, falleció el locutor Alfredo Palacios Rivera.
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Fue todo un personaje en Cali a través de la radio.
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Estudió Economía y Mercadeo en la Universidad del Valle. Y se inventó una revista, de amplia circulación, ‘Canta la Juventud’.
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Voz comercial en transmisiones desde el Pascual Guerrero, lo que hacían, entre otros Alberto Iragorri por Radio Pacífico y Jaime Olaya Teherán.
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POR WILLIAMS VIERA desde USA.
Columnista Cápsulas.
La radio se encuentra de luto desde el pasado miércoles 7 de agosto. Y desde que se difundió, por las ondas hertzianas, las mismas que tanto amó y que lo dieron a conocer como uno de sus hijos predilectos, se dijo que el locutor Alfredo Palacios Rivera había descansado en la paz del Señor en Los Ángeles, California.
En este punto, ¡Ajá!, hay que decir que él aprendió la profesión de locutor oyendo a los mejores y por ello, a nadie debe causarle extrañeza, que él, Alfredo Palacios Rivera, debe estar allá arriba, junto a sus colegas en la denominada Radio Celestial organizando, tal vez, un programa similar como ‘El Clásico de los clásicos’ o participando con su voz, leyendo los comerciales, en la transmisión de un partido de fútbol o de algún otro deporte o en la presentación de algún grupo de salsa o entrevistando a Héctor Lavoe y diciéndole que interprete ‘El Cantante’, considerada una de las mejores canciones de salsa de todos los tiempos.
Los oyentes, los de antes y, en una de esas, los de ahora, lo recuerdan por las anécdotas que contaba luego de sus charlas con personajes de la farándula, de los deportes o con uno u otro político que deseaba que su voz, ¡cuando no, Ajá!, fuese escuchada en periodo electoral.
Y para no hacer largo el cuento, en una ocasión, durante el programa de ‘Mirador en el Aire’, en la época en que José Pardo Llada estuvo con su programa, en Caracol, en la frecuencia de Radio Reloj, contó que “el negro Palacios Rivera en un concurso que realizó en Radio El Sol de Todelar, cuando quedaba en el barrio Santa Rosa de Cali, en la parte de atrás del hotel Aristi, en su espacio de salsa, ‘Clásico de los clásicos’, para recordar la marca de un fabricante que hacía ataúdes. Entonces, para llamar la atención de sus oyentes, anunció que ‘la persona que acierte en el nombre de una canción que ya empieza a sonar, va a recibir de premio un funeral’…”.
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¿Invocar a la muerte?
La tal canción era de “Richie Ray y Bobby Cruz llamada ‘Comején’ y la gente no se atrevió a llamar por no invocar a la muerte”, según reveló tiempo después el propio Palacios Rivera con una carcajada mientras lo escuchaba Héctor Molina, ‘Molinita’, quien había sido operador de sonido y programador en los espacios radiales que realizaba.
Entonces, Palacios Rivera aprovechó para dar a conocer algo muy peculiar y como era su costumbre con respecto a alguna curiosidad.
“Pardo Llada tenía una mala costumbre. Nadie sabía que, durante los comerciales del programa, agarraba alguna taza de café que hubiese dentro de la cabina y en ella escupía gargajos. Y nos decía que era ‘para aclarar la garganta’…”, dijo Palacios Rivera. “La señora del aseo cada vez que pasaba a recoger aquella vasija se iba renegando por la acción de mala educación del periodista”.
Alfredo Palacios Rivera fue todo un personaje en Cali a través de la radio. Por eso, la consideraba que era “un mundo maravilloso, lleno de situaciones inesperadas. Eso es lo que hace que trabajar en ella sea tan divertido. No puedo ser malagradecido con la radio. Ella me dio para vivir y para llevar el pan a la casa de mis siete hijos”.
El momento del billete
Muchos años después contó que antes de trabajar en Todelar, un día, en un programa que hacía Fernando Franco García, el narrador deportivo, pidió que una persona llevase un billete a Radio El Sol, pero tenía que ser su impresión de 1936 con motivo de la fundación de Bogotá.
“Me aparecí en la emisora, con el billete en la mano, y él, Fernando Franco, se quitó las gafas y las limpió con el pañuelo mientras me miraba. No había premio de ninguna naturaleza, pero la recompensa fue un disco rayado, de esos que ponían en la emisora durante el día y la noche”, contó Palacios Rivera con la emoción de un principiante.
Y desde ese momento, aquel joven, estudiante en el colegio San Luis Gonzaga, residente en el barrio General Santander y asiduo visitante a la galería El Porvenir a comer caldo de pajarilla (es una de las vísceras de la vaca), empezó a girar alrededor de la radio que ofrece un mundo de comunicación silenciosa entre el locutor y el oyente, quien bebe cada palabra que sale de aquella voz a través del receptor porque le marca los minutos de la vida, el periódico, las horas, el libro que lee y los días.
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Vamos a la ‘Viejoteca’
Ahora que Alfredo Palacios Rivera es historia, sus contemporáneos recuerdan que realizó estudios profesionales de Economía y Mercadeo en la Universidad del Valle. Y que él se inventó una revista, de amplia circulación, ‘Canta la Juventud’, en la que traía en sus páginas interiores las letras de las canciones de los artistas de moda o de los clásicos de la salsa.
“Nos dijo un día que aquella publicación era para que la gente sintiera lo que es la música”, nos contó William Alberto Benítez Suárez, quien nos envió una foto compuesta por varias carátulas de la susodicha revista.
Nadie supo si la idea de aquel impreso fue primero o fue después de organizar la ‘Viejoteca’ en donde llegaban las personas de la tercera edad a recordar aquel tiempo en que salían a bailar o cuando iban a escuchar música o a charlar de fútbol, en la época en que todo era decencia e imprevisto sin la comercialización de esta época en que el jugador no es el que decide su futuro al ser un simple integrante de la esclavitud moderna en la que están implicados empresarios y directivos.
En este espacio de recordación, nadie olvida, al menos en Cali, las jornadas radiales que realizó con el patrocinio de Jonás Cardona, propietario del ‘Rancho de Jonás’, con las que logró hacer campañas cívicas como aquella de ayudemos a ‘los viejitos de San Miguel’ y en ellas decía, “soy el único autorizado para matar la tristeza”.
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En el fútbol…
Hubo un tiempo en que se dijo que Alfredo Palacios Rivera fue un adelantado a su época y muchos jóvenes después, lo tenían como referente por aquello de la lectura de los comerciales durante las transmisiones, desde el estadio, que hacían, entre otros, Alberto Iragorri por Radio Pacifico y Jaime Olaya Teherán.
“En aquel entonces, la radio era muy familiar, tan parroquial que muchos de nosotros la utilizábamos de una manera muy personal. Nos atrevíamos a saludar a la novia o pedíamos el almuerzo a través del micrófono”, contó en una ocasión Palacios Rivera, quien llegó a participar en época reciente, en el programa ‘Salsa con Estilo’ en la W Radio y trajo a colación el día de la entrevista al cantante Héctor Lavoe junto a los locutores Edgar Hernán Arce y Alfredo Cajiao Cañizales.
Pero en la línea de tiempo de esta historia, la gente mayor todavía recuerda, en plena transmisión de un clásico Cali-América o de un América-Medellín o de un Cali-Nacional, al personaje referido, quien falleció el pasado 7 de agosto en territorio estadounidense.
Él, antes de despedirse de la transmisión futbolística, puntualizaba: “Hasta aquí les habló Alfredo Palacios Rivera, su locutor y amigo. Y por favor Rosita, téngame lista la comida que ya salgo para allá” o cuando estaba, en pleno programa ‘Clásicos de los clásicos’, antes de que sus oyentes escucharan el último disco al aire, se atrevía a expresar, “don Miguel, mándeme seis tintos a la emisora. La señora que los hace se encuentra enferma”.
Palacios Rivera, además de sus anécdotas, se recordará por los Premios Cristo Rey, por el Museo Planeta Salsa y, obviamente, por ser cofundador de la Asociación de Anunciadores Profesionales de la Salsa (Aprodesal) en la que participaron Edgar Hernán Arce, Raúl Palomino Copete, Benhur Lozada y por supuesto, Alfredo ‘El diablo’ Cajiao quienes se reían de la época en que Licimaco Paz se apareció en las emisoras con sus discos traídos desde Nueva York y con ellos, puso, inicialmente, a bailar a los caleños y luego al resto del país a 45 revoluciones por minuto un disco de 33 con lo que hizo que naciera para el mundo el baile estilo caleño.
Entonces, digamos para terminar, como lo expresaba Alfredo Palacios Rivera, en el estadio o cuando anunciaba la lotería, “les habló el gordo de la suerte” y ahora que emprendió el camino hacia el otro mundo, las personas que lo conocimos, nos llevó a reflexionar sobre su vida y, lógico, sobre nuestra vida. La muerte, así lo hubiese dicho, es una dimensión de la vida y por ello es un acontecimiento esencial en la aventura que afrontamos en el día a día.
Por eso, “les informo, les digo, estoy muerto”, diría ‘Alpari’. Entonces, todos hemos expresado, paz en su tumba, fortaleza a su familia y amigos, pero mientras siga en el recuerdo, él, Palacios Rivera, no morirá con la bendición de Dios que lo guiará en su camino al cielo en donde se encontrará con algunos de sus colegas para tener el descanso eterno o por lo menos, se reirá de este escrito o simplemente dirá, ¡Ajá!.