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Al oído de Zuluaga. Por Luis David Obando López.
- Updated: 9 octubre, 2025

Carlos Mario Zuluaga, pereirano, abogado, 58 años, presidente de Dimayor. Foto tomada del portal de Teleantioquia.
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Por Luis David Obando López.
Columnista Cápsulas.

* El fútbol colombiano denota un claro perfil autodestructivo. ¿Quién lo enderezará?
El dirigente Carlos Mario Zuluaga, herencia del club que otrora fuera La Equidad (hoy esa marca pertenece a otra empresa, que ha perdido el rumbo futbolístico), hizo fila durante años hasta llegar a la presidencia de la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor).
El abogado pereirano de 58 años llegó en marzo pisando duro, si a eso se le llama la directriz de que solo los capitanes pueden tener interlocución directa con los árbitros, so pena de tarjeta amarilla, y la norma de los ocho segundos para el despeje de los porteros. Buena intención, pero casi nula aplicación. Si ese es el indicador, se lo están pasando por la faja.
Con un innegable perfil gerencial, no se ha movido mal en las movedizas arenas políticas que trae consigo el cargo que ostenta. De ser oposición al establecimiento durante más de un lustro, desde la cabeza ha sabido navegar más o menos con viento en popa. La pregunta es si esto únicamente le da para mantenerse en el cargo, o le alcanzará para liderar el indispensable golpe de timón que requiere el fútbol profesional colombiano.
Por ahora, ha pasado de agache (o más bien con ganas de carameleo) la iniciativa de reducir el número de equipos de la Liga por lo menos a 18 (si me preguntan -que no lo harán- me iría por 16). La propuesta se hizo con buena anestesia: aplicaría solamente a partir de 2027.
Pero ni así. Aunque indispensable y urgente en aras de la calidad, la decisión se dejó para noviembre próximo. Anhelo que se haga realidad, pero sabiendo las aguas que nos mojan, harto que lo dudo.
Lograrlo ha de ser cuestión de fe. Como también lo será la reconfiguración del reparto de los derechos de televisión entre los clubes miembros. Esa paridad actual tampoco lo es tanto, porque pone en igual rasero a los afiliados que juegan en la Liga y el Torneo, y eso independiente de sus rendimientos en uno u otro campeonato. Los obvios beneficios para los de la B los ancla allí por cómoda y mercantil decisión propia.
Por lo mismo, tanto en el número de equipos en Liga como en la distribución de derechos (máxima fuente de financiación), las decisiones son empinada cuesta arriba. Y todo porque el fútbol colombiano denota un claro perfil autodestructivo: el atentado autoinfligido contra la calidad deportiva y el espectáculo es diario, y la vocación de enmienda, nula.
Es justo reconocer las buenas intenciones de Zuluaga y quienes le apoyan, pero sabemos que de las mismas está pavimentado el camino al infierno. Estoy preparado para el aplauso si se avanza. Por lo pronto, me daré por bien servido si logra incidir sobre técnicos y jugadores para dejar las payasadas y dedicarse a jugar fútbol. Para eso les pagan. Por eso pagamos. Lo de los árbitros lo dejamos para próxima ocasión.
Así sea.




Gilberto Maldonado Bonilla
12 octubre, 2025 at 7:10 pm
NO ES LA CANTIDAD DE EQUIPOS.
Al momento de cuestionar la calidad del fútbol en este país aparece la cantidad de equipos como la causa prima de la mediocridad que nos corresponde soportar.
Será que reduciendo la cantidad de equipos podremos ver un fútbol medianamente mejor? Lo dudo. El problema es la mentalidad conformista que prevalecerá independiente de la cantidad de equipos del futbol profesional colombiano.
Es difícil que los directivos del fútbol profesional se arriesguen a jugar a la reducción de equipos. La razón primera de la inclusión de más equipos es la necesidad de más partidos y, por tanto, más participación en la torta de los derechos de televisión.
La hipotética reducción de equipos en el futbol profesional no pasaría de ser un maquillaje, un intento por «mejorar» el defectuoso producto que es el fútbol profesional.
Entonces, los directivos deberían explorar otras alternativas, empezando por el modelo del torneo. ¿Qué tal adoptar el modelo europeo de un torneo anual? Dirán que se perdería el logo distintivo del suspenso y del drama distintivo del fútbol profesional.
¿Qué tal el ascenso y descenso directos? El famoso promedio es el colchón de la mediocridad de los llamados «equipos grandes». Estos son asimilables a camaleones.
La copa debería ser un torneo de reservas esencialmente con un límite de edad, un torneo juvenil. Facilitaría la renovación constante de la mano de obra no solo en lo cuantitativo sino, también, en lo cualitativo. Se acabaría con el indeseable «reciclaje».
El sionismo futbolístico por sí mismo no soluciona la crisis cualitativa del fútbol profesional. Queda por considerar el cómo atacar la mentalidad conformista.
Gilberto Maldonado Bonilla.
Hincha de Atlético Nacional
Medellín.