Capsulas de Carreño

Américo Tesorieri: arquero, ídolo y poeta

 

Por John Cardona Arteaga.
Profesor Universidad de Antioquia.
Expresidente DIM.

 

En la literatura del fútbol es creciente el interés de diversos autores por darle relevancia a este deporte, interpretando la identidad y pertenencia que emerge de esta actividad en consonancia con su carácter popular. Las novelas, cuentos, biografías, relatos y poemas han aumentado el acervo literario, retratando situaciones reales o creando escenarios y personajes imaginarios que han abierto una línea fértil en el contexto de las letras sobre el fútbol.

En la Revista Diners, número 435, de junio de 2006, en un artículo titulado “Los escritores y el fútbol” se seleccionan los pensamientos de destacados autores sobre esta materia. De ellos tomamos tres opiniones de iluminados pensadores que dan brillo a este deporte:

Milán Kundera:” El fútbol es un pensamiento que se juega, y más con la cabeza que con el pie”.

Antonio Gramsci:” El fútbol es el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.

Edgar Morín: “No veo el fútbol como una forma de alienación moderna, lo siento más bien como una poesía colectiva”.

(https://revistadiners.com.co/cultura/55241_los-escritores-futbol/)

Son muchos los escritores que hablan de fútbol, pero escasos los futbolistas que hablan de literatura. Por ello es llamativo el caso que hoy nos convoca.

Cabe también observar que en la literatura del fútbol el arquero es sujeto de interés por parte de diversos autores, y algunos de ellos han sido protagonistas del arco. Albert Camus y Mario Benedetti han resaltado en sus escritos su participación como cuidapalos.

Reconocidos poetas han dedicado sus versos a la exaltación de las virtudes y proezas de sus ídolos encargados de custodiar el arco de su club amado.

 

Gardel acompañando a Platko

El poeta Rafael Alberti, amigo de Carlos Gardel y más tarde exiliado político en Argentina con motivo de la guerra civil española, escribió la Oda a Platko, destacando las proezas del guardameta húngaro Franz Platko del Barcelona FC, con motivo de los encuentros por la Copa en 1928 entre el Barcelona y la Real Sociedad. El 20 de mayo de 1928 se celebró uno de tres partidos en Santander. Alberti estaba en la tribuna en compañía de Gardel.

He aquí un extracto de la obra de Alberti:

“Nadie se olvida, Platko,
No, nadie, nadie, nadie
Oso rubio de Hungría
Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte
Ni la lluvia, Ni el viento que era el que más
Regía.
Ni el mar ni el viento, Platko
Rubio Platko de sangre, guardameta en el polvo,
Pararrayos.!…”
https://hoy.com.do/la-oda-a-platko-exaltacion-del-poeta-rafael-alberti-a-un-futbolista/

Sobre esta contienda y en respuesta a los versos de Alberti, el poeta vasco Gabriel Celaya escribió su Contraoda del poeta de la Real Sociedad argumentando causas diferentes para el triunfo de los catalanes.

Con estos versos defendió a su equipo y respondió a Alberti:

“Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizás más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.”

https://footballcitizens.com/oda-a-platko-de-rafael-alberti/

 

En 1931 el gran poeta de Orihuela, Miguel Hernández, el mismo de las tres heridas: “la del amor,
la de la muerte, la de la vida”, escribe la Elegía al guardameta, bajo la influencia de Rafael Alberti con su poema de 1928 dedicado a Platko e iluminado por su gusto y simpatía por el fútbol. Hernández era, bajo el nombre de Barbacha, extremo derecho del equipo popular “La Repartidora” de su ciudad natal. Trascribimos un extracto de la obra:

Elegía, al guardameta

Miguel Hernández

                                                     A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela

“Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?
En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.
Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.
Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.
Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.”

 

Luis García Montero en su texto MIGUEL HERNÁNDEZ Y LA ELEGÍA AL PORTERO QUE NO SE FUE comenta sobre el poema de Hernández.

“La Elegía al guardameta es un buen ejemplo de escapada imaginativa. A través de metáforas y quiebros, cuenta la muerte de Lolo, portero del Orihuela, que por culpa de un desgraciado accidente, un golpe malo en el poste después de una estirada, pasó de defender su portería a competir con San Pedro en las puertas del cielo. Cosas de poetas, porque la verdad es que Manuel Soler, Lolo, no murió de ese golpe. Es cierto que su cabeza se abrió igual que una granada para imitar al sexo femenino. Pero el asunto se arregló con unos puntos de sutura y una venda…
En las alineaciones de la lírica futbolera, nadie podrá cubrir nunca el hueco dejado por Lolo. Su ausencia permitirá que lleguen a la red todos los balones. No hay remedio ninguno. Pero en las crónicas de la realidad, por fortuna, ocurrió otra cosa. La fotografía no inmortalizó el adiós a la vida, sino el prólogo a una lesión modesta. El golpe en la cabeza no fue para tanto y San Pedro no perdió su titularidad en las puertas del cielo. ¡Cosas del Barbacha, que no corría con los pies, pero contraatacaba con la imaginación!”

https://revistalibero.com/blogs/contenidos/75-anos-sin-el-barbacha-miguel-hernandez

Nos corresponde ahora abordar la historia de un personaje que, además de sus inmensas virtudes como arquero, llena los espacios de la sorpresa por su vocación y orientación hacia la poesía. Se trata de Américo Miguel Tesorieri, también conocido como “Mérico” o como “La Gloria”.

Américo Tesorieri

Este guardameta flaco y desgarbado (63 kilos y 1.71 de estatura), nacido el 18 de marzo de 1899 en la calle Brandsen de Buenos Aires, fue uno de los grandes ídolos de Boca Juniors en la era del fútbol amateur. Su nombre original fue Américo Miguel Tesoriero, la tribuna lo reconoció como Tesoriere y la costumbre fonética lo definió por siempre como Tesorieri. Con el equipo de la Ribera atajó entre 1916 y 1927 (excepto 1921 cuando jugó para el Club Atlético Colegiales).

Conquistó muchos títulos con Boca e hizo parte, con muy buen desempeño según las crónicas de la época, de la gira de su Club por Europa en 1925. Además, fue portero de la selección argentina en los Sudamericanos desde 1920 a 1925. De su paso por la selección se recuerda su gran actuación en el Sudamericano de 1924 en Montevideo cuando Argentina logró un 0-0 frente a Uruguay que fue considerado como una hazaña por parte de Tesorieri, alzado en hombros por sus oponentes. Al final los campeones fueron los uruguayos.

Fue figura amada por la hinchada xeneize que le acuñó este cántico murguero: “Tenemos un arquero, que es una maravilla; ataja los penales sentado en una silla”.

Tras su retiro tempranero en 1927, Tesorieri ocupó varios cargos en Boca hasta 1953. En los últimos años se dedica a su familia y a sus escritos. En su poema Ocaso reflexiona sobre las dificultades y sentimientos de un deportista cuando se aleja de las canchas:

“Las canchas me hacen penar
Porque ya no puedo jugar
Entonces, mi bien, ¿a qué ir?
¿Recuerdas a un muñeco de gris?
Todos los aplausos eran para ti,
Los golpes, los denuestos, para mí.
Escuchemos, querida, por radio el partido,
Está fría la tarde
Y más frío el olvido.”

(Tomado de HISTORIA DE BOCA JUNIORS de Horacio Rosatti, pág. 122)

A su vez, la figura y la historia deportiva de Tesorieri concitó el interés de varios escritores reconocidos que encontraron en su desempeño la oportunidad para relatar sus condiciones como gran guardavallas y como persona adelantada en aspectos culturales.

El escritor Ernesto Sábato fue un reconocido seguidor del fútbol y, según se dice, hasta alcanzó a jugar en las divisiones inferiores de Estudiantes de la Plata, club que lo tiene como uno de sus hinchas más sobresalientes. Cuando llegó a la Plata a culminar sus estudios intermedios, automáticamente quedó aferrado a la divisa del pincharratas.

La fama de Tesorieri trascendió al tango y la literatura. Sábato le dedica sus líneas en el tema de su autoría Al Buenos Aires que se fue , con música de Julio De Caro.

“Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires
hacen sentir más la soledad
busco un suburbio en el crepúsculo, y entonces,
a través de un brumoso territorio de medio siglo
enriquecido y devastado por el amor y el desengaño,
miro hacia aquel niño que fui en otro tiempo.

Melancólicamente me recuerdo
sintiendo las primeras gotas de una lluvia
en la tierra reseca de mis calles sobre los techos de zinc.
«Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva»,
hasta que los pájaros cantaban y corríamos descalzos,
a largar los barquitos de papel.

Tiempos de las cintas de Tom Mix y de las figuritas de colores,
de Tesorieri, Mutis y Bidoglio,*
tiempo de las calesitas a caballo,
de los manises calientes en las tardes invernales,
de la locomotora chiquita y su silbato…”

*Todos jugadores de Boca hacia 1924

Se puede escuchar la voz de Sábato en la lectura completa de su relato con fondo musical.

(https://www.youtube.com/watch?v=bOLkRCSAdog)

También en la obra de Sábato, Sobre héroes y tumbas, en varios de sus diálogos, un fiel hincha de Boca Juniors recita de memoria las alineaciones de su equipo en sus primeros años de competición en la era amateur, hasta llegar al primer campeonato de los xeneizes en 1919. El seguidor refiere a su interlocutor con insistencia la figura del portero Américo Tesorieri.

“…Sí. ¿Y? Chichín se encogió de hombros. Vo sabé cómo son esa cosa. Irse lejos, el sur frío y nítido, pensaba Martín mirando el retrato de Gardel en frac, sonriendo con la sonrisa medio de costado de muchacho pierna, pero capaz de gauchadas, y la escarapela azul y blanca sobre la Masseratti de Fangio, muchachas desnudas rodeadas por Leguísamo y Américo Tesorieri, de gorra, apoyado contra el arco, al amigo Chichín con aprecio y muchas fotos de Boca con la palabra ¡CAMPEONES!

… Y aunque Racin otuvo el capionato, lo seneise, que ya perfilábamo el temple salimo cuarto. En el 18 ocupamo el tercer puesto y en el 19 trinfamo. ¡Eh Chichín! Decí cómo formó el equipo que ganó la copa, a lo que el otro respondió, después de permanecer un momento en suspenso, con los ojos cerrados y la cabeza levantada hacia el techo. Ortega, Busso, Tesorieri, López, Canaveri, Cortella, Elli, Bozzo, Calomino, Miranda y Martín, volviendo en seguida a su tarea, mientras Tito comentaba esato. ¡Qué equipo, pibe! El gran Tesorieri. Nunca hubo ni volverá a haber eh, un arquero como Américo Tesorieri…”

Y por algo se da la insistencia de Sábato. Quizás lo hizo para rendir un homenaje a su colega Tesorieri, el poeta, pues también en esas lides se desenvolvía con aplomo el cancerbero.

Varias décadas después de las hazañas de Tesorieri, hazañas Osvaldo Soriano, el gran escritor sobre el fútbol, hincha declarado de San Lorenzo de Almagro, reflexiona en “Las memorias del Míster Peregrino Fernández”, incluidas en su libro Arqueros, ilusionistas y goleadores, sobre las gestas y la claridad conceptual y poética de Tesorieri.

Peregrino Fernández era un director técnico, personaje literario ideado por Soriano, quien también se vestía de cortos. Soriano, jugador imaginario, encontró a Peregrino en uno de sus múltiples cambios de equipo. Su origen era desconocido. “Le decíamos el Míster porque venía de lejos y decía haber jugado y dirigido en Cali, ciudad colombiana que en aquel pueblo de la Patagonia sonaba tan misteriosa y sugerente como Estrasburgo o Estambul”. Peregrino podía hablar, a partir del fútbol, sobre los acontecimientos más relevantes de la vida política y futbolera de Argentina y del mundo en compañía de personajes como Perón, Stalin o Mussolini. De un momento a otro el Míster desaparece, algunos dicen que tuvo que refugiarse en la selva o en la cordillera. Finalmente, al parecer recluido en un geriátrico de París, cuenta sus sabias anécdotas vertidas en sus Reflexiones. La última de ellas titulada “Algunas lecciones” está dedicada a Américo Tesorieri.

“… Aunque te parezca mentira mi primer gran tutor fue un arquero. Un tipo como yo, que nació para el gol, me hice de la mano del que fue el mejor arquero que tuvo Boca en aquellos tiempos: Américo Tesorieri. Te hablo de cuando yo era muy pibe, allá por el veintipico. Nadie escapa de su infancia. A mí me quedan imágenes difusas y una foto que llevo en la cabeza: Tesorieri, flaquísimo, alto, desgarbado, de pie bajo el arco.

Quiero decir, el arco de él, a su espalda, para que yo entienda cómo se siente el guardavalla en los momentos de incendio. Es como estar delante de una vidriera y tratar de impedir que los forajidos lo rompan a hondazos. Al comprender el mundo del arquero supe dónde estaba su fragilidad. Y en qué momentos podía ser invencible. Sabía explicarse, Tesorieri; me ponía una mano en el hombro y hablaba bajo, con tono de poesía escolar. Fijate: me acaban de mandar una narración suya del veinticuatro, el año en que atajaba en Boca y en la Selección; si alguna vez tu hijo te dice que quiere ser arquero léesela.

Habla Américo Tesorieri: «Yo no he aprendido de nadie; cuanto realizo en el arco es experiencia, estudio, cálculos, horas perdidas en trazar croquis de jugadas frente a la valla, de medir mis medios físicos, de pesarlos y comprobarlos, tras de lo que adquiría una enseñanza para la suma de conocimientos que exige la defensa del goal. En mi trabajo de guardavalla no se admira la elegancia ni esos rasgos genuinos que vienen a ser como el clasicismo del juego en dicho puesto».”

Y no podía faltar el aporte de su familia. Su hijo Eduardo es el autor del libro AMÉRICO, EL POETA DEL ARCO, en el cual cuenta su vida con énfasis en su orientación por la poesía.

Así reza la invitación para el sábado 27 de abril de 2019 al lanzamiento del libro: “El Museo Benito Quinquela Martín invita a la presentación del libro “Américo, el poeta del arco”, en homenaje a la figura de Américo Tesoriere, histórico arquero del Club Boca Juniors y aficionado a la poesía.
Conformarán una mesa de diálogo Eduardo Tesoriere, hijo del deportista, Guillermo Alio, artista de La Boca, y Víctor Fernández, director del MBQM”

La siguiente es una muestra de las habilidades literarias de Américo:

Poema para “Yonedick”, de Américo Tesorieri

Eran los días del sexto grado de «Argagno»,
desasnado por un austero e inolvidable maestro,
Don Ignacio Ares de Parga,
castellano señor anclado en la Vuelta de Rocha,
y derecho cual poste de arco de futbol.

Era un muchacho saquito gris de cambrona,
quien, con el «Mochuelo» se iba de rabona
camino de la Isla Demarchi, río por medio,
donde había dos canchas: la de Boca y la de River;
un par de cuadras separaban la agria realidad.
Marchaban, peregrinos alucinados, hacia dos
(catedrales -en realidad dos desnudas casillas de madera-
y como pobres mendicantes pedían una gracia:
que les prestaran por unos minutos una vieja pelota
convertida en nueva y hermosa por ojos de infancia.
De la una los echaban como perros apestados,
en la otra los recibían como ángeles traviesos.
¿Para qué recordar ahora el nombre de aquéllos?
Pero el tuyo «Yonedick», bohemio generoso, (tolerante),
insider magistral y canchero del River de 1911,
vive enternecido en la nostalgia de los años (transcurridos)
Igual que ayer te vemos de zuecos, con la cortadora,
de perfil al gran río con botes pesqueros de vela latina,
cortando la gramilla de la cancha de tus hazañas y en tu
graciosa jerga anglo-criolla dar la bienvenida y la pelota
a dos raboneros que no olvidan tu nombre ya olvidado.
Era el de John Diggs, para nosotros
y por siempre, «Yonedick».

https://norte-monterrey.vlex.com.mx/vid/futbol-poema-narrativo-yonedick-78326812

 

Entrevista en Caras y Caretas

La inspiración de Américo Tesorieri en el arco complementaba sus reflexiones de su vida diaria, sus amigos y el sentimiento posterior a su vida como jugador. Su reconocimiento como figura histórica de Boca Juniors y de la Selección de Argentina en materia futbolera es complementada por su capacidad para entender el mundo a través de la poesía. La literatura ha rendido su tributo a este personaje que se sale del molde del común de los jugadores de fútbol.

Para nosotros resulta estimulante destacar a deportistas que están en un lugar superior, desde el punto de vista de la promoción de la cultura popular, por medios literarios, pictóricos o musicales. Casos como el de Tesorieri deberían analizarse en los colectivos de formación de jugadores como un ejemplo a seguir en el campo cultural, involucrando temas como la música y la literatura portadores del crecimiento humano y social.

[John Cardona Arteaga – Profesor Universidad de Antioquia – Expresidente DIM]

Medellín, enero de 2020


 

Compartir:

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *