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Andrés Felipe Montoya tuvo el fondo suficiente para ganarle al mundo. Por Pablo Arbeláez.
- Actualizado: 22 agosto, 2015

Andrés Felipe Montoya cumplió con su hazaña de terminar el trazado de 1.200 kilometros, entre Paris-Brest-Paris. Foto cortesía.
Durante 88 horas y 52 minutos, Andrés Felipe Montoya vivió la experiencia más intensa de su existencia.
A lo largo de 1.242 kilómetros, lo único que pasó por su cabeza fue darle gracias a Dios, a su familia, a los seres queridos y a la vida misma.
Fueron más de tres días de dar y dar pedal entre París-Brest-París, con jornadas hasta de 455 kilómetros, para lograr la meta que ningún colombiano había logrado hasta ahora: terminar.
Lo que vio en la carretera durante casi 90 horas, se convierte en un testimonio casi que inenarrable, de miles de hazañas, esas que están inscritas explícita e implícitamente en la 18ª edición de la París-Brest-París Randonneur 2015 Route.
Andrés Felipe, quien llevaba los colores de Tienda Incycling-Medellín, no para de narrar desde París, lo que fue esta experiencia cumplida la semana pasada y que se celebra cada cuatro años.
“En la prueba tomaron parte cerca de 6.500 corredores del mundo. Participan hasta señoras de más de 65 años de edad e incluso hay discapacitados que muestran su valentía en el trazado”, destaca quien estuviera marcado con el dorsal R008 y que tomara parte en la categoría de novatos.
El mayor impacto para él, fue ver la actuación de un discapacitado estadounidense de origen cubano, quien a pesar de la falta de los dos brazos se las ingenió para adaptar su bicicleta y realizar los cambios de marcha con el mentón, apoyado en un sofisticado sistema electrónico.
Durante las 53 horas de pedaleo que afrontó –las demás fueron para dormir y comer-, el antioqueño tuvo un promedio de recorrido de 23 kilómetros por hora. El récord en esta ocasión fue de un participante que pedaleó 43 horas sin parar, y por supuesto, sin dormir.
“Algunos de los corredores se quedan dormidos sobre la bicicleta. Es como si la inercia los llevara. Es impresionante como quedan extendidos al borde de la vía; exhaustos de dar pedal”, destaca Montoya, quien casi al final del camino descubrió a otro antioqueño que iba con la delegación de Dinamarca.
Montoya, en medio de ese largo itinerario de emociones, recuerda con cariño y ya casi que con nostalgia, el recibimiento del público en Brest, con sus voces de apoyo “allez, allez Colombie” y la emocionante llegada como colofón al velódromo Nacional de Saint Quentin, en las afueras de la ciudad luz.
“Volveré dentro de cuatro años y haré parte de un equipo de colombianos. Esto es muy duro, pero vale la pena vivirse de nuevo”, opina Andrés Felipe, quien ya sabe lo que es pedalear de noche totalmente a oscuras, de perderse en el camino por varios kilómetros, y la fortuna de sufrir apenas un solo pinchazo en más de tres días de dar y dar pedal.
Andrés Felipe Montoya, con su fuerza mental y ganas, tuvo el fondo suficiente para ganarse él mismo… y al mundo.