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Andrés Iniesta. Por Alexis García Vega
- Actualizado: 2 mayo, 2018
Por Alexis García Vega
*Los ídolos no son de los hinchas de los equipos donde juegan, estas figuras son universales.
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La nostalgia que produce la salida de un jugador insignia del equipo con el que se hizo grande, deja una sensación de vacío, de orfandad en quienes nos emocionamos con lo sutil del fútbol, a los que saboreamos las delikatesen que producen unos pies educados para el arte.
Andrés Iniesta fue un hombre acostumbrado a dar un toque de distinción y de subir el currículum a cada balón que tocó.
“ No juego para ganar Balones de Oro, juego para ser feliz”, decía el crack cuando la gente le preguntaba porque un jugador tan sensacional no lo ganaba, como si estuviera en sus manos la decisión, cuando está estaba en sus pies y sus ideas, pero principalmente en el gusto de otros.
Si bien no fue elegido el mejor, tenía asegurado el de ser el más talentoso, con la escasez que hay, o el más elegante con lo sobrevalorada que esta se encuentra o el más sutil, el más fino manejador de pelota, por el estatus que le daba al juego, cuando se ve jugar al fútbol como lo hace Andrés este deporte parece sublime.
Casi que nos obliga a ver el juego con traje de gala como si fuéramos para una exposición de arte.
Nunca necesitó de la estridencia o de actuar para llamar la atención, era un chico normal haciendo algo maravillosamente anormal, nunca fue amigo de la euforia desmedida, ni de la tristeza que genera pesar, su rostro impávido rebosante de serenidad, daba la sensación de que siempre tenía todo bajo control, como hacía siempre con el balón en sus pies.
El juego como fenómeno estético se ve representado en un jugador Español, pequeño, medio enclenque, desentejado pero con un manual de juego y espectáculo en cada toque.
Era silencioso, pero con paredes y toques sucesivos entablaba relaciones permanentes con sus compañeros, hace del balón el mejor generador de amistades en un campo de juego y esa relación la contagiaba a todos lo que vemos la redonda como un elemento generador de relaciones.
Andrés será recordado porque escribió su historia con un balón pegado a sus guayos y con la cancha como un lienzo que recorría cada semana con pies de seda intentando no rasgarlo.
El Barsa acostumbrado a parir a varios de los más grandes talentos del fútbol mundial, despide a un señor de las canchas, en todo el sentido de la palabra. Nos quedaremos huérfanos de un estilo que siempre nos inspiraba un elogio.
Hasta siempre Iniesta.
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