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Antioquia, a marcar la pauta (Luis David Obando López)
- Actualizado: 15 agosto, 2015
Por Luis David Obando
* Vivir del pasado es languidecer sin esperanza de renuevo.
Que todo tiempo pasado fue mejor, decían y algunos todavía repiten, y tras la frase se esconde un dejo de desesperanza. Para mi gusto, y sin dejar de lado el placer evocador de la nostalgia, eso de manejar con el ojo en el retrovisor es bastante peligroso si se trata es de marchar hacia adelante. En ese orden de ideas, el pasado sirve para aprender tanto de aciertos como de errores, y de ahí en adelante construir algo nuevo que constituye no el futuro sino el presente de cada día.
Y es la hora de aprender pues se requiere un timonazo, dado que en materia de fútbol (como en tantas otras) el presente es lánguido en el país. Superado el desborde de emoción por la gesta colombiana en el Mundial de Brasil, el aterrizaje de barriga ocurrió en la Copa América de Chile y se repite casi con cada encuentro del rentado colombiano: parece que se hubiese perdido el alma, y que ésta deambulara en pena a la espera del descanso, entendido como el retorno a la vida plena.
Primero, la foto del día: partidos en los que el balón quema, los jugadores van de aquí para allá obedeciendo un “orden táctico” pero prácticamente sin destino a la red, como ordenan los cánones. Más patrañas y mal teatro que técnica, y estrategias inventadas para la pizarra y no para el deporte en tanto que juego. Bostezos, jartera, mirada continua al reloj aguardando que el partido se acabe en lugar de esperar que nunca termine.
Segundo, lo que se hizo bien: la historia del último cuarto del siglo XX nos enseña el camino del triunfo. En el caso de Antioquia, cuidado y aliento inmensos a la cantera, planes bien estructurados tanto en lo administrativo como en lo organizativo de torneos que surtieran de calidad cada categoría (y por esa vía el continuo ascenso), y equipos profesionales atentos a ese ciclo para tomar lo mejor de lo mejor y catapultarlos al olimpo deportivo de la primera división nacional e internacional.
Tercero, lo que se ha hecho mal, para descartarlo: burocratización de las dinámicas en la rama aficionada y, de la mano, la pérdida de nodos en la red de detección y cuidado de talentos. Resultados: verdaderas figuras que nadie descubre en casa pero sí los detectores del exterior, que ya encontraron la veta y la seguirán explotando (como en la Conquista, el oro se va para el Antiguo Continente). Y como corolario de la desgracia, equipos profesionales paisas que desde una década atrás buscan a altos costos y bajo rédito en semilleros lejanos lo que perdieron en el local, pero por falta de ojo y brújula, no de talentos en cierne.
Cuarto, las oportunidades: sin contar Águilas Doradas, que nadie sabe ahora de donde es ni para donde va, los elencos antioqueños en el fútbol profesional tienen fortalezas que deberían enfocar a retomar lo bueno y eliminar lo conducente al fracaso deportivo y la ruina económica. Un Nacional ejemplo en lo corporativo, un Medellín que arrasa en temas de mercadeo y con fuerza creciente de afición en las nuevas generaciones, y un Envigado que no se cansa de generar el mejor recurso humano para el fútbol nacional.
Quinto: solo falta puyarse, darse cuenta de que el liderazgo que tanto se reclama es cosa del pasado, y si se quiere retomar es necesario desandar algunos caminos para volverlos a recorrer pero con el Norte bien definido. Ese ejercicio hace falta en casa porque además el país lo requiere: enseña también la Historia que cuando Antioquia marcha, el país emula. Y eso es mucho más de lo que se podría soñar cuando vemos lo que hoy padecemos.