Capsulas de Carreño

«Aquí cuelga el diploma»… (Crónica w.v. desde USA)

Martín Alonso con varias etapas en USA, casi siempre ligado al periodismo.

Por Williams Viera, desde USA.

 

“Amenazaron a Martín Alonso”, gritó alguien en la Plaza José María Cabal de Buga, un domingo de mayo del año 2000. Sin embargo, los que estaban en ese parque, pensaron: “Acá no se mete la guerrilla porque los meten en chismes”.

La vida,  en esa zona del Valle del Cauca, famosa por tener la Basílica del Señor de los Milagros y a la que acuden peregrinos de todo el mundo, era tranquila, pero el único peligro que merodeaba en aquel entonces no era otro que el chisme que de manera rápida llegaba a oídos de todos mientras se contemplaba el espectro de una ciudad particular y de una comarca en general, dominados por el terror, la ferocidad, el tormento y la devastación en la zona rural por el flagelo de la violencia partidista y de la otra, causada por los nuevos ricos.

Martín Alonso Aragón García, hijo de Luis Mario Aragón Romero (q.e.p.d.) y María Libia García (q.e.p.d.), se crió en el barrio La Merced y estudió sus primeros años en el colegio de la iglesia del mismo nombre. Ahí, como era tradición, se hizo monaguillo y hasta sus padres creyeron la noticia que circulaba, “estamos seguros, él llegará a ser sacerdote”.

Sin embargo, el joven Martín Alonso creció y se dio cuenta que la ciudad en la que había nacido podía ser tan chismosa hasta el punto que nadie guardaba el secreto de una infidelidad. Ni siquiera el párroco del barrio, Claver Ramírez. Él también, en ocasiones, hacía referencia a aquellos asuntos durante las eucaristías que realizaba.

“Cuidado de andar con chismes. Dejen de decir que María anda de amores con José solo porque los ven hablando. O que Miguel Escobar, jugador del Deportivo Cali, lo vieron en ‘Disco Club Isis’, en el ‘Parador El Llanito’, saboreando unas cuantas cervezas debido al calor”, recordó Martín Alonso que le escuchó decir al padre Ramírez.

Y es que Escobar era un orgullo para los muchachos de Buga. Los que querían ser futbolistas hablaban de quien era el capitán y el que llevaba el número ‘13’ en la camiseta del Deportivo Cali mientras que los otros soñaban con llegar a ser periodistas.

En el caso de Martín Alonso, después de abandonar la sotana de monaguillo, la gente lo veía escuchando radio, principalmente las transmisiones de Todelar en las que participaban, entre otros, Joaquín Marino López (q.e.p.d.) y Fernando Franco García (q.e.p.d.), y escribiendo en cuadernos.

“Niño Martín, ¿qué hace?”, le preguntaban. Entonces, él contestaba: “Las estadísticas del fútbol profesional colombiano. Un día seré periodista”.

Si Martín Alonso tuviese esos apuntes en este tiempo, alguno diría que Escobar llegó a jugar con la camiseta azucarera 536 partidos y con la del Santa Fe, 65; que anotó su primer gol para el Cali, el 29 de octubre de 1967, ante Millonarios. Esa conquista significó la victoria verde, 1-0, en el Pascual Guerrero que tuvo una asistencia de 41.000 aficionados; y que en ese año el Cali conquistó su segunda estrella bajo la orientación de Francisco ‘Pancho’ Villegas.

Martín Alonso en sus inicios en ‘Voces de Occidente’ de Buga.

En una estación de gasolina

      Y como sucede en toda ciudad pequeña que se asemeja a un pueblo, lo que pasa en Buga ocurre en cualquier parte del mundo. El día que Luis Mario, padre de Martín Alonso, se encontró en una gasolinera con Marino Toro Villalobos (q.e.p.d.), dueño de Voces de Occidente, mientras le echaba combustible al vehículo que manejaba, le dijo: “Don Marino, tengo un hijo que quiere ser periodista”.

El empresario le respondió: “Llévelo a la estación radial. Hablaré con el prospecto de periodista”.

Martín Alonso, siendo estudiante de cuarto de bachillerato, llegó hasta las instalaciones de Voces de Occidente de Buga, fundada el 1 de Marzo de 1941, y ubicada en la carrera 14, 2-25.

El prospecto de periodista llegaba con el aureola de ser alumno del Colegio Académico, fundado en 1743 y en donde se recordaba que uno de sus discípulos, el bugueño Manuel Antonio Sanclemente, con 84 años de edad, había ocupado la presidencia de la República entre 1898 y 1900, pero que durante su gobierno había estallado la guerra de los Mil Días que determinó su derrocamiento.

Don Marino recibió en su oficina a Martín Alonso y acordaron que el prospecto de periodista haría un programa dirigido a los jóvenes con música, con notas de farándula e información deportiva.

El suceso más recordado por aquellos días era la visita de los jugadores del América a la Basílica del Milagroso luego de la conquista del primer título y de desalojar del uniforme la figura del diablo con el tenedor que hacía parte de la historia del club.

“No entendemos el enojo de la afición americana. El diablo existe y por su envidia por el Hijo de Dios que se hizo hombre, siembra odio entre la gente. ¿Por qué peleamos por la modificación de un emblema en el uniforme del América?”, dijo Martín Alonso, con 14 años de edad, un día en el programa ‘Gaceta Juvenil’ que dirigía y que se transmitía los domingos, de 9 a 10 de la mañana, en Voces de Occidente de Buga.

No había duda que al ‘prospecto de periodista radiofónico’ le había servido la experiencia adquirida siendo monaguillo hasta el punto que, como si fuese el padre Claver Ramírez, dijo, por aquello de los chismes, “¿Qué sucede cuando se habla de otra persona? Se destruye” y citaba al apóstol Santiago, capítulo 3, versículo 5: “La lengua puede cambiar el curso de la vida de una persona. El buen nombre y reputación de hombres y mujeres se mancha por una lengua chismosa”.

Así eran esas emisiones radiales y al terminar se iba con la familia y los amigos al río Guadalajara, al alto de San Pablo, cerca del batallón del ejército. Todos llevaban mercado y una olla así de enorme para hacer el acostumbrado sancocho de tres carnes. Es decir, de res, de cerdo y de pollo mientras que los plátanos los recogían en el camino.

En la emisora, dirigida por Gonzalo Calero, estaban felices con aquel joven que participaba en noticias y en el programa de deportes que dirigían Jaime Zúñiga y Emilio Fernández de Soto.

“Sabemos que todavía es un niño que quiere volar en el periodismo. Tiene que ir despacio para que no se estrelle”, le escuchó Martín Alonso a Fernández de Soto, quien viajaba a Cali, en aquella época, para dirigir las páginas deportivas del diario El Pueblo.

Junto a Catalina Mora en su programa ‘Dilo News’. Martín Alonso, a pesar de un cáncer de garganta que superó por medio de la fe, duerme, sueña y respira periodismo.

Acto de fe

      En esas estaba, pero el destino juega con las personas de manera cruel. Y aún así, se cree que hay un modo de cambiarlo a nuestro favor.

El prospecto de periodista terminó sus estudios secundarios, pero tuvo que prestar servicio militar en Barranquilla sin dejar de pensar en lo que deseaba y mientras hacía guardia, escuchaba los partidos de fútbol y soñaba con escribir en un diario o de hablar en la radio.

     De regreso, volvió a trabajar de nuevo en la emisora que lo había impulsado. Retomó el programa ‘Gaceta Juvenil’ y como ya podía andar la calle hasta tarde propuso realizar ‘Cantares sin fronteras’, los sábados de 8 a 11 de la noche, con la música de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Facundo Cabral, Joan Manuel Serrat, Piero, Pablus Gallinazus con su tema bandera ‘Una flor para mascar’, Ana y Jaime con ‘Ricardo Semillas’, Los Prisioneros con ‘El baile de los que sobran’ o Luis Gabriel con ‘Así es mi pueblo’.

Lo curioso de ese espacio radial era que entre canción y canción de soñadores revolucionarios expresivos de lo que vivían, pero que nunca ofendían con sus historias de los problemas del mundo sin solución, se hablaba de la jornada del domingo de los 14 equipos que jugaban en el fútbol profesional colombiano.

Luego de que se terminaba ese espacio radial, los muchachos que trabajaban en la emisora dirigían sus pasos hacia ‘Utopia’, un centro nocturno ubicado en la carrera 8 con calle 8, en donde seguían escuchando música de protesta, pero hablando de fútbol como si la pelota fuese lo único de lo que valía la pena conversar.

   

Vengo de onde viene usted

      Un día, Buga se paralizó. Uno de sus hijos de renombre en la radio llegó y en Voces de Occidente, Zuñiga y Fernández de Soto, lo invitaron para que narrara el partido amistoso de la Selección Buga frente al Deportivo Cali de 1985 que estaba dirigido por Vladimir Popovic (q.e.p.d.) que tenía, entre otros, a Carlos Valderrama y Bernardo Redín que en la mañana habían visitado al Milagroso.

     En aquella tarde de miércoles, el estadio ‘Hernando Azcarate Martínez’, fundado el 19 de noviembre de 1915, tuvo en las graderías a 8.000 aficionados mientras que en sus transistores sólo escuchaban la narración de Jorge Eliécer Campuzano, los comentarios de Emilio Fernández de Soto y Jaime Zúñiga mientras que en los comerciales y en el vestuario del equipo azucarero estaba Martín Alonso Aragón.

Campuzano, con su experiencia radial, saludó, al que llamaban ‘el prospecto de periodista’ y a la audiencia, con una frase de Facundo Cabral, “Señores, les digo que ‘de tanto vagar por ahí/ no sé por dónde empecé/ pero de cualquier manera/ vengo de ‘onde viene usted’… Vamos a divertirnos con este partido amistoso que además, servirá para que Martín Alonso prosiga su camino en el periodismo deportivo”.

  

Camina y no termina

      Era la década de la oscuridad en el fútbol profesional colombiano. Santa Fe organizó una sede alterna en Buga. Entrenaba, en ocasiones, en el ‘Azcarate Martínez’ cuando era dirigido por Jorge Luis Pinto cuando fue tercero en 1987 y cuarto en 1988.

Martín Alonso, en un partido amistoso, en Buga, quiso ingresar al vestuario del conjunto santafereño y un guardaespaldas le dijo:

“Nadie puede entrar. Está prohibido. En este instante ‘Don Phanor’ (q.e.p.d.) está hablando con los jugadores. De lo que vea y escuche, nadie se debe enterar. Sabemos quién es usted y dónde vive”.

‘Don Phanor’ era Phanor Arizabaleta, conocido por integrar una estructura criminal a nivel nacional e internacional, se paseaba por la ciudad en la que había nacido sin que nadie lo diera a conocer, ni siquiera desde los púlpitos como ocurría con los chismes de infidelidades.

 

Chicles atragantados

Y como se lo escuchó a Pablus Gallinazus, Martín Alonso tarareaba, “Un cura manda: que tengamos paciencia/ Que templanza, clemencia/ Que Dios proveerá”.

Y así fue. En la búsqueda que tenía por darse a conocer, le dijo a Fernández de Soto, “quiero escribir en ‘7 días’, su revista deportiva”. El veterano periodista observó a su discípulo y lo invitó a una rueda de prensa en el hotel Guadalajara. En aquella ocasión el acto social se extendió más de lo habitual, pero Martín Alonso sorprendió a todos los invitados.

“Lo he visto a usted disfrutar de la comida de una manera poco habitual, pero le digo que va a trabajar conmigo en la revista. Ahora entiendo perfectamente por qué logró que los invitados que, lo veían, se les atragantaran los chicles”, le dijo Fernández Soto.

Gloria Inés Arias, quien en ese entonces trabajaba en El Tiempo-Cali y que hoy es profesora en una universidad en la capital vallecaucana, visitó a su compañero de estudios y colega, Martín Alonso, en pleno proceso de recuperación en Houston, Texas.

Cantó el gallo

     La participación de Martín Alonso en la revista ‘7 días’ lo lanzó a trabajar con Wilson Araque, en Cali, en el diario ‘El Caleño’ en el que escribía deportes, pero también hacía judiciales por falta de periodistas.

Esa dualidad le permitió al bugueño recién llegado que lo contrataran en el Grupo Radial Colombiano, en el noticiero, e igualmente como corresponsal del ‘Noticiero de las 7’ que era dirigido por Cecilia Orozco, quien hoy maneja ‘Noticias Uno’.

“Oigame bien, Martín Alonso, cómo usted conoce bien a Tuluá y es un cronista deportivo, necesitamos saber qué pasó con Faustino Asprilla. Hay un gran misterio a su alrededor, es decir, cantó el gallo a media noche”, le dijo Orozco con una sonrisa al otro lado del auricular el miércoles 14 de abril de 1993.

La bomba informativa se había iniciado horas antes, a las 9:05 de la noche del martes, tal como lo contó El Tiempo. Asprilla, delantero colombiano e ídolo en el Parma de Italia, vivía una especie de novela de misterio como consecuencia de las heridas que había sufrido en su pierna derecha y que no le permitiría estar en el partido de vuelta de la Recopa Europea de Fútbol, aquel 24 de abril, frente al Atlético de Madrid. Asprilla permaneció en el Hospital Tomás Uribe Uribe durante 14 horas, luego de ser internado e intervenido quirúrgicamente por los médicos Hernando Guerrero y Omar Ramírez, quienes aseguraron que el jugador podría estar de nuevo en las canchas en seis semanas.

“Ustedes no hacen sino inventar cosas. A usted, Martín, lo conozco y no es gracioso que me pregunte algo. Apague esa cámara o no respondo”, dijo Asprilla en el momento de abandonar el hospital.

La primera versión de lo acaecido al más ilustre de los hijos de Tuluá fue la que entregó su esposa, Catalina, en ese entonces. Ella  aseguró que Faustino tuvo un accidente casero cuando ella dejó caer una botella de refresco que, al romperse, lo hirió en la pantorrilla.

Un policía del Tercer Distrito, sin embargo, le dijo a Martín Alonso y a quien escribe esta crónica: “Él le metió una patada a la puerta del bus 32 de la empresa Trans-Tobar. Lo único que le pido es que no vayan a divulgar mi nombre. Me puede traer problemas”. Así se hizo. Esa historia, sin duda, ampliada, será recordada en otra oportunidad al ser una anécdota más del fútbol colombiano.

Martín Alonso recibió muchas voces de animación en su tratamiento médico. 

Cuelgue el diploma

       Se sabe que una persona puede perseguir una meta, sin importar lo inalcanzable que parezca. Y debido a esa persistencia de ser periodista, deportivo o de otra índole, llevó al personaje de esta crónica a emigrar como le ha ocurrido y le sigue sucediendo a un sinnúmero de comunicadores, pero en Buga aquello llegó hasta los púlpitos después de que alguien gritó, en la Plaza José María Cabal, “amenazaron a Martín Alonso”.

Y ya se sabe que las amenazas no son como las golondrinas a las que se les da agua en cada esquina.

Sin embargo, la odisea de Martín Alonso, en Estados Unidos, se inició el 7 de junio del año 2000. Ese día llegó al aeropuerto de Miami. En aquella ocasión, durante la entrevista con un oficial de inmigración, él le dijo, “soy periodista”. Entonces, el cubano que lo atendía le respondió con una sonrisa: “ahí hay un cuarto para que cuelgue su diploma”.

En ese momento recordó que estuvo, como reportero del ‘Noticiero de las 7’, durante el traslado de la Federación Colombiana de Fútbol a Cali en que estaba implicado el ‘Cartel de Cali’ y por lo mismo se tenía que manejar con ‘pinzas’ cualquier información luego del nombramiento, como presidente, de Juan José Bellini y su posterior renuncia; pero su memoria, como si fuese una película, le traía también que él, en noticias RCN Televisión, y el fotógrafo Henry Romero, de la agencia de noticias Reuter, habían mostrado las imágenes de los 150 secuestrados de la María, en Cali, por el ELN al igual que fotografías de los secuestradores. Esa osadía los llevó a abandonar el país que los vio nacer.

Martín Alonso en los días que iniciaba el proceso de quimioterapia, en Houston, del cáncer de garganta que le afectaba y un canal de televisión, Global, le hizo un reportaje para darle ánimos.

Sabemos una gota

      En ese momento, Martín Alonso, sin saber inglés, con esposa, con una hija de cinco años y sin trabajo, recordaba aquella melodía de su época de juventud: “Un cura manda: que tengamos paciencia/ Que templanza, clemencia/ Que Dios proveerá”.

Entonces el periodista deportivo y reportero de orden público empezó a rodar en Miami. Entendió que el ser humano en conocimiento lo único que sabe es una gota mientras lo que ignora es un océano. En ese instante comprendió las palabras del oficial cubano de cuando había llegado.

“Obtuve el postgrado de la vida trabajando en la construcción”, dijo Martín Alonso, pero repetía, “¡Dios proveerá!”, cada vez que salía del apartamento en que vivía y mientras veía a su hija, Laura, y a su esposa, Diovany, que le crecía la barriga por el embarazo de su segunda hija, María Paula.

La paciencia llevó a Martín Alonso a trabajar en Univisión Orlando bajo la dirección del puertorriqueño Jorge Friguls en las noticias mientras Juan Fernando Mora hacía deportes.

Sin embargo, debido a su escaso inglés, perdió el trabajo y de nuevo a la construcción hasta que se ubicó en Carolina del Sur, en Greenville, al lado de Carlos Puello, dueño del periódico ‘La Nación Hispana’ y de nuevo la pasión por el periodismo le reverdeció hasta el punto que llegó a ser director de Radio Mix. Entonces se lanzó a la aventura y organizó, en Charlotte, Carolina del Norte, un semanario que llamó ‘Pase gol… tu mejor jugada’.

Después de aquello, Martín Alonso y su familia se trasladó a Houston y montó una empresa de transporte con berlinas con el único objetivo de regresar al periodismo deportivo. En esas andaba cuando le detectaron cáncer de garganta en su tercera fase y su medio de sobrevivencia desapareció.

“Dios me dio una segunda oportunidad. Estoy curado”, dice Martín Alonso mientras prepara junto a Catalina Mora, su espacio televisivo ‘Dilo News’ o ‘Dilo Texas’ que él mismo edita en un teléfono inteligente y que espera que su empresa SOS Network siga para adelante. Él considera que “los inmigrantes deben luchar unidos y hacer sentir que son oro sólido en un nación que discrimina”.

Mientras tanto, en Buga, todavía recuerdan aquel grito en el Parque José María Cabal, “amenazaron a Martín Alonso”.

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Un comentario

  1. Ya

    12 septiembre, 2022 at 8:34 pm

    POR CRÓNICA DE WILLIAMS VIERA
    Excelente crónica!!!
    Edifo Pérez

    Hincha de Deportivo Cali
    Tulua

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