Capsulas de Carreño

Avianca también juega. Por Mario F. Castro Fino.

Por Mario F. Castro Fino

*El fútbol no es intocable, se encuentra en la misma esfera de la sociedad donde convivimos con situaciones del día a día.
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El término “Dimayorada” se ha instalado en la jerga popular del fútbol en Colombia, principalmente para definir aquellas situaciones y decisiones,  totalmente inéditas en muchos casos, que ocurren en el marco del desarrollo de las competiciones organizadas por el ente rector del balompié en el país.

Pues bien, como si fuera poco con los desaciertos que torneo a torneo nos presentan los directivos de la División Mayor del Fútbol Colombiano, ahora debemos sumar un asunto de interés nacional, y totalmente ajeno al juego, que ha comenzado a interferir en el normal desarrollo de la Liga y el Torneo Águila, el paro de pilotos de Acdac.

Vale la pena que recordemos la existencia de un convenio firmado el año anterior, que vincula de manera directa a la primera aerolínea del país con el transporte oficial de todos los equipos de fútbol adscritos a la Dimayor. Un acuerdo celebrado en su momento, pero que, ahora, como el más consagrado de los arqueros cuando falla, recibe todas las miradas y críticas de la opinión pública, que no concibe que el alcance de la huelga haya llegado a tocar el rito sagrado del balón.

Con el aplazamiento de nueve partidos programados para este fin de semana, cuatro de la A y cinco de la B, se completa un total de 17 encuentros que han sufrido las consecuencias de un problema de carácter socioeconómico que no parece tener pronta solución. Las repercusiones de este hecho en el fútbol suponen, además de los altos costos económicos, la dificultad para dar cumplimiento al calendario programado, el daño irreparable a la imagen de un producto futbolístico que busca posicionarse en términos de calidad y gestión empresarial, la previsible situación legal a la que se enfrenta Dimayor con uno de sus principales aliados por incumplimiento de contrato, además de problemas relacionados con la venta de boletas para los equipos, el sinsabor de los aficionados e, incluso, los posibles inconvenientes legales con los contratos de trabajo de jugadores, en el hipotético caso de que no se logre culminar la competición al final del año.

Las soluciones para afrontar esta problemática no saltan a la vista. Más allá de algunos esfuerzos insuficientes, la Dimayor ha quedado expuesta una vez más por su incapacidad para afrontar un escenario que, aunque poco probable, hoy es real y tiene en manos de un tercero el destino del fútbol en el país.

Esta situación nos recuerda que el fútbol no es intocable, que se encuentra en la misma esfera de la sociedad donde convivimos con situaciones del día a día, y nos enseña el lado más vulnerable de una industria en Colombia, que, aunque crece de forma exponencial, sigue siendo frágil y carente de una planeación estructurada y a la altura que exige un espectáculo que mueve millones de dólares y de emociones.

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