Capsulas de Carreño

Carta a un bostero (Óscar Domínguez G.)

Oscar Dominguez, columnistaPor Óscar Domínguez G. 

*A propósito del título de Boca Juniors en Argentina, después de cuatro años.

 

Joshua Dean, sin muchas ganas, permíteme felicitarte por el nuevo campeonato ganado por los bosteros del Boca argentino. Ya era hora de que acabaran con esa dieta de cuatro años sin oler campeonato. (Lo de bostero, según el tio Google que sabe más que la CIA, la Compañía de Jesús y un limón juntos, es porque en invierno, en el barrio La Boca, se atrofiaban los desagües y olía a bosta o excremento de caballo).

Lástima que esta vez mi equipo en Argentina, el River, andara en otro paseo. Porque sabes que soy «gallina» como nos dicen a los del equipo millonario. Hay que mantener ocupado este septuagenario corazón de hincha.

Me alegra el triunfo sobre todo por el malevo del Tévez, a quien le tienen el infame alias de El Apache. Claro que sus fans prefieren llamarlo Carlitos, así, con cariño, como si fuera un miembro más de la familia, o un vecino del cuarto piso.

También le dicen el “jugador del pueblo” por haber hecho el camino desde abajo, desde su majestad el potrero. De hecho, Nike, la multinacional, produjo camisetas con la etiqueta “cultura apache” y “espíritu potrero”. La pobreza convertida en mina de oro, diría Sonia Budassi escritora y periodista especialista en Carlitos.

Otro periodista anotó: “Tévez es potrero; Messi, laboratorio”.

Claro que con lo que se ganado sudando la gota fría en las canchas, tiene cubiertos los almuerzos de las próximas diez mil reencarnaciones.

Por cierto, el técnico del Boca, Arruabarrena, se deshizo en elogios y dijo que el hijo pródigo que regresó once años después a su viejo club, fue humilde y se adaptó a lo que necesitaba.

Este técnico es un bicho raro: declaró que si el 6 de diciembre no reeligen a Angelici, presidente del Boca, él agarra sus goles y se abre del parche.

El Tévez hizo algo que no hace cualquiera: cuando su fútbol todavía está vigente, no optó  por quemar los últimos cartuchos en dólares jugando para los equipos de Nueva York,  Turquía o Corea. No, señor, el díscolo Tévez, a quien de pronto le da por darles patadones aleves a sus colegas, decidió regresar a la Bombonera, cerca de Caminito, si no estoy mal de geografías.

Tal vez por eso sus seguidores le perdonan todas las faltas que cometa contra la urbanidad del venezolano Carreño.

El gaucho es de los que pocos que puede decir que sacrificó una jugosa bolsa por jugar al lado de los suyos. No es original del todo:  Un paisano suyo, José Manuel Moreno, apodado el Charro por su bigote libidinoso y su sonrisa de cantante de boleros, prefería formar en equipos de Montevideo donde jugaban sus amigos.

El Charro anduvo por estos pagos como jugador del Indepeniente Medellín que está saltando matones para quedar entre los ocho de Colombia. O clasifican, o veo a su entrenador, el mechas del Leonel Álvarez, pasando hojas de vida para entrenar algún olvidado equipo. Al fin y al cabo, como a cualquier profesional, no le hace tanta falta el vil metal, sino el oficio.

Y los gerentes solo saben de triunfo que hagan sonar la registradora. Son las implacables reglas del mercado.

Hombre Joshua Dean: Me gustan los jugadores como Tévez, porque me recuerdan mis días de jugador que tenía cierta destreza para acariciar el balón en los potreros y en las calles sin asfaltar de Aranjuez. Alguna vez te hice un tour por mi viejo barrio en compañía de tu esposa e hija mía, Andrea Cotela, quien pocón de fútbol, aunque tampoco está en babia en la materia. Ha visto fútbol en el Maracaná de Rio y eso no más imprime cierto carácter. El hijo ilustre de Cleveland, Ohio, la pasó rico en Aranjuez, aunque con cierto culillo por las pintas que vimos.

Por la Cotela supimos que en alguna época cuando perdía el Boca no se te podía hablar en una semana. Podía peligrar la vajilla. Ocho días era el sabático que te tomabas en promedio para que se te pasara el guayabo de la derrota. Menos mal, ahora te dedicas más a conseguir la leche y los pañales para Sofía e Ilona que a tomar cerveza Quilmes fría, despachando crispetas y viendo fútbol en los bares con la camiseta del Boca o de la selección argentina encima.

No fui de esos taitas que llevaban a sus hijos al fútbol el domingo para que se hicieran hinchas del equipo de mis entretelas. Tampoco les impusimos partido político ni religión aunque los dos hijos, incluida tu mujer, como miembros de la tribu de Jesus, fueron bautizados a las primeras de cambio. Luego se nos salieron del redil y este es el momento en que no sé de qué Dios o partido político son vecinos.

Me enorgullece saber que son de esas bellas personas a las cuales cualquier persona en cualquier parte del mundo puede invitarlos a almorzar a su casa.

Se acabaron las felicitaciones por el nuevo campeonato, don Joshua, de la tribu de Leví: a trabajar que Sofía e Ilona demandan gastos que da miedo.
[odg]

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