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Colombia labró su derrota. Por Gilberto Maldonado Bonilla

Por Gilberto Maldonado Bonilla.

 

*Los equipos de jerarquía saben que deben jugar contra la subjetividad interpretativa de los jueces.

 

Miremos la corta pero draconiana historia clìnica. Empezando el partido, Colombia se encuentra con el golazo de Luis Diaz. En adelante la historia del partido fue la de cuidar una mínima diferencia.

Lo que en universo conformista y mediocre llaman administrar o cuidar un resultado. Considerando esto como la panacea de los reyes de la táctica y la estrategia, habrá que reconocer que la tarea estuvo bien ejecutada en el primer tiempo.

El gran lunar: pretender soportar en lo puramente defensivo el peso del partido, olvidándose por completo del arco de la selección brasilera.

El segundo tiempo es el elogió total de la mediocridad: ni tan solo fueron capaz de hacer lo que se había hecho en el primer periodo permitiendo ser sitiada por los brasileros.

La historia cobró por ventanilla. Soportar en lo defensivo el desarrollo del partido durante casi todo el desarrollo de éste tenía su oneroso precio: el resultado final a favor de la selección brasilera.

El universo conformista y mediocre puede suceder lo que a la postre pasó: una aparente falla humana del señor árbitro en el caso del gol del empate; y la llamada «desconcentración» que dio origen al gol del triunfo de los anfitriones.

Más allá del árbitro, la derrota la labró la selección colombiana. La polémica por la decisión del señor Pitana es simplemente una distracción, una cortina de humo bien denso como el que se fabrica en los medios de comunicación.

Aquí, la gleba resultadista queda presa en la irracionalidad; irracionalidad que nace del desconocimiento, en la mayoría de los casos, del reglamento del fútbol. Oscuro panorama en este caso porque ni siquiera la inteligencia artificial de los comentaristas ha podido dilucidar si el señor Pitana obró ceñido al reglamento.

Queda la otra irracionalidad: la del llamado y socorrido dolor de patria.

En mi desconocimiento del reglamento, de las normas generales del fútbol, me quedó con la idea que el reglamento del fútbol es asunto de interpretación. Y como sujeto de interpretación está sometido a la subjetividad de la máxima autoridad en el campo de juego: el árbitro.

Y los equipos de jerarquía saben que deben jugar contra las virtudes del rival, contra sus propias limitaciones y contra la subjetividad interpretativa de los jueces.

Gilberto Maldonado Bonilla, columnista Cápsulas

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