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Copa Águila: No podíamos esperar el milagro.
- Updated: 9 noviembre, 2017
Por María Victoria Zapata B.
Bastaba con ver cinco zagueros (Lopera, Echeverría, Erramuspe, Pertuz y Macías) en el onceno inicial que enfrentaría al Atlético Junior, para saber que podíamos esperar, mejor dicho, no esperar del DIM en el Metropolitano de Barranquilla.
Como si no tuviéramos ya suficiente con la aridez ofensiva del presente campeonato, como si no hubiera sido bastante con los esquemas carentes de ambiciones que caracterizaron la presencia de Independiente Medellín en la casi totalidad de estadios en los que jugó desde el mes de julio, como si no supiéramos de la pobreza de una campaña en la que la lotería de los penales definió la suerte roja en tres ocasiones consecutivas, como si no hubiéramos sido testigos de la mezquindad de nuestro propio fútbol y de la apatía de nuestros jugadores.
Anoche, en Barranquilla, NO podíamos esperar milagros. No teníamos como sustentar ninguna expectativa al respecto y los 90 minutos de juego, del que algunos calificaron como el “partido del semestre” para el DIM, se encargaron de ratificar todas las desesperanzas de una afición castigada una y otra vez por un balompié indigno de una escuadra de alta competencia.
Y no obstante todas nuestras certidumbres, la final de Copa Águila se encargó de sumar una decepción más, una vergüenza más, un dolor más a la hinchada del Equipo del Pueblo. Porque mientras el cuadro local, Atlético Junior, asumió con interés, compromiso y tesón este juego decisorio de Copa, Medellín saltó al gramado a defenderse. ¿A defender qué, si ni siquiera hicimos valer la condición de local en el juego de ida, el pasado 18 de octubre? ¿A defender qué, si la esterilidad de nuestros delanteros coadyuva siempre al ataque rival? ¿A defender qué, si la estrechez del fútbol rojo y la marcada apatía del equipo, sean quienes fueren los titulares, pulveriza dos líneas de cuatro, dos de cinco o un módulo con todos los jugadores de campo alineados como zagueros?
Es preciso señalar que el Atlético Junior ganó la Copa y se quedó con el tiquete a Libertadores con todos los merecimientos. Las anotaciones de Jarlan Barrera y Teófilo Gutiérrez, en los minutos 30 y 88, ratificaron todas las bondades de una escuadra que se reforzó para ser protagonista, que le inyectó jerarquía a cada una de sus presentaciones y que juega un fútbol coherente y en concordancia con sus aspiraciones, cualidades de las que carece por completo el Deportivo Independiente Medellín, un equipo que desde hace meses viene jugando a perderlo todo y lo ha conseguido con creces.
Esas matemáticas, glaciales e insensibles, se encargarán de recordarnos que todo se hizo mal, desde las propias oficinas del Deportivo Independiente Medellín.
Mucho más que una derrota.
Para los rojos este asunto del subtítulo no cuenta. Es puro sofisma de distracción. Cuenta, por el contrario, la resta de otro sueño y la suma de otra decepción, ambas operaciones simultáneas y gracias a una dirigencia que viene de tumbo en tumbo desde meses atrás. Una dirigencia que, al igual que el equipo en la gramilla, camina sin norte. Que perdió su rumbo desde el momento en que se llenó de corrosivos “asesores” , desde el momento en que empezó a contratar jugadores sin la fundamentación ni el fútbol requeridos, desde que permutó un proceso serio y productivo por la improvisación, la imprevisión, el mercantilismo y la ligereza en la toma de decisiones, desde que mandó al vertedero credibilidad, ideales y el exitoso programa Todos en Uno.
Hoy, después de la lánguida despedida de Copa Águila, solo nos queda esperar la fecha final de la fase clasificatoria en Liga y en la que se jugarán el tiquete a Libertadores que entrega la tabla de reclasificación y el ingreso a los playoffs del segundo torneo del año. Con nuestro fútbol, con la obnubilación de nuestros dirigentes, con la indolencia de los jugadores y con la incapacidad motivacional y deportiva para enfrentar dichos retos, tampoco tenemos argumentos para aferrarnos a otros milagros. No hay manera de pedirlos, tampoco de esperarlos. Los únicos milagros que podemos invocar, son los de la pronta conclusión de esta aciaga temporada y una reestructuración institucional que cobije por igual a dirigencia, cuerpo técnico y jugadores. Hay que empezar de cero otra vez…!!!
(María Victoria Zapata B).
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