Capsulas de Carreño

Copa  Águila: No podíamos esperar el milagro.

La caída del DIM en la final de la Copa Águila. Foto @JuniorClubSA

Por María Victoria Zapata B.

Bastaba con ver  cinco zagueros (Lopera, Echeverría, Erramuspe, Pertuz y Macías) en  el onceno  inicial que enfrentaría al Atlético Junior, para saber que podíamos esperar, mejor dicho, no esperar del DIM en el Metropolitano de Barranquilla.

Como si no tuviéramos ya suficiente con la aridez  ofensiva del presente  campeonato, como si no hubiera  sido bastante con los esquemas carentes de ambiciones que  caracterizaron la presencia  de Independiente Medellín en la casi totalidad de estadios en los que jugó desde el mes de julio,  como si no  supiéramos  de la  pobreza de una campaña en la que la lotería de los penales  definió la suerte roja en tres ocasiones consecutivas,  como si no hubiéramos sido testigos  de  la mezquindad de nuestro  propio fútbol y  de la apatía de nuestros jugadores.

Anoche, en Barranquilla, NO podíamos esperar milagros. No teníamos como sustentar  ninguna expectativa al respecto y los 90 minutos de juego, del que algunos calificaron  como el “partido del semestre” para el DIM,   se encargaron de ratificar todas las desesperanzas de una afición castigada una y otra vez por  un balompié indigno de una escuadra de alta competencia.

Y no obstante todas nuestras certidumbres,  la final de Copa Águila  se encargó de sumar una decepción más, una vergüenza más,  un dolor más a la hinchada del Equipo del Pueblo.  Porque mientras el cuadro local, Atlético Junior,  asumió con interés,  compromiso  y tesón este juego decisorio de Copa, Medellín saltó al gramado a defenderse. ¿A defender qué, si ni siquiera hicimos valer la condición de local en el juego de ida, el pasado 18 de octubre? ¿A defender qué,  si la  esterilidad de nuestros delanteros    coadyuva siempre al  ataque rival? ¿A defender qué,  si  la  estrechez   del fútbol rojo y la marcada  apatía del equipo, sean quienes fueren los titulares,  pulveriza  dos líneas de cuatro, dos de cinco o un módulo con todos los jugadores de campo alineados como  zagueros?

Es preciso señalar que  el Atlético Junior ganó la Copa   y se quedó con el  tiquete a Libertadores con todos los merecimientos.  Las anotaciones de Jarlan Barrera y Teófilo Gutiérrez,  en los minutos 30 y 88,  ratificaron todas las bondades de una escuadra que se reforzó  para ser protagonista,  que le inyectó jerarquía a  cada una de sus presentaciones y  que juega un fútbol coherente  y en concordancia con  sus aspiraciones,  cualidades de las que carece  por completo  el Deportivo Independiente Medellín, un equipo que desde hace meses viene jugando a perderlo todo y lo ha conseguido con creces.

Esas matemáticas,  glaciales e insensibles,  se encargarán de recordarnos que todo se hizo mal, desde las propias oficinas del Deportivo Independiente Medellín.

 

Mucho más que una derrota.
Para los rojos este asunto  del subtítulo no cuenta. Es puro sofisma de distracción. Cuenta, por el contrario, la  resta  de otro sueño y la suma de otra decepción,  ambas operaciones simultáneas y gracias a  una dirigencia que viene de tumbo en tumbo desde meses atrás. Una dirigencia que, al igual  que el equipo en la gramilla,  camina   sin norte. Que perdió  su rumbo desde el momento en que se llenó de corrosivos  “asesores” , desde el momento en que empezó a contratar  jugadores sin la fundamentación ni el fútbol  requeridos, desde  que  permutó un proceso serio y productivo  por la  improvisación, la imprevisión, el mercantilismo  y la ligereza  en la toma de  decisiones, desde que  mandó al vertedero credibilidad,  ideales y el exitoso programa Todos en Uno.

Hoy, después de la lánguida despedida  de Copa Águila, solo nos queda esperar la fecha  final de la fase clasificatoria en Liga y en la que se jugarán  el tiquete a Libertadores que entrega la  tabla de reclasificación y el ingreso a los playoffs del segundo torneo del año.  Con  nuestro fútbol, con la obnubilación de nuestros dirigentes,  con la indolencia de los jugadores y con la incapacidad  motivacional y deportiva para enfrentar  dichos retos,  tampoco  tenemos argumentos para aferrarnos a  otros  milagros. No hay  manera de pedirlos, tampoco de esperarlos. Los  únicos  milagros  que podemos  invocar, son los de la pronta  conclusión de esta  aciaga temporada y una reestructuración  institucional que cobije por igual a dirigencia, cuerpo técnico y jugadores. Hay que empezar de cero otra vez…!!!
(María Victoria Zapata B).

—-

Compartir:

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *