Capsulas de Carreño

De balones, camisetas y colorines Por Luis David Obando

 


Por Luis David Obando

 

 

* Mercadeo e imaginación: Millos de rojo escarlata, América de verde limón o Cali de azul celeste.
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Buen caso para los analistas del mercadeo: el tan trinado balón Euforia nunca tuvo luna de miel. La afición lo rechazó y los jugadores lo hicieron rey de burlas. Para empezar, el gran saltarín de Golty no tuvo la fortuna de una buena primera impresión, pues su encendido naranja y sus rebotes díscolos irrumpieron de sorpresa en plenas series finales de la Liga 2016-II. “Entró quedando”, le dicen en la calle a esa situación, aunque para el caso cabría mejor “entró brincando”.

Empezó el nuevo año, y a la extrañeza de la novedad se le sumó el fantasma que la pelota de marras (que no balón) deja en la señal de televisión. Ni mal que les cayó a algunos futbolistas, que en las singularidades de la redonda encontraron la mejor excusa para sus fallas técnicas o sus desperdicios. No se pudo cabecear porque el balón picó mucho, no entró porque hizo un extraño, bla, bla, blá…

Lo cierto es que hace poco más de un mes el Presidente de la Dimayor no pudo sostener más el mal cañazo comercial y anunció un pronto cambio de balón. Palabras de Perdomo que se llevó el viento, porque ahora no sería tan pronto sino, si las cosas marchan bien (¡ay!), para el segundo semestre de este año. Esto es, toda la Liga 2017-I con la pelota loca de colorín incandescente, que nos obliga a ver fútbol profesional en condiciones antagónicas a si se jugara con balón de trapo.

Y hablando de fútbol y mercadeo, los colores que la anterior generación llamaba “eléctricos” no solo se tomaron balones oficiales sino también uniformes hasta de los más encopetados clubes. No gustó ver al Nacional jugando con el amarillo canario del Bucaramanga, pero ya había hecho lo propio con un turquesa tan raro como si ahora el Verde saliera ataviado de fucsia, como también lo están haciendo tantos equipos del rentado criollo.

Gritos al aire se han lanzado por esos lilas, grises brillantes y demás tonalidades que las firmas vendedoras de camisetas (o patrocinadoras de equipos, como quieran llamarlas) han dado en imponer para los uniformes “de visitante”. Por aquí la cosa es más bien rara y por eso levanta tanta polvareda, pero, ¿no han visto ustedes al Barça vestido de un degradé de rojo a pollito, o al Real Madrid pigmentando su Merengue con casacas moradas o solferinas?

Que ya no importa la tradición de los colores, se dice, y es cierto: si no se cambia el uniforme cada semestre, se vende menos. O dicho desde el otro lado: dos camisetas en un semestre (local y visitante), con cambio de diseño al siguiente, son cuatro posibilidades de venta al año en lugar de una. La ecuación es sencilla y debe tener a punto de agotarse la paleta de colores a disposición de los diseñadores, a expensas de la imagen de los clubes a los que visten.

Así que podremos ver a Millonarios jugando de rojo escarlata, al América de verde limón y o al Cali de azul celeste, todos poniendo a rodar un balón de un fosforescente apenas recién descubierto o inventado. A esta altura ya nada tiene por qué extrañarnos.

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EXTRATIEMPO. Campañón el que se está haciendo al DIM. Por los puntos, pero también porque el equipo muestra profundidad de trabajo táctico. La mano de Zubeldía se nota a la legua en la dirección, sin hablar del papel de “primer violín” que en esta orquesta ha asumido el redivivo Juan Fernando Quintero.

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