Capsulas de Carreño

Diatriba contra un gol

Oscar Dominguez, columnistaPor Óscar Domínguez G.

* Lo de Messi y su corte es una mosca en el plato.

Así me obliguen a aprenderme las memorias del ministro de hacienda alemán, no le doy estatus de gol al que marcó Messi en complicidad con el uruguayo Suárez en reciente partido contra el ya vapuleado Celta español.


Ese gol es digno de un cuentachistes con guayos, y Messi es un artista, digamos que Les Luthiers en cortos. Le quedó pequeño a su grandeza, a la cual solo le falta un mundial para tutearse en el olimpo con Pelé y Maradona.


Si hubiera asistido a ese partido, exigiría que me devuelvan los euros. Como apenas lo he visto por televisión, exijo, como proustático en servicio activo, que me devuelvan el tiempo perdido. 


Los hay que no caben en el cuero de la felicidad. Están al borde del orgasmo balompédico. El poeta Valdano ha dicho urbi et orbi:  “Este penalti ha convertido un domingo cualquiera en un día que muchos aficionados no olvidarán».


La cátedra, o sea, los aficionados de gallinero, “chicken class” en los aviones, asumimos que en un penalti se da una confrontación entre dos gladiadores, cara a cara, máscara contra máscara, todo  vale, damas no pagan, buses a todos los barrios.


Un pajarito distinto al que datea al presidente Maduro, de Venezuela, me contó cómo se fraguó a la oscura conspiración. Están reunidos Messi, Suárez y Neymar, y dice el paisano del Papa:


“Pibes, en el partido, si vamos adelante, goleando, sin problemas, si hay un penalti, yo “cobro”. Ustedes dos se adelantan y el primero que se despabila, anota. ¿Estamos?”. Los subalternos asintieron mansamente. Y pagaron la cuenta.


Marcó Suárez, pero la historia que es caprichosa, casquivana, incierta, le dará todos los créditos al argentino. Las frías estadísticas le sumarán el gol a Suárez.


Un gol como ese se me parece a un soneto de Quevedo sin el último terceto, o a un haikú de catorces versos. Es un plato de sushi con carne de búfalo.


No, no es eso lo que queremos los aficionados de a pie: para ver payasados nos vamos a ver el Circo del sol por televisión. O el circo pobre de la esquina del barrio.


En ese gol solo encuentro cosas insípidas. Incluida una ofensa al colega arquero que quedó como acabado de salir de vespertina, despistado, sin norte, sur, oriente, ni occidente. ¿Quién pagará las consultas al siquiatra que debe estar tratándolo? ¿Y del bullyng en casa y entre los amigos del bar quién lo aliviará?


Veo en esa maniobra un truco menor de jugador de póquer, la triquiñuela del ladrón que “se robó las llaves de la noche”. Con la diferencia de que  aquí hay poesía, algo que no hubo en ese gol que sale por la puerta falsa de la historia.


Está bien hacer un gol de sombrero, taco, con la silla turca o el esternocleidomastoideo, con el dedo gordo del pie, de rabona, escorpión, chilena, como la del sábado del alemán Müller, del Bayern. Esas son cerezas en el vaso del fútbol. Lo de Messi y su corte es una mosca en el plato. Que no se repita, ¿eh?
(Óscar Domínguez)

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