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Por María Victoria Zapata B.
Columnista Cápsulas.

Colorido y entusiasmo en la tribuna, entrega y goles en la gramilla. Una fiesta completa en el estadio Atanasio Girardot, enmarcó el partido de la décima fecha, entre el Deportivo Independiente Medellín, que ayer ofició como local, y Atlético Nacional.
Un verdadero clásico, vibrante desde la salida de los equipos al gramado y el emotivo recibimiento de sus respectivas hinchadas, desde los aplausos, cánticos, el ondear de banderas y el jolgorio de 36.534 aficionados que se ubicaron en norte, sur, oriental y occidental.
El resultado, 3-3, al término del compromiso, dio una idea aproximada de la intensidad de un juego en el que tanto rojos como verdes se abrieron por completo al fútbol, buscaron con ahínco los arcos contrarios, dejaron alma y corazón en la gramilla y le dieron relevancia al espectáculo.
Anotaciones de diversas facturas, incluidas dos penas máximas, una para cada equipo, y ejecutadas por Batista y Leyser Chaverra; dos dobletes, de Brayan León, en el DIM, y Facundo Batista, en Nacional; yerros defensivos en ambas escuadras y notorios aciertos en sus ataques, para un partido excitante de principio a fin.
Velocidad y juego por las bandas en Nacional, fútbol frontal y ágil en el DIM, desajustes defensivos en ambos equipos, modificaciones, sustituciones y correctivos de acuerdo con el momento y marcador parcial y 22 jugadores a los que les sobró temperamento, carácter y voluntad.
Mayor efectividad del cuadro verde en materia de sustituciones en el período complementario. El ingreso de Cardona y Morelos le dio mayor solvencia ofensiva a Nacional en la última media hora de juego. En contraste, el muy bajo nivel de los suplentes rojos de campo, obligó al equipo a resguardarse un poco atrás y ratificó que el DIM no cuenta con jugadores de recambio.
No obstante lo anterior y sin importar los rendimientos individuales tanto en Independiente Medellín como en Atlético Nacional, el clásico dejó una altísima calificación para los jugadores de ambos equipos en entrega y sacrificio. No ahorraron esfuerzo, sintieron sus colores, sus camisetas y le añadieron emotividad y alegría al clásico.
Será éste, un clásico de esos quedan para siempre en la retina y en el corazón. Un empate en números, 3-3, pero en el que, sin lugar a dudas, ganamos todos: jugadores, hinchas, equipos y el fútbol colombiano, en general. Un espectáculo completo, vehemente, digno de verse una y otra vez, unos jugadores que no negaron ni una gota de sudor y una tribuna reivindicada con el fútbol de verdad. Un clásico para la posteridad.
[María Victoria Zapata B.]




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