Capsulas de Carreño

El DIM, de mal en peor.

IBAGUÉ. La alegría de Santiago Montoya Muñoz y compañía es la tristeza del DIM que volvió a perder en una plaza donde era fuerte y salió del grupo de los ocho. Foto www.elrincondelvinotinto.

Por María Victoria Zapata B.

 

No bastó anoche con el golazo de  Mao Molina, en acción de tiro libre al minuto 44, que empatara provisionalmente el juego ante el Deportes Tolima, en el estadio Manuel Murillo Toro, de Ibagué.

Tampoco con el ingreso de Edison Toloza al minuto  65, Daniel Cataño al 73 ni Valentín Viola al 81, en reemplazo de Leonardo Castro,  Eduard Atuesta y Juan Fernando Caicedo, respectivamente, ni con los dos zagueros  rojos convertidos en los últimos minutos de juego en dos delanteros más, por cuanto  la suerte del partido  quedó echada no solo con las dos anotaciones locales (de Marcos Pérez y Santiago Montoya) y, fundamentalmente, con  la visible mejoría  del onceno tolimense frente a la  incapacidad  manifiesta  y absoluta del Deportivo Independiente Medellín.

De un DIM  que anoche,  en el  estadio de la Capital musical de Colombia nos mostró  más de lo mismo.

De un DIM que, transcurridas 14 fechas del campeonato,  no  sabe a que  juega, con quienes juega ni con que ambiciones juega puesto que, hoy por hoy, el nuestro es un onceno  al que le arrancaron  simultáneamente  cerebro, fútbol y corazón.

 

No más embelecos.
Primero nos tragamos el cuento  aquel  del proceso, de un equipo en construcción. Después nos convencimos  que la táctica defensiva del  equipo constituía su nuevo ADN.  Aseguramos que Juan Fernando Quintero tenía la “varita mágica”  para resolver todos nuestros problemas. Y finalmente,  una vez los cobros desde los doce pasos nos permitieron escalar  los tramos decisorios hasta la  disputa del título en  Copa Águila,  “inflamos pecho” por el importante logro obtenido con base en nuestros recursos tácticos, estratégicos y futbolísticos.

¡…Cuán engañados estábamos en todos los casos…!!!

No hay proceso alguno ni mucho menos equipo en construcción. Tampoco Quintero, en solitario,  puede ser la solución de un trabajo y de un esfuerzo que deben ser eminentemente colectivos.  Por el contrario, lo que observa fecha  tras fecha es un  Independiente Medellín nublado  en motivación, nublado en fútbol, nublado en  táctica l y, fundamentalmente, nublado en orientación técnica.  Infortunadamente en la tercera era Peláez, dos juegos de Sudamericana (ante Racing),  seis de Copa Águila y 14 de Liga, lo único que nos ha permitido ver es una escuadra que cada día se aleja más del concepto de fútbol colectivo,  que cada día pierde más su expresión motivacional, que cada día se desdibuja en su fútbol y en su comportamiento en el terreno de juego. Sin norte, sin ambiciones,  coherencia en ninguna de sus tres líneas y sin dirección técnica, el DIM  naufraga en sus  errores y se  acerca  a pasos agigantados hacia el precipicio de  su propia y anticipada eliminación del  máximo torneo del fútbol en Colombia. Una o dos fechas, tal vez, nos separan  del abismo  hacia  el que nos dirigimos de manera inexorable.

En cuanto a la tan mencionada táctica  defensiva del técnico Peláez, las cifras son más que elocuentes.  A manera de ejemplo, miremos  un segmento, el de las últimas seis jornadas. Pasto 1-DIM 0;   DIM 1- Nacional 0;  DIM 0- Santa Fe 1;  Bucaramanga 1-DIM 1;  DIM 1-Rionegro 2; Tolima 2-DIM 1.    Un triunfo, un empate y cuatro derrotas.  Cuatro puntos de 18 posibles,   cuatro goles anotados y   siete recibidos para un gol diferencia de -3 y un penoso rendimiento de 22.2%.  ¿Hay mejoría defensiva en el equipo?

Y si hacemos referencia al “orgullo” de ser finalista en Copa Águila,  no podemos  cerrar los ojos ante  la forma como se produjeron  las eliminaciones de Pasto, Santa Fe y Cali, sin nada de fútbol  y  a  cuenta de la lotería  de cobros desde los doce pasos. De seis partidos jugados  en octavos, cuartos y semifinal,  solo se ganó uno,  de manera angustiosa, al Deportivo Pasto,  en el Atanasio Girardot. En los demás fuimos de empate en empate y de penal en penal. Tres clasificaciones  que maquillaron nuestra durísima realidad, que disfrazaron una problemática cada vez  mayor  y que hoy nos tienen  a la espera de un contendor   (Junior o Patriotas) al que enfrentaremos con un fútbol mezquino, plano, insípido y carente de todos los argumentos que se requieren para levantar  el trofeo esquivo para el DIM desde 1981, cuando derrotara en la final  al Deportivo Cali y que, por ahí derecho, nos  entregaría el tiquete a Libertadores que ya prácticamente  desdeñamos en la sumatoria de los puntos de los dos campeonatos del año.

Por eso hoy,   frente a todas nuestras pérdidas, entre ellas la holgada ventaja que teníamos en reclasificación y la posibilidad de ingreso al privilegiado grupo de los ocho,  cualquier  palabra, frase o explicación del técnico Juan José Peláez  suenan del todo  vacías. No hacen falta sus explicaciones sin fondo ni  sus disculpas amañadas. Cada presentación del DIM es penosa, torturante y profundamente dolorosa. Cada presentación roja va en contravía del fútbol, de la identidad del Equipo del Pueblo,  de la ambición inherente al juego de alta competencia. Cada presentación nos señala que vamos  en vertiginosa caída.  Cada presentación  del DIM, juegue donde juegue,  demuestra que  no  somos capaces defender ni siquiera nuestra condición de local, que no hay tal proceso que la táctica es una utopía y que la final de Copa Águila , como ya lo expresé, es un embeleco que escasamente  disimula nuestra realidad y  que difícilmente enmascara la vergüenza del  más  decepcionante  fútbol exhibido por el DIM en los últimos años. El  más desalentador de todos.

Por ello, y  porque vamos de mal en peor, hoy ratifico la posición que asumiera hace pocos días en esta tribuna de Cápsulas: ¡¡¡… El DIM le quedó grande, demasiado grande,  y usted, señor Peláez, debe renunciar a la dirección técnica del Deportivo Independiente Medellín…!!!
(María Victoria Zapata B.)

 

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