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El extraño caso de James Rodríguez
- Updated: 4 diciembre, 2024
Es indudable, que para muchos James Rodríguez es el mejor jugador colombiano de los últimos tiempos, y quizás, por sus logros alcanzados, uno de los mejores de la historia: goleador del mundial Brasil 2014; jugador de grandes equipos como Real Madrid, Bayer Múnich; campeón en Argentina, Portugal, España y Alemania; además, recientemente considerado el mejor jugador de la Copa América 2024 en EE. UU. donde Colombia llegó a la final.
¿Pero qué sucede con James que en los clubes por donde recientemente ha pasado, no funciona?, respuesta que nadie tiene con certeza, más allá de explicaciones que van desde lo deportivo hasta lo mental. Respuestas que obedecen al sentimiento visceral que por James se tenga; unos lo aman y le justifican todo y otros lo detestan y hacen de cualquier situación “un mundo” para descalificarlo. Lo cierto es, que nadie sabe claramente los motivos que han llevado su carrera por el camino del fracaso en los clubes que lo contratan. Situación bien diferente cuando viste la camiseta de la selección nacional donde es considerado el mejor jugador del equipo, un jugador distinto, un líder, el sol donde los demás planetas giran.
Nació para el futbol profesional en un equipo chico como Envigado de donde rapidito se marchó al competido futbol argentino; allí triunfó en Banfield, equipo del sur de Buenos Aires. Se puede asegurar que esa fue la plataforma que lo catapultó a Europa: primero a Porto, después a Mónaco, y del principado, con bombos y platillos al encopetado Real Madrid, el equipo más grande de la historia independientemente de a quien le preguntes: profesional, aficionado, casa de apuestas, periodista. Una carrera meteórica digna de un libro de superación personal o de una novela rosa. El triunfo de un chico de barrio que tocaba las puertas del cielo futbolístico, bendecido por la varita del éxito.
En la Casa Blanca su vida sonreía, llevado de la mano de Carlo Ancelotti, el exjugador italiano que se convirtió en su padre futbolístico… jugó, fue importante… pero… como suele suceder, cuando el padre se fue, cayó en un sentimiento de abandono, adoptando la conducta de estrella incomprendida que mutó del periodismo deportivo al del periodismo rosa por su vida privada. Eso le pasó factura: primero su ruptura matrimonial (fundamental) y después, la perdida de respeto en el equipo frente a los técnicos que luego lo dirigieron: Rafa Benítez, quien duró poco, exigía de James más sacrificio, menos glamour, menos jet set, sí más sudor, disciplina y entrega; eso degeneró en problemas considerables con el técnico español. Después con Zidane, ídolo de su infancia fue Troya, James cayó en un conflicto relacional y personal con el francés, situación que se vivió más desde su entorno y los medios de comunicación. La relación jugador-ídolo, se rompió… James perdió y se tuvo que ir.
Su “padre” Ancelotti, como todo buen padre, salió a su rescate, lo volvió a cobijar llevándolo al Bayer Múnich. Fue el reencuentro feliz de la mano de un técnico que lo entendía, lo quería y valoraba; todo bien, hasta que, como sucede en la vida de los entrenadores que mantienen la maleta lista detrás de la puerta, el italiano se fue.
Otra vez “huérfano” la historia se repitió con el alemán Heynckes con quien por fin y a regañadientes aprendió que para triunfar en el futbol de hoy, hay que correr y sacrificarse, que con el solo talento no alcanza. Después otro alemán: Nico Kovács, quien no le tuvo la misma paciencia y terminó marcándole la salida del equipo, para regresar a Madrid, donde la fracturada relación con Zidane, tampoco le dio acomodo y emigró rumbo a Inglaterra, a la liga premier, al Everton, cuadro de media tabla, donde su “padre” Ancelotti lo volvió a arropar… pero para su infortunio, como en una novela kafkiana, cuando el “tano” se fue llegó Rafa Benítez quien le pasó cuenta de cobro (por lo del Madrid) y lo sacó del equipo.
Y así siguió sumando kilómetros y fracasos a su dilatada carrera futbolística en clubes de otro nivel como el Al Rayan de Catar y Olimpiacos de Grecia, entidades de los que salió por mutuo acuerdo.
En Europa las puertas se cerraban y regresó a América, a un equipo grande: Sao Pablo que lo llevó como figura y en donde le costó acomodarse con el técnico Dorival junior quien, al marcharse a la selección de Brasil, le dejó el puesto a Luis Zubeldia, argentino, que desde el avión que lo llevaba a la tierra de samba ya lo había descartado. Su buena presentación de Copa América, no alcanzó para convencer al argentino quien a pesar de la presión del presidente del club impuso su criterio y James sin equipo y con el sueño de volver a Madrid, ciudad que le encanta, aterrizó en Rayo vallecano… y allí la historia se repite como un libreto de una saga serial de muchos capítulos, tampoco juega; según el técnico, debido a sus lesiones y al no poder construir un equipo que gire a su alrededor, como sí lo hacen en la selección Colombia que maneja Néstor Lorenzo.
Lo de James es un caso extraño, no juega en sus equipos, sale después de corto tiempo de ellos, pero viste la camiseta nacional y es el mejor.
Hoy, James a sus 33 años, se lesiona en demasía, entrena poco en sus clubes, pero revive como el ave fénix con la camiseta de Colombia y grita a los cuatro vientos ¡aquí estoy y sigo siendo James Rodríguez!