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El fútbol ha cambiado (Esteban Jaramillo Osorio, Bogotá)
- Updated: 5 julio, 2015
Por Esteban Jaramillo Osorio
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*Terminó la Copa América, con el registro triunfal del equipo local, con parte de la cúpula que dirige y programa, en prisión.
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En 2006, en Alemania, Joseph Blatter describió el mundial como una fiesta inigualable, con un extenso peregrinaje de gente festiva rumbo al estadio, colorido en las tribunas, mujeres hermosas, turismo, alardes tecnológicos con la consolidación de internet y millones de aficionados viendo aquel espectáculo, fascinados, desde sus hogares en todo el planeta. No habló de la pelota, de los artistas que la mueven y de la esencia del juego en los campos de competencia. Algo estaba cambiando.
En la Copa América que concluyó en Chile, la temática giró alrededor de los efectos sociológicos del fútbol en las tribunas o fuera del estadio. Con pechos al aire o anunciando desnudos, algunas vedettes y periodistas buscaron notoriedad como la que destacó, con sus senos inflados y un celular provocador, hábilmente ubicado entre ellos, la paraguaya Larissa Riquelme años atrás.
No fueron promesas incumplidas, en lo que, para muchos, fue el mejor gol del torneo. El Ferrari de Vidal, estrellado en una noche desbocada; la salida turbulenta de Neymar y el tacto anal de Jara a Cavani, también robaron publicidad al evento.
La Copa pasa a la historia con el primer triunfo de Chile, pero no por su calidad de juego. Los componentes, como en su momento lo dijo Blatter, el dios terrenal que bendijo la corruptela rampante que hoy sacude el fútbol, fueron otros.
Es cierto, el fútbol ha cambiado. No hubo, esta vez, jugadas prodigiosas para el recuerdo, partidos memorables o goles de fantasía. Fue un soso ir y venir con la pelota, causando poco revuelo visual entre los hinchas, sin efectividad en materia de espectáculo y resultados.
La Copa fue un evento comercial sin discusión. Con estadios llenos, transmisiones radiales y televisivas maratónicas, algunas de indiscutida calidad, con periodistas en traje de faena, mendigos de entrevistas a los ídolos huidizos y malhumorados, espantados cuando la derrota era un castigo.
Decenas de patrocinadores hicieron, con su presencia, caso omiso a la turbia vida que el espectáculo tuvo en su trastienda y miles de aficionados colombianos, con atuendos expresivos, no ahorraron el respaldo que la selección necesitaba.
Terminó la Copa América, con el registro triunfal del equipo local, con parte de la cúpula que dirige y programa, en prisión, mientras se adelantan las pesquisas del FBI en el peor escándalo histórico del mundo del balón, que apenas tiene sus raíces.