Capsulas de Carreño

El silencio de un adelantado. Así fue el asunto (II)

Durante una transmisión en los inicios de quien es una leyenda de la radio colombiana.

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Capítulo II: El silencio de un adelantado. Así fue el asunto.
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Antonio Pardo García trabajó durante dos años (1950) como redactor de noticias.
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Desde que laboró en la agencia AP fue infectado con la pasión de contar la noticia en primera fila.
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Por eso llegó a la radio en los radio-periódicos «La Noticia» y «Adelante Informa».
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Después de entrevistar a Álvaro Lloreda Caicedo, empresario y político vallecaucano. fue contratado como reportero del diario El País.
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II

Así fue el asunto

Por Williams Viera, desde USA.
Columnista Cápsulas.

 

Allá en Medellín, en el barrio Manrique, en 1950 y durante dos años, trabajó Antonio Pardo García como redactor de noticias debido a la rapidez que tenía al usar la máquina de escribir y desde ese momento inició su andadura masticando noticias.

Y lo hizo en la oficina de la Associated Press, conocida como AP, en la época en que, esa zona, estaba ocupada por la emigración generada durante la Violencia desatada, en los campos, después del bogotazo en 1948 y de la que se decía era la revolución. Pero, ¿por qué se peleaba? Los seguidores azules iban a misa de cinco y los rojos a misa de siete, en una cuestión de turnos. La Violencia acabó hasta con el nido de la perra, amigos caídos, pueblos abandonados y los muertos a los ríos.

“En mi casa, ¡pa’ qué!, se rezaba a diario el Rosario y cada año, los mil Jesuses en el que invocábamos el nombre de Jesús mil veces, para derrotar todo lo maligno de nuestras vidas, ya fuesen problemas, enfermedades o carencias. En ese entonces, ya se escuchaba a Antonio Henao Gaviria y a Jaime Tobón de la Roche en programas de fútbol por la Voz de Antioquia. El primero narró el primer partido por la radio colombiana el 2 de febrero de 1947 a nivel internacional entre Municipal del Perú y Deportivo Independiente Medellín”, dijo Antonio Pardo García.

Aquí entre nos, ¿saben?, en El Diario de Medellín (1947-1953), el periodista encargado de elaborar la nota a través del relato de Henao Gaviria, escribió: “El locutor tuvo la osadía de narrar un partido en directo desde Lima, Perú”; mientras en el Diario la Defensa (1919-1959) sus lectores leyeron: “Fue un suceso con muchos problemas técnicos, pero marcó la narración colombiana e hizo traspasar las fronteras para llevarla al resto del mundo”.

Lo curioso es que este cronista no ha podido confirmar el resultado de ese partido con los dos documentos referidos por estar mutilados y ni siquiera el tío Google nos suministró la información requerida.


Una luz roja…

En esa época ya lejana y cuando el atractivo de Manrique era su iglesia que tenía en la cúpula una luz roja, a manera de faro, por lo que decían que era para orientar a los aviones que llegaban al Aeropuerto Olaya Herrera, cierto o falso, al menos este cronista no lo sabe.

Pero también, los tangos se escuchaban por doquier debido a los traganíqueles, especialmente, ‘Mi noche triste’ de Carlos Gardel, ese que dice: “Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida” o ‘Garufa’ que sonaba a todo volumen: ‘Garufa, ¡vos sos un caso perdido! / Garufa, ¡pucha que sos divertido…!’.

Eso ocurría antes de que empezaran las reformas y los jóvenes de entonces, como Antonio Pardo García que ya había iniciado su camino en el periodismo, decían, “nos llevó el ensanche, desde que volvieron anchas las calles estrechas, ¿dónde está mi barrio?… ¿Dónde la vieja barriada que me vio nacer?”.

Entonces, a Antonio Pardo García, en esa oficina en la que se recibían noticias del mundo y en las que también se escribían, se le oía decir: “Las cosas van a cambiar”. En aquel momento mostraba su destreza para escribir a gran velocidad por lo que se untaba de los hechos que se divulgaban.

Los compañeros que lo escuchaban no decían nada y continuaban con su oficio de revisar las informaciones que llegaban de todo el mundo, a través del télex que tenía un transmisor y un receptor-impresor que traducía las señales eléctricas que recibía en caracteres impresos.

Sin embargo, en ese lugar se colaban, por las rendijas, las voces de los vendedores ambulantes. Y en medio de ese griterío, sobresalía una que ofrecía: “¡La vida sin amor / es como un dolor sin Cabirol!”.

En tal sentido, el análisis que hizo, en ese momento, Antonio Pardo García, vislumbraba las grandes noticias que se aproximaban como sombras tenebrosas que causarían sufrimiento.

“Las cosas van a cambiar… En Estados Unidos llega al Senado, Joseph McCarthy y con él, de acuerdo con la información recibida desde Washington, se inicia ‘el macartismo’ traducida en represión política, persecución a individuos de izquierda y la campaña para difundir el miedo a la influencia comunista y soviética”, dijo el ‘pichón de periodista’, a quien le impactaba la belleza de las damas que llegaban a ese lugar de noticias con sus vestidos largos, pero las miraba dos veces para ver lo justo.

Pero Antonio Pardo García, con 16 años, insistía: “Las cosas van a cambiar… El nuevo presidente de Colombia, Laureano Gómez, por algo le dicen ‘Hombre tempestad y Monstruo’ por su incisivo verbo nos va a llevar a la Guerra de Corea”.

Meses después, la fragata ‘Almirante Padilla’ zarpó de Cartagena con destino a Corea con el fin de hacer patrullaje en el conflicto debido a la promesa de Laureano Gómez de hacer un gobierno anticomunista y pro norteamericano por lo que decretó la participación de Colombia en esa Guerra denominada Guerra Fría, capitalismo versus comunismo como si fuese un partido de fútbol.

Un privilegio…

“Tengo que confesarlo”, nos dijo para esta historia. “En la vida he tenido un gran privilegio muy lindo y es que nunca fui, en mi época de periodista activo, a pedir un trabajo. Siempre me llamaron de todas las empresas en las que estuve”.

Es evidente que Antonio Pardo García desde que laboró en la AP fue infectado con la pasión insaciable de ver y de contar la noticia en primera fila por lo que la misma lo llevó a la radio en los radio-periódicos ‘La Noticia’ y ‘Adelante Informa’ que se difundían en Medellín.

“En esa época, en la década de 1950, me ganaba 30 pesos mensuales con lo que, después de ahorrar un poco, me pude comprar un vestido de paño que me lo hicieron donde Jorge Puerta R., quien tenía como lema: ‘El sastre que impone la moda’… En ese entonces los periodistas nos distinguíamos por nuestro empeño de buscar la noticia y acudíamos al lugar de los hechos con lápiz y papel para escribirla e incluso recopilábamos las opiniones de los entrevistados por falta de una grabadora”, nos dijo.

Hay que recordar que por aquel entonces se hablaba, de manera continua, como si fuese un disco rayado, de las 50.253 muertes registradas de manera violenta, la más alta desde 1930 cuando había comenzado la violencia política en Colombia al igual que el surgimiento de la guerrilla; pero también se matizaba aquello, entre otros hechos noticiosos, con la derrota, 1-2, de la Selección Brasil ante Uruguay, en la final de la Copa Jules Rimet en el estadio Maracaná, el más grande del mundo, construido especialmente para la ocasión luego de 12 años de suspensión debido a la Segunda Guerra Mundial; del buen momento del fútbol colombiano en virtud de los títulos de Santa Fe que tenía, en su nómina, entre otros, a Julio ‘Chonto’ Gaviria, Antonio de la Hoz, Hernando Moyano y los argentinos René Pontoni, Héctor ‘El Pibe’ Rial, Ángel Peruca y Adolfo Benegas; de Millonarios con Gabriel Ochoa Uribe, Francisco ‘Cobo’ Zuluaga, el uruguayo Ángel Otero y los argentinos Alfredo Di Stéfano, Julio Cozzi, Adolfo ‘El Maestro’ Pedernera, Néstor Rossi y Pedro Cabillón; del Deportes Caldas con Ubaldo Luengo, Carlos Pulgarín y Carlos Arango; de Atlético Nacional, dirigido por el argentino Fernando Paternóster, que tuvo en su nómina, a Humberto ‘El Turrón’ Álvarez, a Carlos Gambina y Casimiro Avalos, algunas de las figuras de ese inolvidable equipo; del Deportivo Independiente Medellín con Efraín ‘Caimán’ Sánchez, José Manuel ‘El Charro’ Moreno y René Seghini; y el Deportes Quindío con la dirección de Roberto ‘Benitín’ Urruti logró el ‘Milagro’ con jugadores como Nelson ‘El Viejito’ Vargas, Jaime ‘El Manco’ Gutiérrez, Francisco Solano Patiño y Alejandrino Génes.

Entonces, en ese instante, al hablar con un maestro de la radiodifusión como don Antonio Pardo García, había que pedirle que contara como era el radio periódico de aquel tiempo.

“Tenía estructura organizada y su formato informativo se originó en los denominados ‘diarios hablados’ que eran espacios radiales en los que, sin más complicaciones, se tomaban los textos de los periódicos para ser leídos en los micrófonos. Los profesionales de los periódicos, en un principio, fueron quienes pasaron a la radio para leer lo que ya había sido publicado por la prensa. Entonces la radio empezó a desplegar sus verdaderas ventajas frente a los medios impresos luego de descubrir la posibilidad de transmitir las noticias deportivas, políticas y de guerra desde el mismo lugar de los acontecimientos”, nos dijo al recordar aquella época de cuando estuvo en la emblemática emisora de Medellín que se llamaba ‘Ecos de la Montaña’.

Antonio Pardo García en uno de los programas de Caracol Radio «A vivir que son dos días».

Cambio de dial

 En una tarde de sol primaveral, después de entrevistar a Álvaro Lloreda Caicedo, empresario y político vallecaucano, en ese entonces director del diario El País, le comentó que llegaría muy lejos con el periodismo.

“Muchas gracias”, le dijo Antonio Pardo García. “Apenas estoy aprendiendo”.

Era cierto, pero Lloreda Caicedo, sin darle tiempo de más, le dio una tarjeta de presentación y su voz resonó.

“Le tengo un trabajo como reportero en El País. Lo único que debe hacer es viajar de Medellín a Cali porque ya está contratado”, le dijo el empresario y político caleño.

Entonces, en aquel 1952, el ‘pichón de periodista’ aprendió a descubrir la noticia en un lugar que no conocía al convertirse en reportero de una ciudad que tenía un Palacio Departamental, inaugurado en 1930; de ir al Teatro Olympia por la carrera sexta; de transportarse en los buses de la empresa San Fernando sin dejar de ver cómo era la fábrica de textiles El Cedro o de sentarse a conversar, en un momento de relax, con personas mayores que él en el Café Los Turcos, ubicado en el barrio Centenario, sin que dejemos de mencionar que andaba por la Avenida Colombia con libreta en mano y bolígrafo para redactar la historia, entre otras, del edifico Coltabaco que había sido diseñado por el arquitecto Guillermo Garrido o del puente Ortiz cuando apenas empezaban a circular las recién llegadas ‘berlinas’.

“Aquella experiencia fue vital para mi desarrollo profesional debido al papel de observador sin la agitación, todo el tiempo, de la sala de redacción. El periodismo nace del corazón por ser una profesión vocacional o un oficio como se dice en este tiempo”, nos dijo.

En ese momento el personaje de esta historia descubrió, con los habituales residentes del parque conocido como la Plaza de Caicedo, escribanos públicos y emboladores de zapatos, que el aburrimiento, el miedo y la ira son las razones por las que la existencia humana es tan corta; pero al desaparecerlas de su pensamiento, le permitió iniciar el placer supremo de obtener lo que anhelaba.

Sin embargo, el camino de la vida le tenía reservada otra oportunidad a través de la profesión u oficio que cultivaba. Entonces, viajó a Bogotá y guiado por el político y escritor Gilberto Álzate Avendaño, conocido como ‘El Mariscal Rampante’, lo condujo por cargos como reportero, jefe de información, diagramador y titulador en el Diario de Colombia.

“Era la época de la censura que se ejercía de manera desigual. Después de un año de trabajar en ese medio me llamó Mariano Ospina Pérez, quien deseaba tener una plataforma que contrarrestara a su rival, Laureano Gómez, que tenía El Siglo y por ello creó La Republica que trataba temas económicos”, nos dijo Antonio Pardo García.

Y era lógico. Él tenía la facilidad de escribir, a pesar de la edad, las entradas de las noticias para que impactaran entre los lectores por lo que fue conocido en las redacciones con el apelativo de ‘Míster Lead’ por lo que, sin querer, ¿o sí?, se convirtió en uno de los voceros de la nueva generación de periodistas que vivieron, de cerca, en el centro de Bogotá, horas de horror y pánico el 6 de septiembre de 1952 por el asalto a los edificios de los diarios El Tiempo y El Espectador, ubicados en la Avenida Jiménez entre carreras séptima y cuarta.

“Los exaltados ingresaron violentamente a las sedes de los diarios. Destruyeron las oficinas y los archivos mientras que las rotativas, de ambos periódicos, sufrieron graves daños”, recordó Antonio Pardo García con la sensación agridulce de haber sido testigo de los horrores del conflicto colombiano en una nación confundida, espantada y perpleja cuando estaba en Estado de sitio permanente y su capital en toques de queda intermitentes, pero eso no fue impedimento para que las señoras salieran a la calle en grandes manifestaciones pro paz en el momento que la violencia desmedida se salió de todo contexto y un tsunami de sangre cubrió el territorio nacional luego de la acción pirómana de incendiar la casa de Alfonso López Pumarejo que colindaba en la calle 24 con la del presidente Roberto Urdaneta Arbeláez, respetada por las llamas que estaban destinadas, con exclusividad, a la residencia del expresidente liberal.
(Continuará… Capítulo III: Nada está entre paréntesis)

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