Capsulas de Carreño

En filas de a uno. Por Pablo Arbeláez Restrepo

El equipo Tinkoff-Saxo es una máquina de control que trabaja a fondo para su líder Alberto Contador, uno de los favoritos para ganar el Tour de Francia. Foto cortesía Tinkoff-Saxo.

El equipo Tinkoff-Saxo es una máquina de control que trabaja a fondo para su líder Alberto Contador, uno de los favoritos para ganar el Tour de Francia. Foto cortesía Tinkoff-Saxo.

Por Pablo Arbeláez Restrepo

Pablo Arbelaez

Esta vez no queda de otra que usar una extraña y hasta antagónica construcción gramatical.

En filas de a uno, términos nada apropiados para los puristas de la lengua, pero quizás los más acertados en esa idealización de quienes quieren ver el ciclismo individual.

Es sino pararse a borde de carretera de la Vuelta a Colombia, el Giro o el Tour, para apreciar el sentir de los aficionados cuando ven pasar a los corredores de uno en uno, sudorosos y jadeantes ¡Pura emoción!

La colectiva modernidad impuesta por Lance Armstrong, quiso que sus compañeros lo llevaran en carroza, para minar primero las fuerzas rivales, y luego destrozarlas con su arrollador paso en los kilómetros finales. Pero años después, se supo cuál era el secreto para lograrlo.

La moda grupal de carrera se perpetúa en el tiempo, con los clásicos ejemplos del Team Sky de los trazos ganadores de Wiggins-Froome y ahora con la muestra de Alberto Contador y su aceitada sincronía del Tinkoff-Saxo. Máquinas provistas de pistones que muelen esperanzas ajenas.

Por fortuna, el lugar común de los ascensos colectivizados a espera de una llegada al estilo You Tube, tiende a romper el esquema táctico, dando paso a las ambiciones personales como las promovidas en su momento por los héroes de antes. De aquellos capaces de lanzarse en cabalgatas indómitas y trepidantes.

Merckx, Hinault -último francés campeón del Tour en 1985-, Pantani, Herrera, Indurain, Delgado, Parra, eran amados por los feligreses de la carretera, por cuanto fueron ellos los encargados de construir santuarios de idolatría, con sus feroces demostraciones en la montaña.

Para fortuna de este ciclismo dogmatizado y sindicalizado por lo colectivo, en estas últimas pruebas de la temporada se han visto pinceladas de cambio. En el Dauphiné Liberé, la Vuelta a Suiza, el Giro de Italia y hasta en la Ruta del Sur, hubo emocionados pasajes de un ciclismo que reclama el retorno de la épica, del comportamiento agonístico y el libre albedrío de los escaladores.

De ahí que hoy soñemos con ver un Tour de atrevidos «cabalgantes». De esos que conviertan los lotes en rosarios desparramados, para que el espectador instalado, en la vía o al frente de la televisión, pueda decir que retornó el pedalismo libertario, repleto de entusiasmo de cuenta de los adalides de la bicicleta.

De ahí que a 12 días del inicio del Tour, estemos de cuenta de Froome, Nibali, Quintana, Contador, Pinot, Peraud y van Garderen, para que podamos gozar de nuevo con las filas de a uno.

 

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