Capsulas de Carreño

Escalofríos chilenos

Fernando SolabarrietaFernando Solabarrieta

*Estamos a 4 días de repetir ese rito masoquistamente delicioso de jugarse la felicidad personal en 90 minutos.

Nervios, ansiedad, confianza, miedo, ilusión. Las clasificatorias vuelven y con ellas todas las sensaciones que nos atrapan cada 3 años. A menos de una semana vuelven los recuerdos dolorosos del setentero gol del peruano Muñante, las alegrías del fabuloso equipo que nos llevó a España 82 con los piques del Pato Yañez, la zurda de Aravena que no alcanzó para llegar a México y el corte de la vergüenza intentando tomar el atajo para el mundial italiano de 1990.

La desoladora espera mirando por la ventana cómo nuestros vecinos intentaban llegar al mundial gringo y las maravillosas emociones que nos regaló la dupla Zasa para volver a un mundial e invadir las calles francesas gritando un ceacheí. Los desaciertos rumbo a Japón y Corea, Olmos y su porfía de cara a Alemania, la revolución de Bielsa para clasificar a Sudáfrica y la magia de Valdivia y Alexis para llegar a Brasil el 2014.

Las eliminatorias son especiales para todos los que amamos el vértigo de vivir en torno a los vaivenes de un balón. Son una bomba de adrenalina que despiertan un huracán de sensaciones, a veces buenas y en otras tremendamente desagradables, emociones que marcaron días y hasta épocas de nuestras vidas. Es que este proceso casi igual a una aventura épica, fue el máximo desafío futbolero para nuestra selección durante décadas. El Mundial era un agregado, un bonus track, la yapa. Lo realmente grandioso era sortear ese proceso terrible que por años fue eliminatorio.

Ha vuelto esa sensación, estamos a 4 días de repetir ese rito masoquistamente delicioso de jugarse la felicidad personal en 90 minutos. Brasil será el comienzo del recorrido. Sin Neymar, lejos del brillo histórico y con las confusiones de Dunga. Pero aún así no es fácil, por más que no lleguen en buen momento, los pentacampeones ofrecen las armas necesarias para sentir ese escalofrío que recorre las espaldas de todos los que nacieron condenados a amar el fútbol.

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