Capsulas de Carreño

“Gataflorismo”: ¡Eso sí es autocrítica! (Luis David Obando)

 

 

Por Luis David Obandoluis-david-obando

 

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* Saberse mirar al espejo es el primer paso para enmendar caminos, si es necesario.
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Más allá del fútbol y de la coyuntura actual, pocas veces (quizá ninguna antes que ésta) había visto una mejor radiografía de la idiosincrasia argentina, como la que hace el bonaerense Marcial Ferrelli en su columna Rompeídolos unidos del Río de la Plata, en Cápsulas.

En su comentario, Farrelli alude a la manía gaucha de no encontrar bueno nada, y lo hace a propósito del vapuleo a la selección Argentina por perder la final con Chile, y de la renuncia de Messi a representar más a su país.

A partir de este cuadro, el columnista no para en mientes para describir las características del argentino promedio. Para ello usa además una palabra de antología: “gataflorismo” (de la gata flora, que cuando le dicen que sí, chilla, y cuando le dicen que no, llora; para utilizar un lenguaje apto para todo público).

Con tanta y tanta gente en realidad buena que hay en ese país, la verdad es que el vicio de la comparación permanente desde la propia vanagloria y desde la subestimación del otro, es una mancha genética que se oculta en los triunfos pero se agiganta en las derrotas. Por eso son tan estruendosas: porque el ego inflado, al derrumbarse, contribuye al aplastamiento.

Maravilloso que lo diga un argentino y en exquisita prosa. Eso es lo que se llama autocrítica, y siempre será el primer paso para enmendar los malos caminos. El resto es que haya voluntad para dar los nuevos pasos.
 

Por lo demás, ya lo verán: Messi se vestirá de nuevo y tal vez pronto de albiceleste. Lo de estos días, además de la vergüenza del penal errado y de una AFA en ruinas, no va más allá de un buen plato de medios, que muy oportunamente tiñe de Lío lo que se considera la ropa sucia de haber perdido como equipo una final más. Como si el segundo puesto fuera el peor de todos…

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EXTRATIEMPO. No somos más, ni tampoco somos menos: un tercer puesto es más que merecida medalla para una selección Colombia que brilló al principio para opacarse hasta casi ya no relucir más. Ni modo de sacar excusas: en la Copa América Centenario no fuimos más que Chile ni Argentina, y sí mejores que Estados Unidos.

 

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