Capsulas de Carreño

¡‘Juepucha’!…, Diego ‘Chonta’  se nos volvió escritor (Desde USA)


POR WILLIAMS VIERA, desde USA.. //

 

 

Durante años en Santander de Quilichao no han dejado de hablar de otra cosa como si el tiempo se hubiese detenido. Es como si todos sus habitantes tuviesen una misma ansiedad común, incluido Luis Enrique Delgado, un veterano periodista deportivo que estuvo durante muchos años en la redacción del periódico Occidente.

Diego Muñoz Velasco, conocido como Diego ‘Chonta’, la experiencia alcanzada como redactor deportivo y de temas de orden público le dieron el bagaje para empezar a hacer el tránsito como escritor.

Muchos ya lo saben y lo hablan en el Parque Francisco de Paula Santander, donde se encuentra una estatua a su memoria por ser el Hombre de las leyes y por ser el que construyó el primer sistema de educación pública de Colombia al impulsar la creación de escuelas y universidades.

Muchos ya lo saben y lo hablan en la Alcaldía Municipal, en la Iglesia de San Antonio de Padua, en la Casa Cural y, naturalmente, en la Farmacia Colombia, en donde pocos saben, trabaja el padre del personaje de esta crónica, Israel Muñoz Roitmann, por ser el dueño y en donde su abuelo, Marcus Roitmann Chontanky (q.e.p.d.), tuvo una visión de un niño con las mangas del pantalón arremangadas, tomando fotos y escribiendo.

Muchos ya lo saben y lo hablan ahora que Diego Muñoz Velasco, conocido como Diego ‘Chonta’, el nieto de Roitmann Chontanky y Ernestina, hijo de Yamila y hermano de Diana, le acaban de publicar, en España, tres libros y uno de ellos, Kether, está por convertirse en una película que será producida por la periodista Isabel Cuervo, quien vive en Estados Unidos y dice que “es una historia encantadora luego de leer el guión” que, igualmente, escribió ‘Chonta’ el fotógrafo y el periodista que estuvo, durante muchos años, en El Espectador y como corresponsal de El Mundo de Medellín informando de deportes y de otros acontecimientos nacionales e internacionales que le designaban desde las jefaturas de redacción o por ese olfato tan peculiar que tienen los que ejercen el mejor oficio del mundo.

Vamos por partes

Las aventuras periodísticas de Muñoz Velasco, ‘Chonta’ en honor a su abuelo quien era un andariego que salió de Rusia por ser judío en la época en que se iniciaba la máquina de coacción de la que formaban parte el ejército rojo, la policía, los tribunales y la cárcel. Entonces él, Roitmann Chontanky, decidió viajar a Brasil en un barco a escondidas y luego, montado en un caballo, sin saberse por qué, llegó a Santander de Quilichao, en donde echó raíces.

“Se enamoró de Enriqueta, tu abuela, una mujer blanca que le cerró la puerta para que no se fuera”, le escuchó a su padre Israel, un día que hablaba con Yamila Velasco, su esposa y madre de Diego y de Diana.

En esa época en que todos lo llamaban ‘Chonta’, incluidos los profesores del Instécnico, creían que el tal ‘Chonta’ era el apellido del joven Diego.

Y hasta el día de hoy los excompañeros del colegio y de los periódicos en los que trabajó en Colombia, como Fernando Escobar, quien era jefe de distribución de El Espectador en Cali siguen convencidos que Diego ‘Chonta’ es único y cuando se les pregunta por Diego Muñoz Velasco responden, “no sabemos quién es”.

Escobar, quien vive en este tiempo en Houston, Texas, haciendo lo mismo de cuando trabajaba en las oficinas de El Espectador, sí las que quedaban en la calle 25, a la vuelta del diario El País, justamente al frente de la Cruz Blanca en donde enterraron, en una fosa común, a 4.000 víctimas del 7 de agosto de 1956 luego que siete camiones militares que llevaban 1.053 cajas de dinamita que pesaban 42 toneladas, provenientes de Buenaventura, explotaron, repentinamente, a la 1:07 de la madrugada. Aquel desastre despertó a los 400.000 habitantes que tenía la capital vallecaucana por aquellos días y todos creyeron que las puertas del infierno se habían abierto, especialmente entre los residentes de los barrios afectados como San Nicolás, El Porvenir, El Hoyo, El Piloto, Fátima y Jorge Isaac.

“Diego Chonta, a ¿que hora nos vamos para el estadio? Es día de clásico y supongo que va a hablar con el portero de la puerta de prensa para que me deje entrar y así poder ver Cali-Nacional de cachete. Es decir, que no tenga que pagar nada”, dijo Escobar.

“Prepárese, nos vamos a las 2:30 de la tarde. ¿Quiere que le diga algo? Creo que en este sector las ánimas de la explosión no descansan en paz y parece que juegan fútbol”, respondió ‘Chonta’ mientras miraba la cruz blanca. La reacción de Escobar fue de pánico.

‘Juepucha’ es otra historia escrita por el periodista deportivo y fotógrafo Diego Muñoz Velasco, conocido como Diego ‘Chonta’ en el mundo del mejor oficio del mundo.

Perdido en la selva

     Los amigos de ‘Chonta’ en Santander de Quilichao se dispersaban hacia el parque, entre ellos Hersain Tobar, cuando se enteraron que él se encontraba desaparecido y que nadie sabía de su paradero. Lo único que sabían era que estudiaba idiomas en la Universidad del Valle, pero en aquel entonces estaba cerrada debido a los disturbios en que se oían detonaciones y se producían vivos relámpagos de luz blanca, azulada o rojiza que iluminaba todo el sector del sur de la ciudad de Cali, pero se veían los botes de los gases lacrimógenos que provocaban lagrimeo, irritación y ceguera temporal mientras que un sinnúmero de piedras parecían caer del cielo. Así lo contaba la población de a pie que vivía en ese sector a periodistas de la radio, como Julián Benítez (q.e.p.d.), quien decía, “aquí Caracol, estamos en el sitio de la noticia. Esto es un caos por el enfrentamiento de la policía y los estudiantes”.

     Mientras los padres de ‘Chonta’ y sus amigos estaban preocupados, él andaba junto a un periodista de El Espectador, Fabio Castillo, el que escribiría años más tarde, ‘Los Jinetes de la Coca’, quien estaba realizando por aquellos años algunas investigaciones por orden de Don Guillermo Cano Isaza (q.e.p.d.). El director del diario de los Cano estaba aburrido que El Tiempo o El Siglo, en la época de Álvaro Gómez Hurtado (q.e.p.d.), dieran la noticia primero y que además, tenía que escuchar, de sus jóvenes periodistas, “ay, don Guillermo, estaba en un parcial en la universidad”.

‘Chonta’ y Castillo llegaron hasta los Llanos del Yari, en donde queda Tranquilandia, pero el operativo del ejercito que se adelantó en ese entonces hizo huir a los dos jóvenes periodistas. Aquella fue una de las primeras aventuras del muchacho de Santander de Quilichao que se perdió, durante tres días, en la selva.

Otra de las obras de Diego ‘Chonta’ que se promociona por estos días en Madrid, España.

 

La muerte llegó en orines

En aquel entonces Diego ‘Chonta’ trabajaba con Henry Holguín (q.e.p.d.), director del diario El Caleño, un vespertino tamaño tabloide, especializado en la crónica roja. Sus lectores decían, de manera irónica, “hay que tener cuidado, de sus páginas, la sangre chorrea”.

Sin embargo, los deportes eran su otro gancho de circulación y ‘Chonta’, en los días en que había programación futbolera, debía realizar el doble trabajo de la fotografía y escribir la nota de lo que había sucedido en el tapete verde.

En el momento que ‘Chonta’ se iba del Pascual Guerrero, a los 85 minutos de juego, el 17 de noviembre de 1982, la muerte se presentó por medio de una lluvia de orines que cayó desde la tribuna sur, parte alta, hacia los aficionados de abajo que salían por la rampa de ese sector, pero al escuchar el grito de gol convertido por Carlos Amaro Nadal, delantero uruguayo al servicio del Cali, decidieron regresar al estadio con lo que causaron una estampida que dejó 24 muertos y 100 heridos, quienes le contaron a ‘Chonta’ que “el sonido de los huesos rompiéndose de los muertos se escondió detrás de los alaridos de quienes estaban tirados en el piso pidiendo que alguien los ayudara o que los matara para no sufrir más”.

Holguín, el periodista que la muerte lo aguardó por años y que le permitió que él la eludiera cada vez que le mandaba un aviso en los nueve atentados que enfrentó y en los cuatro infartos que sufrió, esperó con ansias, durante aquella noche, a ‘Chonta’, en la redacción de El Caleño, y le dijo, “Diego, abrimos con las fotos que trae y el título será, ‘Y todo por una meada’…”.

La nota del partido, en todos los diarios y en los semanarios deportivos de la época, Balón y Nuevo Estadio, pasó a un segundo plano aunque sí dijeron que el juego entre Cali y América había sido electrizante con un resultado impactante, pero con un rumor de sabotaje para los jugadores caleños. La comida, en el hotel en que se habían concentrado, les provocó cólicos con diarrea.

A pesar de aquella tragedia, se dio a conocer que ese clásico vallecaucano había terminado 3-3 debido a las anotaciones del colombiano Bernardo Redín, del peruano Roberto Mosquera y de Nadal por los azucareros mientras que los colombianos Willington Ortiz y Juan ‘El Martillo’ Penagos y del paraguayo Juan Manuel Battaglia habían convertido para los ‘diablos’ en la contienda dirigida por el árbitro argentino Teodoro Nitti.

La revista de inmigración que publicó ‘Chonta’ y su grupo se constituyó en todo un éxito hasta que aparecieron las publicaciones que se regalaban.

Un verso para olvidar

El periodista, así no se quiera, representa un espléndido testimonio de la historia diaria de los acontecimientos y ‘Chonta’, debido a las experiencias vividas, llegó a escribir, por estos días, en Madrid, España, en donde vive hace 21 años, “si pudiese olvidar/ olvidaría./ Si supiese qué olvidar/ también olvidaría./ Si supiese cómo empezar a olvidar/ olvidaría, igual./ Te olvidaría/ si supiese/ por qué tengo que olvidarte”.

Pero nada se olvida cuando se vive con tensión y pasión en una redacción de un periódico, de un noticiero de televisión o de la radio o cuando se organiza un portal de Internet quedando una clara sensación que la actividad arrastra al periodista.

Diego ‘Chonta’, como se le conoce, trabajó en El Pueblo, el diario de los Londoño Capurro, por allá en 1984, y en ese diciembre, Israel, su papá, le dio una cámara de fotografía y le dijo, “este regalo será testigo de una revolución que puede afectar a un país e incluso al mundo o consignando las idas y venidas de una comunidad local o congelando las imágenes que se producen en un partido de fútbol”.

Y el estreno de aquella cámara fotográfica se produjo en la noche del 3 de diciembre de 1984. Holguín, quien había renunciado a la dirección de El Caleño, trabajaba en El Pueblo.

“Diego, hay que estar pendiente del radio teléfono por lo que pueda suceder. Mario Posso Jr. (q.e.p.d.) aún no ha terminado las páginas de deporte y si usted puede darle una mano, hágalo para que el cierre de la edición no sea tan tarde”, dijo Holguín.

La noche de aquel día, parecía tranquila. De pronto, por el radio teléfono, conectado al Departamento de Policía, se escucharon gritos. ‘Chonta’ y Posso Jr., dejaron sus máquinas de escribir y prestaron atención. “Sucedió algo grave en el centro de Cali, sí, al frente de la Plaza de Caicedo”, fue lo que salió de aquel aparato que siempre permanecía encendido.

‘Chonta’ y Posso Jr., apenas tuvieron tiempo de escuchar la información y sin pensarlo dos veces, abandonaron las instalaciones del periódico que estaban en la avenida tercera norte con calle 26. Entonces, lo que se pensaba que era un simple robo en el Diners Club del edificio Otero, ubicado en la calle 12 con carrera 5, terminó en el secuestro de catorce personas que fueron encerradas, en un baño, durante cinco horas y luego asesinadas una a una.

‘Chonta’, con la cámara que estrenaba, logró 36 fotos de aquella masacre y 18 imágenes de ellas ocuparon dos páginas en la edición extra de El Pueblo, pero Posso Jr., al ser redactor deportivo, se escribió una crónica imborrable que hizo correr ríos de lágrimas entre los lectores.

Viajar al Perú

“Si supiese qué olvidar/ también olvidaría./”, pero a ‘Chonta’, como le dicen sus amigos, no lo olvidan a pesar de la distancia que es como el viento mientras los recuerdos permanecen en el libro de memoria que tenemos.

Entonces, debido al trabajo que realizaba ‘Chonta’ en El Caleño y como corresponsal de El Mundo tanto en deportes como en noticias generales, los ejecutivos de ambos medios periodísticos decidieron enviarlo a Lima, Perú, para que hiciera el cubrimiento de la segunda vuelta electoral en la que los candidatos más votados, Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori, podían lograr la presidencia el 10 de junio de 1990 luego del primer debate electoral en la historia del Perú, una semana antes de las elecciones.

“Me equivoqué al querer ser presidente. La política no es lo mío, pero sí la literatura que puede mostrar cualquier régimen o ideología como testimonio llameante de sus insuficiencias o de su ineptitud para colmar a su gente”, le dijo Vargas Llosa a ‘Chonta’ después de perder aquella contienda electoral.

Pero como la noticia nunca se detiene, ‘Chonta’, al regresar a Cali, tenía que prepararse para los partidos que tendría la Selección Colombia que dirigía Francisco Maturana en Barranquilla en el marco de las eliminatorias al Mundial de Italia-90 que a la postre representó el regreso del combinado nacional a una cita mundialista.

Era la época en que los periódicos enviaban a su gente a los grandes eventos para dar a conocer en detalle, a sus lectores, lo que ocurría.

Diego ‘Chonta’ trabajaba en el ABC de España y estuvo en el estadio Vicente Calderón, el 9 de diciembre de 2012, día en que Radamel Falcao García, ‘El Tigre’ en su mejor época goleadora, le anotó cinco tantos al Deportivo Coruña.

“Los muertos no escriben”

      Diego ‘Chonta’ estuvo en El Espectador durante 5 años y en ellos nunca dejó de hacer la dualidad periodística. Escribía de deportes y se encargaba de la fotografía, pero también tenía la misión de no dejar escapar la primicia en los demás temas hasta que un día decidió abandonar todo y se fue a Tuluá, en donde, junto a Darío Rubén Gálvez, quien años después, llegaría a ser director de Noticias de Calidad, se lanzó a producir un periódico que llamaron El Mercurio con el que querían promocionar, entre otras cosas, al Cortuluá que había ascendido de la mano de Humberto ‘El Tucho’ Ortiz con jugadores como William Vargas, Diego Gómez, Adelmo Vallecilla y Carlos Rodas, entre otros.

“La idea era romántica, pero nos expulsó la guerrilla. Es decir, nos sacó tarjeta roja”, nos contaría ‘Chonta’ desde España.

Era un desafío demasiado evidente y mientras abandonaba la oficina que ocupaba en Tuluá, después de ejercer el mejor oficio del mundo, se subió a la buseta que lo llevaría sin peligro hasta la puerta de la casa en donde vivía. Entonces sintió que el hombre que se había sentado a su lado, le hablaba del periódico. “Era para ganar tiempo mientras pensaba”, diría ‘Chonta’. Pero el hombre le empezó a decir que sabía todo lo de su familia, le expresó quien era la novia, la hora de las salidas de la oficina por la tarde y de la casa en la mañana y qué ruta de buseta utilizaba tanto de ida como de regreso. Tan pronto como terminó le dijo:

“Los muertos no escriben ni sacan fotografías ni cuentan historias”.

Un día después de los cinco goles que Falcao le convirtió al Coruña, el jugador colombiano se mostraba feliz y sonreía en todo momento.

El camino lleva a…

Por aquellos días en Tuluá, como lo ha expresado infinidad de veces el escritor Gustavo Álvarez Gardeázabal, quien veía a ‘Chonta’ notaba su palidez y aunque llevaba su cámara al hombro, y tenía puesta su acostumbrada chaqueta de jeans, había un detalle diferente: las mangas del pantalón no las llevaba arremangadas.

Así era. En este pueblo de chismosos todos se daban cuenta del más mínimo detalle como le ocurriría, tiempo después, a Martín Alonso Aragón, otro periodista de la zona que tuvo que emigrar para seguir viviendo.

Si bien había dejado el diario El Espectador, recordaba que las excompañeras Josefina Cogollo, Dolly Solórzano e Isabel Cristina Parejo le habían contado que “Don Guillermo era feliz con periodistas jóvenes que hacían cosas insólitas que no hacían los viejos, que sólo querían estar sentados en sus escritorios interpretando los hechos. Los jóvenes, en cambio, querían descubrirlos aunque con ello se les fuese la vida”.

Entonces ‘Chonta’ aceptó viajar a España junto a Tulia Alexandra Figueroa con quien tenía una relación sentimental desde la época en que estudiaban en Univalle.

Los dos periodistas ingresaron de nuevo a la Universidad. Ella en Salamanca en la que realizaría una Maestría en Cultura y Comunicación en Ciencia y Tecnología mientras él, en la Complutense, haría una Maestría de Periodismo de Calidad.

Muchos de los compañeros de ‘Chonta’ en la Complutense sabían de lo que hacía en Colombia y uno de ellos lo acercó al ABC en el que volvió a hacer el trabajo dual, reportero gráfico y redactor de deportes.

Por tal circunstancia, a pesar que escribió “Si supiese cómo empezar a olvidar/ olvidaría”, Diego ‘Chonta’ nunca podrá olvidar el 9 de diciembre de 2012. Él estuvo en el Vicente Calderón en la tarde en que Radamel Falcao García, ‘El Tigre’ en su mejor época goleadora, le anotó cinco tantos al Deportivo Coruña en el marco de la jornada 15 de la Liga española.

“Los demás compañeros de prensa me abrazaban como si yo hubiese convertido aquellos goles”, contaría ‘Chonta’ años después.

El trabajo realizado en ese diario español llevó al nieto del ruso judío Marcus Roitmann Chontanky a ser contratado por El País mientras que en Santander de Quilichao, hablaban de las aventuras del hijo de Israel y Yamila.

Una de las revistas que se atrevió a publicar Diego ‘Chonta’ en el momento que intentó ser empresario.

Experiencia empresarial

La experiencia adquirida en Tuluá de cómo hacer un periódico llevaron a ‘Chonta’ y a Tulia Alexandra a organizar una revista quincenal que llamaron ‘Quiu’ que contenía temas de integración migratoria con ediciones en francés, en español y en árabe.

“La revista se vendía a 2 euros, pero con 1 se quedaba el vendedor de periódicos. Aquello fue una locura porque ellos le ponían todo su empeño. Llegamos a circular 40.000 ejemplares con avisos publicitarios de las grandes compañías interesadas en ingresar a los mercados que estábamos manejando hasta que un día empezaron a circular revistas que se regalaban. Ahí se acabó nuestro negocio”, recordaría ‘Chonta’.

Pero además de ‘Quiu’, editaron ‘Instinto’ que tenía temas de cultura sexual.

Mientras hacían aquellos medios de comunicación, ‘Chonta’ había empezado a organizar viejas historias escritas con las que deseaba llegar al mundo editorial de los libros.

Diego ‘Chonta’ y Carlos Pizarro Leongómez (q.e.p.d.) en una charla en Corinto. Era la época del fotógrafo y del periodista que trabajaba en deportes y en orden público, desde Cali, para El Mundo de Medellín y para El Caleño.

El grito que lo detuvo

Atrás había quedado Diego ‘Chonta’, el fotógrafo y periodista que había entrevistado a Carlos Valderrama en la época en que estuvo en el Deportivo Cali además de otros jugadores de fútbol de esa época; el que fue enviado a Corinto, Cauca, para hablar con Carlos Pizarro Leongómez (q.e.p.d.) de los acuerdos de paz del M-19 durante el gobierno de Belisario Betancor (q.e.p.d.); el que se subía al Renault 4, conocido como el amigo fiel, de Soraya Caicedo, el mismo que se incendiaba a cada rato.

‘Chonta’, Caicedo y otros periodistas se iban en el R-4 hasta las montañas del Cauca a buscar la noticia del momento o hasta Cascajal, en donde entrenaba el América de Gabriel Ochoa Uribe (q.e.p.d.), por que él tenía que enviar una nota para El Mundo de Medellín con una entrevista a Hernán Darío Herrera en la que el jugador antioqueño debía explicar las razones de ser suplente después de ser titular indiscutible en Atlético Nacional mientras que Caicedo aprovechaba y realizaba algunas tomas del entrenamiento junto a Francisco Lagos para ‘90 minutos’, el noticiero del mediodía en Telepacífico, en el que Adriana Santacruz Velasco era la presentadora.

Atrás había quedado el ‘Chonta’ que estuvo en Armero después de la tragedia producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz el miércoles 13 de noviembre de 1985.

Por eso, nadie entiende la razón de los versos que escribió ‘Chonta’: “Si supiese olvidar/ olvidaría./ Si supiese qué olvidar/ también olvidaría”… Lo curioso es que un día, no hace mucho, él se encontraba en el Palacio de Cibeles que son dos edificios pintados de blanco, pero que están integrados y ubicados en uno de los centros del Madrid histórico de España cuando el grito de alguien lo detuvo.

“Diegoooo”.

‘Chonta’ miró hacia el lugar de donde provenía la voz e hizo un gesto de sorpresa mientras la otra persona se le acercaba y le decía:

“Diego, no olvido los reportajes que me hacía para El Espectador”.

“Hola, ‘Pibe’, ¡qué gustazo de verlo!”.

Entonces, ‘El Pibe’ Valderrama abrazó a ‘Chonta’ mientras René Higuita y Adolfo ’El Tren’ Valencia, entre otros, observaban con ternura aquel gesto.

Kether, primera obra de Diego ‘Chonta’ en España.

 

El momento del escritor

Después de dar por terminada su aventura empresarial al tener que cerrar los medios que tuvo en circulación, ‘Chonta’ se dedica a trabajar con la plataforma Uber y todos los días recorre las calles de Madrid para sobrevivir y más, en este tiempo de la pandemia, pero su olfato periodístico, al menos, le permite conocer nuevas historias que espera plasmar, algún día, en libros.

Para ‘Chonta’, el periodista y el escritor colombiano, este 2020 no lo olvidará jamás. La editorial española Doblevía editó dos de sus novelas: ‘Kether, Léeme la mano pero no me digas qué va a pasar’ y ‘Felipe Doscoronas y la Ciudad de Oro’.

Pero, igualmente ya están terminadas dos obras más: ‘El árbol que florecía de noche’ y ‘Juepucha… El lobo ha vuelto’.

“Kether no es el relato de un mago o de un adivino, sino también del mundo que gira a su alrededor. Una historia de sentimientos, de amor, de desamor, de locura y de cómo se siente una sociedad que está queriendo cambiar. Las sociedades cambian y en ocasiones ni nos damos cuenta. En la actualidad las grandes empresas son los gobiernos y nos imponen casi todo, la forma de vestir, de comer, de socializar. En la época de Kether los políticos eran los encargados, él fue testigo y actor en uno de esos cambios”, dijo Diego Muñoz Velasco ‘Chonta’ mientras se dirigía a la Calle de las Delicias, en donde está el ‘Restaurante Patacón Pisao’ que abrió sus puertas en Madrid y ofrece, desde hace más de 20 años, a los inmigrantes colombianos un lugar en el que pueden calmar sus antojos gastronómicos, pero también se ha convertido en un local de referencia entre los españoles que quieren probar la comida colombiana, especialmente, la bandeja paisa.

Y aunque ‘Chonta’ haya escrito “si pudiese olvidar/ olvidaría” él debe entender que aunque nos escondamos de los recuerdos, ellos siempre nos pillan.

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