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Los perriadores de La Matea (y 3).. Los Carlos y su fútbol al cuadrado. Por Pablo Arbeláez Restrepo
- Actualizado: 25 mayo, 2020
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Por Pablo Arbeláez Restrepo.
Especial para Cápsulas.
*Si Dios se encuentra en todas partes, los Carlos al cuadrado, mientras tanto, estaban a toda hora cerca de la cancha de La Matea. Ese era su reducto natural, emparentado con el hábitat del balón de los años 70.
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A Carlos Chirri Carmona, el infalible goleador, lo veían en la esquina, en la cancha o cerca de la casa de los mellizos Roldán, sus compañeros del Colegio Académico. Mientras que, a Carlos Mario Mesa, el director del torneo, lo podían encontrar aquí, allá o en acullá, siempre cercano al sector de la calle 35, entre Laureles y el barrio Las Acacias.
Ambos eran personajes infaltables en los torneos, y estaban a la mano. Todo el mundo los apreciaba. Y aunque en el fútbol se conocieron y nunca fueron compañeros de juego, la suya ha sido una amistad perdurable y honrada por la mutua admiración.
Chirri entregaba deleite al actuar; jugaba más que un gato chiquito y era muy perriador, en tanto que su tocayo se encargaba de que el certamen creciera y que se hiciera más conocido en los barrios, para que otros equipos quisieran presentarse en él. Ellos fueron dos de los muchos personajes que desfilaron por allí y que, por su papel, dejaron una profunda huella. Esa que es imposible de borrar para el colectivo del balón.
El Chirri de todos
A Carlos Carmona, nadie lo llamaba por su nombre; todo el mundo lo conocía como Chirri, y eso sucede hasta el sol de hoy. Franco, abierto, decidido, perriador y goleador, así fue y ha sido siempre. Por ser pequeño de estatura, su juego se convertía en acrobacia y despliegue físico. Era todo corazón, y a su privilegiada condición de habilidad y resistencia le añadía picardía cuando iba al cabezazo.
Buscarlo dentro del pequeño campo de juego, para frenarlo o intentar darle una patada se hacía casi imposible. Era tan escurridizo como un jabón que se escapa de las manos. A veces sus rivales llegaron a creer que también tenía ojos detrás de la cabeza o que poseía el extraño don de la ubicuidad.
Al igual que Ignacio Escobar y Carlos Penagos, Chirri fue uno de los estandartes de la cancha de La Matea, un lugar vital en donde se disputó el torneo que lleva en la memoria y que él considera «como algo inolvidable», porque se jugaba un balompié muy distinto y con una calidad de protagonistas incomparables. «El verdadero fútbol de la época estaba en la barriada». Esto lo ha sostenido Chirri Carmona, que se distinguió, también, por tener una estrecha relación afectiva con el balón.
Quienes jugaban allí, en ese potrero de 40 por 15 metros, lo admiraron y reconocieron como un rival alegre y leal. Era de los que extendía la mano para saludar al final del juego, así el contendor lo hubiera molido a puntapiés. Por estas virtudes y muchas más razones, ligadas al fútbol, fue que logró sumar esos amigos, que con el correr de los años se hicieron perdurables.
El encopetado equipo de Protomuebles, que primero se llamó el Olguitis -en honor a la que fuera su novia Olga Roldán, quien luego se convirtió en su esposa-, tuvo en él una preciada joya. Por dos temporadas consecutivas fue el máximo anotador del torneo, a comienzos de los años 70. Eso contaba para todos, pues se trataba de alguien a quien admirar y seguir.
Los contertulios futboleros del barrio pensaban que pronto militaría en el profesionalismo, lo que pudiera haber sido lo más natural. Pero por esas cosas extrañas que suelen acompañar al balompié, de hoy y de siempre, solo pudo llegar hasta la primera A con el DIM, categoría en la que también jugó en los conjuntos de Pilsen y la U. de A. Pero igual, Chirri sigue siendo Chirri. Y eso es lo que realmente vale y cuenta para los que conocen a Carlos Carmona.
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Carlos Mario Mesa y la visión global
“Ahí viene Senior», decían varios de los integrantes del equipo, a sotto voce -en voz baja-, con respeto y admiración, cuando lo veían acercarse. Carlos Mario Mesa se ganó este remoquete hecho elogio, porque los jugadores que disputaron el torneo de La Matea, vieron en él, a un hombre admirable, que hizo las veces de árbitro, directivo, planillero, jugador e incluso goleador. Un verdadero e incomparable todero.
Y si algunos componentes del cuadro de Aruba78-79, entre ellos Jorge «Cuchilla» Uribe, llamaron Senior a Carlos Mario, quien era alto, fuerte y macizo, fue porque él se encargó de darle impulso al certamen. El se merecía un término que lo acercara a alguien grande dentro del mundillo del fútbol; a ese ser respetable para el balompié de aquel tiempo que fue Alfonso Senior, el primer presidente y fundador del Club Los Millonarios, cabeza de la Dimayor y alto dignatario de la Federación Colombiana de Fútbol y de la Fifa.
Carlos Mario, quien aun vive en el barrio Laureles, a unas cuantas cuadras del parque de La Matea, recibió el testimonio de su predecesor Óscar Uribe y entre los años de 1974 a 1977, en su primera etapa, hizo de este un certamen respetado, con mucho nombre. El torneo también fue plataforma de inicio para funcionarios y dirigentes como Margarita Rosa Trujillo, Gilberto Molina Hernández, Julián Darío Pérez Medina, Sergio Trujillo y Álvaro Murillo Giraldo, destaca Mesa.
Para el entonces estudiante de Educación Física, el evento no solo se ocupó del fútbol de la categoría pony (Luis Alfonso El Bendito Fajardo fue el goleador de la primera edición), juvenil y mayores, sino que igualmente le abrió las puertas al baloncesto, atrayendo a figuras de postín, como los hermanos Choperena y Álvaro Darío Álvarez a la competencia. Todo un lujo.
Con la apertura de estos espacios, Carlos Mario Mesa, quien tuvo la enorme colaboración de Sergio Martínez en los torneos de La Matea, sembró conceptos de recreación y esparcimiento, los cuales se replicaron en otros espacios de la ciudad de Medellín. Incluso fueron tomados en cuenta por Coldeportes Antioquia.
Un quijote del deporte que trabajaba con las uñas desde las 8:00 a.m. hasta las 6:00 p.m., y que llevó al parque de La Matea la innovación en las reglas de juego del microfutbol de la época, que promovía el dirigente Jaime El Pantalonudo Arroyave, ex alcalde del municipio de Gómez Plata. Las normas contemplaban: equipos de siete jugadores, saque de los porteros, únicamente hasta la mitad de la cancha y la validación de goles dentro del área chica, solo si eran de cabeza.
Esa ardua labor le valió incluso los celos y la envidia, de aquellos que pidieron la desaparición del pequeño predio futbolero. Pero Carlos Mario le ganó el pulso a un funcionario de la administración municipal que quería poner palos entre las ruedas del torneo y recibió el espaldarazo del ex alcalde de Medellín Fernando Uribe Senior, quien ordenó mejorar la cancha y ponerle arenilla.
«Lo mejor de todo fue haberle podido aportar recreación y diversión a unos jóvenes que alimentaban sus sueños, creando sentimientos duraderos de amistad y fraternidad. Queda el orgullo de haber promovido un parque que fue siempre activo y generador de dinámicas sociales», recuerda complacido este esforzado pionero del deporte barrial. El rey de La Matea, como lo llamaba el genial periodista Guillermo Hinestroza Isaza.
Equipos que marcaron una época
Según Carlos Mario Mesa Sierra, estos fueron algunos de los equipos que disputaron la segunda etapa del torneo de microfutbol del parque de La Matea, ubicado en el barrio Las Acacias: Club Juventud 75, La Castellana, La Matea, Guayoloco, Apuestas El Dandy, Aruba 78-79, Los Cámbulos, Las Acacias, El Crédito, Protomuebles y La 41 de La América.
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Nota de la redacción. Este es un homenaje de admiración para Alonso Rendón, Albert Laclé, Gilberto Molina H., Jairo Jiménez, Luis Carlos Rendón, Jorge «Cuchilla» Uribe, Juan Rendón, John Jairo Carmona, Juan Fernando Gómez, Gabriel Jaime Barrabás Gómez y Hernán Darío Bolillo Gómez, mis compañeros del equipo Aruba 78-79 que honraron el fútbol cuando jugamos en el torneo de La Matea, donde contamos, además con el apoyo de nuestro amigo Jaime Sierra Campillo.
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