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Por Luis David Obando López.
Columnista Cápsulas.

* Por donde uno mire, empezando por las oficinas verdes, no hay con qué ni con quién.
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En tiempos de quemas y otros fuegos, en el camerino de Nacional huele profundamente a quemado. Pero a pesar del humo y las señales de asfixia que apuntan hacia una sola cabeza, el foco del incendio está en otro lado: en las oficinas de la dirigencia verdolaga.
La chamusquina no es de poca monta: en cenizas se están convirtiendo casi ocho décadas de realizaciones. O al menos las últimas cinco, desde que el Atlético Nacional es un equipo grande. Otrora lo fue en el país y el continente. Hoy, ni para ganar un partido en el Atanasio vacío de hinchas.
Está bien: John Jairo Bodmer no es el técnico de pergaminos que requeriría un banco como el verde Antioquia. Uno al principio se intentaba consolar recordando que hasta antes de 1987 el recorrido del mismísimo Francisco Maturana no pasaba de una temporada al frente del Once Caldas y un título en el babyfútbol. Por eso no se hacía mucha fuerza al cavilar de cuándo acá la dirección técnica de Tigres y Jaguares era suficiente hoja de vida para recibir el cargo en el Nacional. Tal vez ayudaba la asistencia técnica en la selección de Costa Rica, pero tampoco daba para tanto.
Sin embargo, no hay que engañarse: Bodmer no tiene ninguna culpa de que lo hayan contratado para tan alta dignidad y responsabilidad. Si no tiene buen ojo, y menos manejo, la causa de que esté donde esté (y de que haga lo que no hace) es de los dirigentes que allí lo pusieron. Unos propietarios que dieron en hacer del mejor equipo del país, uno a imagen y semejanza del Envigado: una ‘cantera’, que no es otra cosa que una fábrica de jóvenes futbolistas con sello de exportación, sin hambre de gloria ni ambiciones frente a la afición.
Son estos mismos dirigentes quienes han hecho del equipo más ganador en Colombia simplemente una plataforma de lanzamiento internacional de los pupilos de una de sus dueñas familiares, para único provecho y gloria de sus propias arcas. Ellos son los únicos responsables de que el Atlético Nacional hoy no tenga técnico, ni tenga fútbol, ni tenga nómina, ni tenga nada. Solo un color verde que despierta hondos suspiros de nostalgia.
Y aquí surge otra a favor de Bodmer: con esta nómina, vaya uno a ver si incluso el gran Pep Guardiola lograría algo. Así, por todos lados lo que se ve es un equipo chico, sin cuerpo ni alma para competir por algún objetivo de valor.
Por eso, ni las fuerzas combinadas de todos los cuerpos de bomberos voluntarios de Colombia, con toda el agua de todas las represas del país, lograría apagar el incendio de proporciones desatado en las toldas verdolagas. Por donde uno mire, empezando por las oficinas, no hay con qué ni con quién. ¿Hasta cuándo?




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