Capsulas de Carreño

Ovelar y Dacunha (Javier Castell, El Heraldo)

Javier CastellPor Javier Castell López,
El Heraldo

* Otho merece mucho más. Se lo ganó. Por extraordinario futbolista y por mejor ser humano.

En una sociedad llena de comportamientos contrarios a la ética y la moral; en la que el pan de cada día son las noticias que informan sobre la corrupción rampante; en una sociedad futbolera en la que sus máximos dirigentes están siendo perseguidos, y algunos apresados por la justicia ordinaria, en la que muchas veces las triquiñuelas y amaños transgreden la dignidad y los valores de este hermoso y popular deporte; un gesto de honestidad como el de Roberto Ovelar,  al aceptar que el balón había impactado en su mano y no en la del defensa universitario, contradiciendo el veredicto del árbitro, que ya había sancionado pena máxima a favor del Junior, no deja de ser un bálsamo, un oasis de gallardía en medio del desierto de la marrullería.

No importa que su reacción haya sido después del reclamo airado de los jugadores de la Autónoma. De su primer papel de beneficiado involuntario por la impericia arbitral, pasó al de noble competidor, y eso tiene un gran valor. Elucubrar sobre si tomaría la misma decisión si el partido fuese definitorio, es plantear escenarios hipotéticos que no hay manera de resolver hoy. Prefiero reconocer su ejemplo de honestidad. Aun desde el fútbol profesional se pueden enviar este tipo de mensajes que confirman sus valores formativos.

Otro tema: hace algún tiempo que, a través de los medios en los que tengo la oportunidad de expresarme, promuevo la idea de que los grandes jugadores del Junior en su historia, merecen un homenaje de parte de la institución. Uno con todas las de la ley.

En un escenario imponente, con abundante público, invitados especiales y con una promoción previa muy intensa. A Othon Dacunha y a Carlos ‘Papi’ Peña, los candidaticé hace un par de semanas para ser los primeros en recibirlo. No solo porque vistieron, sudaron y defendieron únicamente la camiseta rojiblanca durante su periplo profesional, dejándola tatuada en su piel y atesorada en su corazón, sino que después de que sus piernas redujeron las fuerzas para la competencia, le aportaron sus conocimientos y su responsabilidad como entrenadores y formadores. Literalmente le entregaron sus vidas a Junior.

El pasado domingo a ‘Otho’, lo agasajaron sus viejos excompañeros en la cancha del barrio Simón Bolivar. Hermoso y noble gesto. Lo que se hace entre amigos y con amor parece suficiente, cierto. Pero yo creo que Otho merece mucho más. Se lo ganó. Por extraordinario futbolista y por mejor ser humano.

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