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Pitos para los pitos (Jorge Iván Londoño Maya)
- Actualizado: 13 agosto, 2015
Por Jorge Iván Londoño Maya
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*Faltas aleves que en su momento no fueron castigadas con el rigor que merecían y sus responsables muertos de la erre.
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Ahora que Nacional ha entrado en vacaciones forzosas por obra y gracia de la Dimayor, al posponer el partido contra Patriotas, aprovechemos este paréntesis, para tocar otro tema de nuestro fútbol, que siempre queda al margen porque el análisis de los partidos copa todas las páginas. Me refiero a los vicios de los jugadores, acolitados por el arbitraje colombiano.
Como si no bastara con la mediocridad de nuestro juego, los jugadores montan su propio sainete, en el cual los de negro, amarillo o azul, también son protagonistas por su falta de autoridad. Veamos:
Los saques de banda se hacen desde el sitio escogido por el ejecutante, de acuerdo con su “juicio”, el cual, obviamente siempre será ventajoso.
Al cobro de las faltas, acompañadas por la actuación teatral del ofendido, hay que sumarle el cerco que se forma alrededor del “moribundo”, acompañado por los reclamos y el manoteo de los de allá y de los de acá.
Cuando la falta no amerita el teatro, siempre habrá un jugador que corre a pararse delante del balón para impedir que se cobre “de una”. Ese que hace las veces de tapia, comienza a moverse lentamente hacia atrás, solamente cuando el juez pone cara de juez.
Hacer las barreras es todo un trabajo de parto. Comienza por el mismo cerco alrededor del balón, luego el juez, haciendo las veces de repostero, señala con crema chantilly el punto desde el cual se debe cobrar.
Con disimulo cuenta los 9 metros para trazar allí la raya con la misma crema, no sin antes haber empujado unos centímetros a quienes integran la barrera. Luego sigue el tira y encoje cuando se arriman a la barrera los del equipo ejecutante, para tapar la buena visibilidad del portero. Por fin el cobro que casi siempre termina con el balón en la tribuna.
Patear el balón a cualquier parte, después de haber sonado el pito, conducta que antes se castigaba con una tarjeta amarilla, ya hizo carrera en nuestro medio.
Que tal la persecución que tiene que hacer el árbitro detrás del jugador al que le va a mostrar la tarjeta amarilla. Es decir, la autoridad vestida “de cortos”.
Súmele el cambio de jugador, ritual que comienza por la despedida de manos del árbitro de parte del jugador que sale, quien en reconocimiento lo acompaña casi hasta la raya, en medio de ruegos para que acelere un poquito.
Y tengo ñapa, como la Tono. Las faltas aleves y malintencionadas, que, para muestra, han dejado a los jugadores Copete y Córdoba varios meses por fuera de las canchas, y que en su momento no fueron castigadas con el rigor que merecían y sus responsables muertos de la erre.
Por todo esto……pitos para los pitos
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