Capsulas de Carreño

¿Por qué echan a los técnicos y no a los directivos?

 

Por José Acosta Bedoya.

 

 

*Un mensaje para quienes miran y no ven y para quienes oyen y no escuchan.
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Es de obligatoriedad en el fútbol de nuestro país y países latinoamericanos que cuando el equipo que dirige un técnico o un entrenador certificado o no, no clasifica a un torneo determinado o pierde tres o cuatro partidos consecutivos, se tenga que ir. Vaya costumbre que se ha puesto de moda y que se ha respaldado con un argumento que se inventaron los mismos técnicos: si se gana, ganan los jugadores y si se pierde, pierde el técnico. La política del gana-pierde y no del gana-gana.

Y aunque esto es de vieja data, el mal llamado fútbol moderno no escapa a este manejo directivo que se volvió ya común en nuestro fútbol y que como caldo de cultivo se incubó a partir de la política pública del deporte con las leyes 181 de 1995 y 1445 de 2011.

En términos generales y de acuerdo con los niveles de pérdida acumulada de los clubes en Colombia, próximos su mayoría en proceso de quiebra, el estado reorganizó administrativa y económicamente a dichas entidades convirtiéndolas, de clubes, asociaciones y corporaciones a sociedades anónimas Sas; sin embargo, ni el estado ni las leyes han servido para que en estos tiempos de industrialización los resultados económicos sigan siendo nefastos para la gran mayoría de estas entidades.

¿Qué pasó?

Pasó que las leyes se prestaran para que la mayoría de clubes profesionales fueran adquiridos por familias (personas naturales) de comerciantes de otros sectores y maniobraron para quedarse con el control accionario total. Sólo un 3% o 5% quedó en manos de otros socios.

Bajo este esquema de estructura societaria se modificó la propiedad del club y surgió la nueva sociedad por acciones simplificada, cuya gestión como manejo de equipo de fútbol fue continuada, pero en esta ocasión con el criterio de manejar un local comercial como los que existen en los centros de las ciudades.

No se gestiona la industria del fútbol con un modelo delegatario, sino como un modelo presidencialista dictatorial, obsoleto y anacrónico para estos tiempos de industrialización.

En un modelo presidencialista, es el dueño quien manda, quita, pone y dispone jugadores y, además, sugiere las alineaciones, secundado, respaldado y rodeado de una serie de personajes en su mayoría familiares y amigos. Por lo tanto, si no hay dinero de por medio a corto plazo, quien debe salir es el técnico y su equipo de trabajo dado el no cumplimiento de los “objetivos trazados”. Pareciera que el único objetivo es ganar a como dé lugar y sobrevivir al dueño y al torneo. De ahí también la calidad de lo que se juega en Colombia.

En una organización con un modelo delegatario es donde se generan eficiencias y resultados económicos positivos, pues hay definidas estructuras orgánicas con sus funciones y responsabilidades y se diseñan e implementan planes estratégicos con definición de objetivos a corto, mediano y largo plazo. Un modelo de gestión integral que dinamiza todas las áreas y le da apoyo constante al área donde se genera el producto llamado fútbol, buen fútbol.

Es en este tipo de organizaciones donde prevalecen y conviven armónicamente directivos y técnicos.

Es en el modelo presidencialista dictatorial donde los que se tienen que ir son los directivos contratados por amiguismo y no por un perfil profesional integral de experiencia en el sector. Un modelo que infortunadamente impera en el medio nuestro.

Un mensaje para quienes miran y no ven y para quienes oyen y no escuchan.

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