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¡Que viva el paseo! (Jorge Iván Londoño)
- Actualizado: 21 septiembre, 2015
Por Jorge Iván Londoño Maya
*Creo que aquella famosa “cantaleta” de que tenemos la mejor nómina del torneo y de que el nombre pesa, está llamada a desaparecer.
Hagan de cuenta que Nacional (técnico y jugadores) se fueron para Tuluá, como paseo de tercera edad, uniformados como grupo de pensionados que se respete, con su uniforme azulito “beibichauer”, y animados por la única consigna: empatar, lo cual es muy distinto a “no perder”, porque si uno va a no perder, le quedan dos opciones: empatar o ganar.
Contra Cortuluá vimos a un Nacional sin ambición de triunfo, conforme con el empate, apoyado para ello en el aceptable trabajo defensivo, y consciente del escaso e inefectivo ataque, en el que nuevamente Duque trata de salir del remolino que le montan los centrales, producto de las escasas asistencias.
Es claro que la concepción que tiene el técnico Rueda del juego y de la producción del equipo, sea muy diferente a la de los aficionados que esperamos ver siempre un equipo generoso en llegadas y en anotaciones, compacto en su juego y sólido en defensa. El técnico tendrá en cuenta otros aspectos de orden táctico y técnico y analizará a cada jugador dependiendo del plan que tenga para cada uno.
Creo que aquella famosa “cantaleta” de que tenemos la mejor nómina del torneo y de que el nombre pesa, está llamada a desaparecer. No podemos vivir de premisas sino de realidades. No tenemos la mejor nómina, tenemos la más costosa, que es otra cosa. Seguimos jugando de camiseta y de nombre, y ya nos cogieron el truquito.
En cada partido esperamos la entrega de los jugadores. Que pongan a disposición del equipo sus dotes técnicos. Que la actitud y la entrega sean el sello personal y el reconocimiento de cada jugador a esa hinchada que sin condiciones llena estadios, no solo el propio, sino los ajenos, tal como sucedió anoche en Tuluá.
Qué interesante sería que la reciprocidad de los jugadores con los seguidores, sea proporcional, al menos, con la entrega y la dedicación de ese puñado de hinchas que llueva o truene los “persiguen” desde Alaska hasta la Patagonia. O sea que no lo pido por mí, hincha de botoncitos (control remoto).
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