Capsulas de Carreño

TRIQUI TRIQUI HALLOWEEN. (Jorge Iván Londoño Maya)

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Por Jorge Iván Londoño

*Preparémonos pues para el partido de vuelta, el cual quiera Dios sea dirigido por un árbitro neutral, y jugado por un Nacional arrasador.

Patadas voladoras, pisotones, puños, empujones, cabezazos, codazos y sujeciones, entre otros, hicieron parte del repertorio de los jugadores de Cerro Porteño para detener la lírica verdolaga, y en menor medida de los de Nacional, más como respuesta a la andanada de agresiones que recibieron y a las provocaciones, tan comunes por estos lados del continente, que tuvieron su fruto con la expulsión de Borja, quien paso de hacer goles con el sello  de obras de arte, a maniobras con tinte de karate. Todo esto bajo la sutil complicidad del árbitro argentino Pitana, quien no impartió justicia (?) con el mismo racero. A propósito, los árbitros argentinos, uruguayos y paraguayos, cuando los nombran (adrede) para dirigir partidos en esos países, pitan “de locales”, pues todos son primos hermanos entre si.

 

Contrario a lo expresado por el técnico Florentín al término del partido, obviamente la realidad de lo sucedido  no se podía esperar, Nacional fue claro dominador en el primer tiempo, con más posesión del balón, más expresión de fútbol y más llegadas al arco. Cerro se encontró esa pena máxima en el tiempo de reposición, porque escrito está que hay “equipos” con suerte.

 

A los tres minutos del segundo tiempo Borja vio la roja, la misma que se le debió haber mostrado al solapado de  Cecilio, pero ¿Con qué alientos? No obstante haberse quedado Nacional con 10 jugadores, nunca se notó la superioridad numérica de Cerro; pero si, y con creces, la futbolística de Nacional.

 

El fuerte ventarrón y también la lluvia, se aliaron para darle un  decorado de noche de brujas al vetusto estadio, hasta que Pereira (ahora le damos gracias a Pitana que no lo expulsó, por su amplio portafolio de faltas y de marrullas) hizo realidad el ¡triqui triqui Halloween quiero autogoles para mí!. Lástima que ese empate logrado al minuto 83, tan merecido por todo lo jugado por el Rey de Copas, haya llegado por esa vía, pero “donde hay niños todo sirve”.

 

Reconocimiento para todos los jugadores por su entrega, por el orden, por su pundonor deportivo y por haber asimilado con creces el haber jugado todo el segundo tiempo con un hombre menos. Esta vez Felipe Aguilar fue el bastión de la defensa, secundado con solvencia por Henríquez, Uribe y Díaz. Y para muestra un botón, la única intervención a fondo de Armani, en todo el partido,  fue el rechazo con los puños ante cobro de tiro libre del que tiene pinta de soldado romano.

 

Preparémonos pues para el partido de vuelta, el cual quiera Dios sea dirigido por un árbitro neutral, y jugado por un Nacional arrasador, contundente y fiel a su papel protagónico en estos torneos. La justicia de Dios es justa e imparcial, la de los hombres ni siquiera existe.

 

 

 

 

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