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¡Vade retro, Dayro!.. Por Luis David Obando
- Actualizado: 15 octubre, 2018
Por Luis David Obando
*Sí, bienvenido cada gol de Dayro; pero bien ido es, aun si la estuviera embocando en cada partido.
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Indudablemente repudiable el cabezazo de Lucumí a Dayro: ninguna agresión es justificable. Ni física ni verbal, como las muchas y bastante pesadas que acostumbra Dayro Moreno con sus compañeros, de quienes pareciera considerarse capataz. Por eso, en lo de agresiones, igual de condenable cada pataleta de Moreno cada vez que no le ponen el balón justo en el milímetro donde él creyó que debería llegar.
Ni la actitud ni el lenguaje de verdulera de Dayro (y las señoras verduleras me sabrán perdonar) están acordes con la responsabilidad que implica ser una figura pública. Ya llevamos buen tiempo hartos de los repetidos madrazos y otros ‘tacos’ del tolimense, siempre en vivo y en directo por tv, como para que ahora salga con paros de matón de pueblo, corriendo energúmeno a terminar con puños y patadas una labor que comenzó con su bocota a la vista de más de 19 mil almas, buena parte de ellas menores de edad.
De Dayro Moreno hoy pueden hablar Castellani, Aldo Leao y Lucumí, pero también el Indio, Jorman y tantos otros blancos de sus pueriles berrinches, adobados de lenguaje no apto ni para adultos. El ‘fuego amigo’ ya no aguanta más en el Verde: llegó la hora de un licenciamiento rápido y ejemplar, como ocurriría en cualquier empresa decente ante un espectáculo de este tipo por parte de sus empleados.
Ya se le dejaron pasar a Dayro su ‘noche de copas’ y otras aventurillas que se quedaron en una “investigación” de opereta. Para no manchar su ‘buen nombre’, el Atlético Nacional lo embarra más y más con cada envío de basura por debajo del tapete verde. Casos como este son la oportunidad para conocer de qué están hechos sus directivos, para saber en realidad el alcance de sus pregonados valores a la hora de tomar decisiones.
Sí, bienvenido cada gol de Dayro; pero bien ido es, aun si la estuviera embocando en cada partido (cosa que tampoco sucede), si ese es el precio que hay que pagar por la celebración; si ese, finalmente, es el aporte que le hace a la historia verdolaga.