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¿Y después qué? (Hugo Marcone, El Mercurio-Chile)
- Updated: 2 julio, 2015
Por Hugo Marcone,
El Mercurio, Chile
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*La Copa América 2015 si representa una referencia ineludible, pero en ningún caso el epílogo de un trabajo.
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La selección ha llegado a la final de la Copa América con merecimientos indiscutibles. Si no logra el objetivo último, nadie podrá enrostrarles a los jugadores que no cumplieron con las expectativas, porque antes del debut Chile era un aspirante que tenía la ventaja de la localía y no mucho más.
No se trata de ponerse el parche antes de la herida, en consideración a que el rival es en el papel superior y ha realizado una campaña tan buena o mejor que la chilena, sino que más bien ubicar esta instancia en perspectiva. Y desde esa arista, el torneo continental es parte de un ciclo cuyo cierre no puede ser una eventual vuelta olímpica este sábado.
Independiente del resultado final, la definición con Argentina no personifica el término de un proceso. La Copa América 2015 sí representa una referencia ineludible, que podría transformarse en una conquista histórica como también en un hito del que habrá tiempo para analizar, pero en ningún caso el epílogo de un trabajo. Porque lo verdaderamente complicado es lo que se viene en unos meses: las clasificatorias mundialistas.
Unas eliminatorias que a la luz de los rendimientos en este torneo proyecta márgenes diferenciales muy estrechos, disputa de fuerzas muy parejas debido al resurgimiento de selecciones que se han visto fortalecidas y de otras que han sido protagonistas, pero que están vislumbrando el ocaso generacional.
Para Chile, por ejemplo, es altamente inquietante la escasez de un recambio de los jugadores que en las próximas clasificatorias darán su último gran aporte para llegar a un Mundial. La actual Copa América deja en evidencia lo que en Brasil 2014 ya se advirtió como un factor que impidió seguir avanzando en el certamen: la ausencia de nuevas figuras.
Ha corrido poco más de un año y no se atisba una camada de futbolistas jóvenes capaz de desafiar a los que hoy son titulares indiscutidos, ni siquiera a la segunda fila. La condición futbolística de este grupo de jugadores ha sido tan excepcional que no hemos querido levantar el periscopio, al igual como nos sucedió cuando Ríos, González y Massú estaban en la élite del tenis mundial.
Es un hecho de la causa que Argentina y Brasil transitan por corredores ajenos, y que a la hora de los cupos mundialistas nadie duda que los de ambos están asegurados. En un contexto de mediano plazo, una ligera revisión de los planteles de esta Copa América no deja a Chile bien parado en comparación con Perú, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela, y la misma Colombia, en cuanto a renovación de planteles nacionales.
La incógnita es: ¿cuánto más podemos crecer con el actual contingente de jugadores en relación con lo que nuestros rivales directos en las eliminatorias pueden hacerlo de aquí a tres años? ¿Nos daremos el espacio para empezar a probar nuevas fórmulas con nuevos intérpretes, si es que estos aparecieran?
La obsesión por ganar la Copa América que organizó tiene a Chile sumido hace rato en una progresiva miopía, que podría justificarse a ojos del fanático que se desafora cantando el himno y se embriaga con las mañas de Jara, pero que es inexcusable en quienes tienen la responsabilidad de guiar al fútbol nacional mirando un poco más allá. Ni tan lejos tampoco, pero un poco más allá de la Plaza Italia.