Capsulas de Carreño

¿Y los huevos?

Por Hugo Illera, Diario Deportes.

 

 

 

*El Juniorismo está aburrido de ver repetir el mismo cuento de siempre en las últimas ligas.
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Y he aquí al Junior otra vez colero al comienzo de la Liga como pasó en el primer semestre. Dos partidos perdidos sin goles anotados, cero puntos. Es común y silvestre en el equipo barranquillero la salida de los técnicos sin importar el análisis que se haga del nivel y rendimiento de los jugadores.

Hace cerca de tres o cuatro años que vengo en esas. Echar a un técnico es, en Junior, el antídoto rápido para tratar de enderezar el camino y, desafortunadamente, ese remedio ha resultado peor que la enfermedad pues no se ha vuelto a ganar nada.

Las dueños del club son generosos y prolijos en contrataciones. Es un hecho real. Nada para criticar sobre ese rubro.

Pero los técnicos vienen al Junior pensando que, con la “buena nómina” que encuentran, el problema se puede resolver y todos han caído en el intento del 2019 hacia acá.

Estamos hablando de 9 ligas pues la última estrella se ganó en Bogotá, con Comesaña como técnico, aquella fría noche en que Sebastián Viera intimidó tanto a Ray Vanegas que hizo que pateara el balón directo a la estación espacial internacional.

Después, Amaranto, Reyes, Cruz Real, Reyes otra vez y ahora Bolillo. Los técnicos se pueden ir en cualquier momento. Los jugadores no. Tienen contratos multianuales y hay que tenerlos y pagarles así no rindan o no jueguen.

Porque el problema en Junior es el bajísimo rendimiento de su nómina. Hay un extraño sortilegio en los que vienen precedidos de ser buenos jugadores, rendidores, y cobran millones por venir. Perfecto, si son buenos hay que pagarles como buenos. El tema es que, no bien firman su jugoso contrato pasan a ser jugadores de muy bajo nivel, desconocidos, se convierten en tristes fantasmas de lo que fueron. Podemos hacer la lista.

Esta vez, les propongo un ejercicio elemental.

Botemos a Bolillo. Listo, no es más técnico del Junior. Se fue, ya está en su casa de Medellín.

Ahora hagamos un comparativo con los jugadores y lo que eran antes de llegar al Junior.

¿Ustedes creen que Walmer Pacheco es el mismo de Equidad?

¿Ustedes creen que Omar Albornoz es el mismo del Tolima?

¿Ustedes creen que Carlos Sierra es el mismo del América?

¿Ustedes creen que Vladimir Hernández en el mismo que se fue del Junior al Santos?

¿Ustedes creen que Carlos Bacca es el mismo del año pasado?

¿Ustedes creen que Fredy Hinestroza es el mismo de antes que lo convocaran a un micro ciclo con la Selección Colombia?

¿Ustedes creen que Nilson Castrillón es el mismo del Tolima?

¿Ustedes creen que Léider Berrío es el mismo campeón con Pereira?

¿Ustedes creen que Andrey Estupiñán le ha servido al Junior?

¿Ustedes creen el Federico Andueza que le enviaron al Junior era el mismo que jugaba en Sarmiento de Junín y le llamaban “Aerolínea” porque volaba tanto que ganaba todos los balones aéreos?

¿Ustedes creen que la última versión de Cariaco González es la misma de cuando llegó?

Justo por ese tema de rendimiento deplorable se fueron José Ortiz, César Haydar, Amaury Torralvo y Brayan León.

Sé que Junior está cambiando la forma de contratación a partir de todo lo que pasó a comienzos de año pero creo que, como hombres de empresa, los señores Char pudieran estudiar por qué recurrentemente pasa que los buenos se vuelven “malongos” aquí y los técnicos duran lo que un mango verde con sal en la puerta de un colegio.

Es posible que haya que cambiar un poco la filosofía de tener “la mejor nómina” que se vuelve “la peor” y de profundizar en saber lo que realmente hace que ese fenómeno se repita en cada campeonato.

De hacer, como ya hacen equipos grandes como Millonarios y pequeños como Chicó, Alianza, Equidad e inclusive Pasto de mantener no solo un trabajo de un cuerpo técnico sino de una nómina estable, a la que se le puede sacar y meter jugadores, pero siempre dentro de la misma línea e idea del club y el respaldo al cuerpo técnico para no estar contratando y botando técnicos a la bulla de los cocos.

El Juniorismo está aburrido de ver repetir y repetir el mismo cuento de siempre en las últimas ligas. Durante los juegos contra Águilas y Medellín se vivió la impotencia que se siente al ver un equipo incapaz.

Y me pregunté entonces donde está el orgullo y las ganas de los jugadores. En qué esquina de la vida se quedaron. Aquellos equipos del Romelio o los muy buenos del Roberto.

Hubo alguien que dijo, un jugador de fútbol argentino si mal no estoy, que cuando todo falla quedan el corazón y las ganas.

Cuál ganas y cuál corazón, me pregunto. Así como aquellas ganas y corazón de la final de 1993 contra el América o aquella del 2004 contra Nacional.

O como diría una abuelita Juniorista haciendo el desayuno: ¿y los huevos?

Barranquilla
Julio 25, 2023

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