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Por Ángel Julio Rodelo.
Comentarista RCN -Barranquilla.

Un gol monumental de Luis Díaz elevó los niveles de confianza y respuesta de la selección Colombia ante Argentina. Funciones y conductas apropiadas de las individualidades, reflejaron una seguridad colectiva en zona propia. La táctica y la concentración fueron el soporte que aisló al arquero Mier de las pretensiones de los campeones del mundo. Los argentinos, batutados por Messi, fueron básicamente controlados y, más allá de las intenciones, el acordonamiento desplegado por el bloque Tricolor, desde la franja media y hacia atrás, redujo los espacios y frenó las intenciones del cuadro local.
Presión alta, algunas veces; juego en corto y sociedades con la pelota, en otras, fueron parte del repertorio del elenco nacional que, cambió radicalmente su expresión, con relación al pálido partido desarrollado frente a Perú. Siendo el guajiro Luis Díaz la figura relevante, por su anotación y su accionar desequilibrante, explosivo y lleno de colorido. En definitiva, la presencia de Díaz llenó de “Buenos Aires” la actuación del combinado patrio.
La Albiceleste, con 10 hombres, tras la expulsión de Enzo Fernández, insistió de forma bravía; corrió y guapeó cada pelota como si estuviera disputando otra final y aprovechó la inocencia de Lucumí, que se quedó en su área reclamando una falta, para lograr el empate al minuto 80 del partido con remate potente de Almada. En su consigna: los muchachos de Scaloni apretaron, lo buscaron y finalmente lo consiguieron. Por algo la historia los ha mostrado como inclaudicables. .
Quedó claro que, cuando se aplica un funcionamiento aconductado, de compromiso y responsabilidad, Colombia puede medirse de tú a tú con cualquier rival. Ya después podrá ganar, perder o empatar, pero, jugando de esa manera, siempre saldrá con la frente en alto, porque garantiza que intenta superar hasta sus propios límites.
¿Por qué no jugar siempre así?…




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