“Al que madruga, Dios lo ayuda”, reza el viejo refrán. Y vaya si lo ayudó. El (ex) dueño de las transmisiones deportivas se levantó antes que todos y se fue para el comedor, a esperar el desayuno primero que nadie.
Mientras saboreaba una medialuna y tomaba los primeros sorbos de un café bien caliente, Burzaco levantó la cabeza y empezó a ver como varios agentes con camperas azules y la leyenda “FBI” comenzaban a copar el salón.
El hombre que fuera la mano derecha del ya fallecido Julio Grondona en los últimos años fue testigo de cómo los uniformados iban agarrando a los dirigentes de la FIFA a medida que iban bajando del ascensor a desayunar, casi con la almohada pegada en la cara.
Con casi toda su atención puesta en la mesa del desayuno, Burzaco ni se movió. Arriba, en su habitación, agentes del FBI daban vuelta la suite en busca de pruebas. Terminó su croissant, bebió su café y esperó a que todo pasara.
Beneficiado por su bajo perfil -los uniformados no lo reconocieron-, el ex CEO de TyC pudo terminar de desayunar como un turista más. Con los dirigentes de la FIFA ya detenidos y el personal del FBI fuera del hotel, Burzaco llamó al mozo y pidió la cuenta.
Luego salió del hotel y se fue a la frontera, lugar donde no tuvo inconvenientes para cruzar por su doble nacionalidad (italo-argentina). En el hotel Greif de Bolzano -según publica Olé- se escondió hasta terminar de definir su estrategia legal.
Con Interpol siguiéndole los pasos y sabiendo que su regreso a la Argentina era casi imposible, Burzaco decidió entregarse. “Estoy listo para colaborar con el FBI”, dijo ayer al presentarse ante la Justicia.
Hoy su suerte está en manos de la Justicia italiana. Por ahora cumple arresto domiciliario en Bolzano mientras se define por sí o por no su extradición a Estados Unidos.