Capsulas de Carreño

Nacional anticipó la novela de aguinaldos

Por Jorge Iván Londoño Maya.
Columnista Cápsulas.

 

 

 

*Partido para el olvido en los que jugadores y técnicos han sido inferiores a la fe y a la gloria de la institución.
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Hagan de cuenta una tarde barranquillera la que cubría a Bogotá para el clásico de siempre, a jugarse en el Nemesio con lleno de hinchas azules y muchos verdes camuflados. Millos lució una camiseta con predominio de blanco y un  azul clarito como de uniforme de colegio femenino; por su parte, Nacional usaba el elegante negro y verde.

 

Era el clásico para sacarnos el clavo del anterior partido, en el que por pura cortesía les regalamos el campeonato. De todas formas, estos partidos entre azules y verdes encierran su “guarda´o”, por su añeja rivalidad, porque en cantidad de títulos locales somos primeros y ellos segundos,  y porque al fin y al cabo, hacemos parte de los equipos de la crema y nata del fútbol nacional.

 

Millos con los once y el de ricitos de siempre. Nacional con la “pesada” en años, experiencia y fútbol, en la que no apareció Solís, la estrella….pero fugaz, porque no hay muro que ataje su venta al exterior por un puñado de dólares, para que luego el equipo que lo compre, lo revenda por setenta veces siete. Y eso púes, dizque somos los magos para los negocios.

 

El incierto árbitro Bismark da inicio al partido. De entrada Millos le pone su rúbrica al balón. Al minuto cuatro (4) se escucha el tradicional “Benignísimo Dios de infinita caridad”, todo porque Nacional anticipa la novena de aguinaldos. Mier le saca el balón a Mejía, quien no lo recepciona bien y se le escapa para que llegue a los guayos de Ruiz, quien comienza veloz carrera pegado a la raya izquierda, con la guarda de honor de parte de Mejía, hace el centro y Cataño entra como Sansón a la peluquería de Dalila, bajo la marca de ojímetro de Ángulo, y anota de cabeza ante el susto, la impotencia, la sorpresa y el ¿Qué pasó por aquí? de Mier.

 

Millos sigue dueño del balón, de los espacios, de los pases hechos con pincel y de los anticipos; inconcebible que un jugador de Nacional, más cerca de un balón de rebote,  se deje anticipar de un jugador azul, tal como pasó en el 95% de estos casos. Eso en términos parroquiales se llama desidia, desgano y falta de perrenque.

 

Regresa el “Benignísimo Dios”, porque Deossa se gana la tarjeta amarilla por discutirle al árbitro un simple saque de banda, ¿Habrase visto? y claro, esa tarjeta condiciona su accionar. Dorlan no encuentra el campito para sus remates, y cuando lo tuvo mandó el balón al palacio del colesterol. Jefferson de aquí para allá y viceversa; Moreno muy marcado hace lo que puede; la proyección de Román y Ángulo a cuentagotas, debido a los habilidosos que estaban marcando.

 

Tampoco podía faltar el susto, generado por un balón que pierde Zapata, quien por no despejar se va para la esquina  y allí lo arrinconan dos jugadores azules; por fortuna Mier hace las veces del coronel Rondón para salvar la Patria. Y no hablemos de la arreglada de las medias, lo que también generó susto, porque creerán que es “cargadilla”.

 

En el minuto de adición, y por tercera vez, se escucha “Benignísimo Dios”; cobro de un tiro de esquina por parte de Nacional, cobro que se demora gracias a los tacos, no serpentinas, que tiraban desde la tribuna, acompañados de los consabidos madrazos; mientras Macalister apaciguaba los ánimos, en el área se presentaban los consabidos forcejeos, en especial el de Aguirre y Larry Vásquez, quien insiste e insiste en forma alevosa con el fin de sacar de casillas a Aguirre (práctica tanguera) y claro, lo logra porque ese amacice termina con un sutil cabezazo de Aguirre a la cumbamba de Vásquez. Bismark corre a la pantalla a mirar la telenovela y regresa con la mano entre el bolsillo para sacar la roja. La ilusión aquella de sacarnos la espinita, se queda con diez jugadores.

 

Para el segundo tiempo sale Deossa, condicionado por la amarilla, y entra Castro para reemplazar a Aguirre. Un segundo tiempo ahora si más complicado, con opciones de gol de Millonarios en todos los colores, cuando no es Mier es Ángulo el que rechaza el balón en la raya. En otro cobro de tiro de esquina por parte del verde, nuevamente aparecen los tacos, y de ese cobro sale un contragolpe azul que su ejecutante desperdicia al mejor modo de “no te lo puedo creer”, era el segundo cantado. A raíz de esa jugada, surge un interrogante, ¿Qué carajos hacen dos jugadores de Nacional para cobrar un tiro de esquina, sabiendo que se está jugando con diez?

 

“Benignísimo Dios”. ¿Por qué Amaral espero hasta el minuto 70 para sustituir a Jefferson y Dorlan, que no tenían opción de marcar el gol del empate y mucho menos de ayudar en la marca? Entran entonces Eric Ramirez y Palacios, cambios que sumados a la merma de la intensidad de Millos y  a la mejoría de Mejía, generaron algo más de ataque, suficiente para ilusionarnos con el empate que nunca llegó. Al minuto 84 entran Ángel y Ocampo para sudar un poco el uniforme.

 

Si aquel partido de la final fue una galantería de Nacional,  este también lo fue y con ribetes de novena de aguinaldos. Partido para el olvido, como muchos otros, en los que jugadores y técnicos han sido inferiores a la fe, la fuerza y la energía de la hinchada y a la gloria de la institución.

 

“Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr”. William Faulkner.

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