Capsulas de Carreño

Liliana Salazar.. Una mujer con importancia


POR WILLIAMS VIERA, desde USA.

 

 

Cuando Liliana Salazar trabajaba en la redacción de deportes de El Tiempo, en la época de Germán Blanco Pinto, Víctor Rosas Aguilar, Eliécer Ortega, Carlos Eduardo González, Andrés Cavelier, Carlos Alberto Múnera, Eduard Soto, Oscar Dallos y César Sabogal, entre otros, ya era una mujer con importancia.

En aquella época, Bogotá tenía, además del grupo mencionado, el respaldo de los corresponsales que estábamos en las diferentes ciudades que tenían fútbol profesional, pero este tema será para otra ocasión cuando nos atrevamos a contar cómo se elaboraban las noticias en los años en que ni el más sagaz de los periodistas se imaginaba el cambio que se produciría con la llegada del Internet, inicialmente, y luego con las redes sociales que se convirtieron en un dolor de cabeza en el sector informativo por aquello de las ‘noticias falsas’.

Cada vez que Liliana iba a Cali, cuando era designada para cubrir un evento ciclístico, iluminaba la estancia de la redacción con sus inteligentes y enormes ojos negros que además se le pintaba, en su rostro, una sonrisa desproporcionadamente frutal.

Si bien estaban otras periodistas, entre ellas, Patricia Aley y las Glorias (Inés Arias y Chaparro), los visitantes se extrañaban al igual que el resto de compañeros del periódico cuando veían a Liliana Salazar en las instalaciones de El Tiempo Cali-Valle, ubicadas en la Avenida tercera con Calle 34 Norte, diagonal al ‘Monumento a la Solidaridad’, en donde quedaba el taller de impresión y de redacción.

Tal vez se extrañaban por el pantalón y la chaqueta que eran de jeans que, además, tenía algunos adornos relacionados con la competencia que estaba cubriendo; por los tenis que aún no estaban tan de moda; y por el desapercibido maquillaje que había sido reemplazado con el bronceado en la piel, producido por el astro rey, debido a tantos días de ir de una ciudad a otra detrás del pelotón.

 

El frágil almacén

El fútbol se convirtió para Liliana Salazar, en los años más recientes, en su modus vivendi con lo que logró afianzar su carrera periodística.

“El deporte es increíble. Un día viajaré al otro lado del mundo”, nos dijo un día por teléfono cuando hablábamos de una nota especial que me habían pedido para una edición dominical.

Y es que ella, en esa época, si el frágil almacén de nuestra memoria lo permite, en medio de ese grupo de hombres, tenía su importancia. Era la encargada de contar a los lectores aquellas historias del acontecer diario de las delegaciones nacionales y los momentos más interesantes de las justas deportivas a las que era enviada.

“¡Dios mío!, trabajar en un entorno de hombres que tenían tanto recorrido periodístico fueron de formación para mí y desde entonces, me he preparado para salir adelante en el oficio que escogí”, nos dijo.

Y es que Liliana Salazar, en un estilo diferente, contaba sus historias, como lo había aprendido, ¡tal vez!, en Pereira, en donde vio la luz por primera vez. Desde entonces ilustraba sus escritos tanto del lado oscuro de las pruebas deportivas como del aspecto humano que salían publicadas en El Tiempo. Sin embargo, un día, ya estaban Gabriel Meluk y José Orlando Ascencio, después de pensarlo mucho, les dijo, “ya no voy más. Creo que cumplí un ciclo”, pero no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas debido a lo vivido.

Aquel momento, según contó Eduard Soto meses después, “representaba para Liliana el realismo y la intensidad de las historias que escribía y que la conmovieron durante aquellos años de periodismo romántico que hacíamos. ¿Sería por nuestra juventud?”.

En este punto y aparte no podemos dejar pasar lo que nos reveló, años más tarde, Andrés Cavelier, en un restaurante cubano, de esos que abundan en Miami en los que se ofrecen, como plato fuerte, fríjoles negros. En aquel entonces él estaba en el Miami Herald y lo recordamos como si sus palabras hubiesen sido pronunciadas hace algunas horas:

“No sé si fue exageración de Liliana o no, pero ella nos contó que en una ocasión, en una de las pruebas ciclísticas que cubrió, vio que un ciclista bebía aguardiente o algo parecido antes de la competencia en los días de frío intenso. ¡No era agua con panela! Una mañana le ofrecieron, al mismo pedalista, una botella con agua, pero él la rechazó mientras preguntaba: ‘¿me hará daño?’. En ese instante observó que otro ciclista, retirado un poco del lugar, se tomaba un litro de leche. Entonces, el que tomaba aguardiente, dijo: ‘¿está enfermo? ¿Se la recetó el médico? Si no es así, sería bueno que lo lleven al doctor’…”.

El apunte de Cavalier, sobre aquel relato, no sabemos si ella, después de tanto tiempo, lo recuerda, pero de esa forma conseguía lo que los lectores ni se imaginaban que sucedían historias de ese tipo en aquellas competencias de las que nos enamorábamos a través de la magia de las palabras escritas o de las narraciones que escuchábamos a través de la radio.

Y es que las palabras, “cumplí un ciclo”, llevaron a aquella Liliana Salazar, llena de sueños, de anhelos y de querer vivir lo que el mundo no esperaba de ella mientras pensaba: “¿qué misterios voy a encontrar?”. Y ya se sabe y ya se ve que esas palabras, “cumplí un ciclo”, la tienen en este presente en el marco de la televisión que es, como dice el sociólogo francés Alain Touraine, “un mundo esquizofrénico capaz de producirnos dolor de cabeza, pero con su publicidad, encontramos las pastillas que nos aliviarán”.

A Liliana Salazar, una mujer con importancia, el periodismo deportivo le ha permitido conocer otras latitudes como, por ejemplo, estar en París, en la torre Eiffel que fue, durante 41 años, la estructura más elevada del mundo.

Un largo camino

     Y es que Liliana Salazar se ganó un lugar importante dentro del periodismo deportivo. Y no fue de la noche a la mañana, como dirían los más veteranos. Primero, como ya lo dijimos, estuvo persiguiendo el tren ciclístico, durante los años en que escribió en El Tiempo; después se le escuchó en ‘Antena 2’ de RCN Radio y de ahí dio el salto a RCN Televisión en donde se convirtió en el rostro de los deportes durante los fines de semana, pero siempre, en las notas que realizaba, buscaba el otro ángulo de quienes se destacaban o de aquellos que por ‘A’ o ‘B’ motivo se salían del orden establecido.

De esa manera seguía siendo una mujer con importancia mientras los demás se encasillaban en lo mismo, pero ella escarbaba y encontraba algo más para contárselo al televidente haciendo la diferencia hasta el punto que nadie podía decir que era, simplemente, fútbol, rimel y lápiz labial.

Y es que de tanto escarbar, en una ocasión, en una de esas notas que se pasan en televisión porque se consideran de relleno, Liliana Salazar, una mujer con importancia, la rescató del baúl de los recuerdos y mientras las imágenes rodaban, ella, en off, contaba que era de la época en que Eduardo ‘Bochica’ Pimentel junto a Leonel Álvarez integraban el medio campo de la Selección Colombia que dirigía Luis ‘Chiqui’ García en la Copa América de 1991 que se disputó en Chile. Ese combinado nacional terminó en la cuarta casilla, detrás de Argentina, Brasil y el anfitrión.

Las imágenes correspondían al único triunfo, 2-0, de la Selección Colombia de mayores ante Brasil. Aquello había ocurrido el sábado 13 de julio de 1991, en el estadio de Sausalito, en Viña del Mar, en el marco de la Copa América. Un hecho, por demás, trascendental en la historia del balompié colombiano.

La voz de Liliana continuaba en off. Las imágenes mostraban los goles de Anthony ‘El Pipa’ De Ávila y Arnoldo Iguarán a los 35 y 66 minutos, respectivamente, pero la periodista agregó algo que había descubierto o que alguien le contó.

En el 2010, con motivo del Mundial de África, Liliana Salazar tuvo la oportunidad de adentrarse en la cultura de ese continente hasta el punto que habló con algunas tribus.

Las pelotas se quedaban

En algún lugar del archivo de RCN Televisión debe estar aquella anécdota en la voz de Liliana Salazar cuando ella decía, mientras rodaban las imágenes, “todas las pelotas se quedaban en el medio campo, pero en vano, Álvarez, durante algunos minutos, intentaba hacer una gambeta, pero las perdía. Entonces, Pimentel aburrido de hacer lo mismo, de recuperar las pelotas y cansado, se le acercó a su compañero y le dijo, ‘¿qué te pasa, Leonel?… ¿Eres el rey de la selva?’…”.

El productor del noticiero, en aquella ocasión, como ya estaba pautado, ordenó meter comerciales mientras todos se reían de aquel detalle que, en su momento, nadie había contado, pero ella, Liliana Salazar, una mujer con importancia, lo descubrió y lo dio a conocer en su peculiar estilo.

¿Cuántos años tiene Liliana Salazar en el periodismo? Son muchos hasta el punto que las estudiantes del mejor oficio del mundo dicen que la ven como referente y que quisieran ser como ella, así de simple. Sin embargo, ella, una mujer con importancia, también tiene su referente y es la antioqueña Esperanza Palacio Molina, una de las primeras periodistas deportivas de Colombia, quien llegó a trabajar en los diarios El Mundo de Medellín, El Espectador y El Colombiano y en Radio Net.

“Nunca lo he negado. De Esperanza aprendí que una mujer sí puede hablar de deportes con credibilidad. Esto se consigue con trabajo y disciplina”, dijo Liliana.

Hay que recordar que Liliana Salazar estuvo como reportera en RCN por más de 20 años. En una ocasión reemplazó a una presentadora de noticias y Jorge Alfredo Vargas le dijo, “es una gran oportunidad, Liliana, de ascender”; pero ella, así como es, cortante y franca, le contestó: “Jorge, déjame ser feliz con lo que hago. A mí me gusta”.

 

Fue mi decisión

Mientras algunas jóvenes se dedicaban, en aquellos años, al entretenimiento de la vida, Liliana Salazar, en los ratos libres, escuchaba las disertaciones de un hermano mayor, hincha del América, de cómo jugaba y quiénes integraban aquel equipo que dirigía Gabriel Ochoa Uribe.

“Si mi hermano quería ir al estadio, le daban permiso si me llevaba con él. Y en el momento que empecé a estudiar periodismo sabía lo que quería. Siendo mujer tenía que marcar una diferencia y creo que lo he conseguido con el trabajo que he realizado durante todo este tiempo”, es la respuesta que siempre da cuando se le pregunta por qué es periodista deportiva.

Si usted es de los que cree que Liliana Salazar siempre estuvo en lo que se conoce como planeta fútbol, se equivoca. “Ella, en un comienzo, cubrió gimnasia, polo y ecuestre”, lo recordó Germán Blanco. Esos deportes fueron los primeros retos de esta mujer con importancia que trabaja todos los días como el buen futbolista que entrena a diario para ser titular.

Debido a la historia que ahora nos ocupa, en una ocasión el columnista Luis Noé Ochoa dijo, en su momento, en la redacción de El Tiempo, en Bogotá, “las notas de Liliana eran disfrutadas por don Hernando Santos Castillo, quien era el director del periódico. En una ocasión me comentó: ‘Liliana va a llegar lejos. Aprende rápido. Sus escritos tienen chispa’…”.

Desde el momento que se dio a conocer en el ámbito periodístico deportivo, ella demostró lo que era capaz con su disciplina y por eso, hasta este momento, en su hoja de vida profesional puede escribir que ya tiene cinco Mundiales: Corea y Japón 2002 con Univision, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 con RCN, Brasil 2014 y Rusia 2018 con el Canal Win.

Y es que cada vez que Liliana Salazar tiene que informar de los eventos a los que asiste, saca a relucir el alma del armario que tenemos cada uno de nosotros y se saborea con orgullo cuando escucha “corran las imágenes”. Es en ese instante en que la adrenalina hace el resto y, en ocasiones, hasta le dan ganas de llorar, “porque soy llorona”, como lo dijo alguna vez como si recordara aquella melodía escrita por el poeta mexicano Andrés Henestrosa y que dio a conocer, en su momento, Raphael, el cantante español, cuando interpreta, “el que no sabe de amores Llorona, no sabe lo que es martirio”.

En la selección gráfica que realizamos para esta crónica no podía faltar la imagen de Carlos Antonio Vélez junto a su alumna más aventajada como ha sido Liliana Salazar, quien reconoce que “él ha sido ‘mi papá’ en el medio audiovisual y radiofónico”.

 

Agradecida

      En los años que lleva de vida, así no lo diga en público, Liliana Salazar siente agradecimiento por lo vivido y por lo que trabaja. Es como si aplicara, en su proceder, las palabras de Pam Grout, escritora estadounidense, quien dice, “la gratitud es la clave que convierte los problemas en bendiciones y lo inesperado en regalos”.

    Después de lo dicho, Liliana Salazar, una mujer con importancia, siempre le agradece a Carlos Antonio Vélez.

“Él fue como un papá, me llevó a RCN. Creyó en mí y me dio la oportunidad de trabajar en los medios radiofónicos y en la televisión. Lo que soy en la televisión se lo debo a él”, dijo.

    Si bien no compartimos, en ocasiones, algunas opiniones de Carlos Antonio Vélez, a él se le debe reconocer que algo bueno hace a través de su trabajo periodístico. Y la prueba fehaciente son las palabras del personaje que nos ocupa en esta historia, pero también hay que darle crédito a los detractores de Vélez en el día a día que lo destrozan a través de las redes sociales, valiéndose del anonimato, pero él, después de tantos años de recibir ‘palo’ ya le resbala todo como si tuviese piel de rinoceronte.

En el caso de Liliana Salazar, una mujer con importancia, alumna de Vélez, se muestra segura de sí misma y con una personalidad definida así se descache en alguna presentación en televisión.

 

El que tiene boca

    En esta época, por aquello de las redes sociales, toda frase puede convertirse en viral y perseguir a su autor o autora durante años y justamente eso, le sucedió a Liliana Salazar, una mujer con importancia, hace algún tiempo.

Digamos que había un espacio analógico y a la televisión se le consideraba un arma poderosísima que vibraba en el último rincón del país, con un impacto que los jóvenes ni se imaginan a pesar que están acostumbrados a miles de canales y pantallas simultáneas compitiendo entre sí a través de un teléfono inteligente.

Para salir en aquella tele, hasta hace poco, se requería mucho más que un rostro agradable para informar de una actividad como el fútbol, a la que se le consideraba, exclusiva de hombres.

    “Las periodistas deportivas hemos demostrado, a través de los años, que a las mujeres nos gusta el fútbol. ¿O por qué ellas asisten a los estadios? En mi caso, asumí el periodismo como una profesión que no tiene sexo. Soy periodista deportiva y ya. Nunca me he sentido discriminada”, dijo en alguna ocasión el personaje de esta crónica.

    Sin embargo, dicen los más veteranos que los invitados eran más libres y espontáneos. No medían tanto las palabras porque sabían que se las llevaba el viento y casi ninguna escena merecía una repetición, pero el que tiene boca se equivoca como dice el refrán popular y Liliana Salazar, en plena entrevista, sin proponérselo, logró una anécdota que disgustó e hirió susceptibilidades de los seguidores de un equipo muy popular.

    Entonces, la alumna de Vélez sintió en carne propia lo que son las avalanchas de trinos llenos de improperios luego de un comentario mientras entrevistaba al volante Andrés Felipe Pérez, en la que época en que estaba en el Deportivo Cali. La presentadora, en un lapsus, eso creemos, en vez de decir el nombre del conjunto azucarero, se confundió y dijo, “Pérez, volante del ‘Deportivo Casi’…”.

El descache de Liliana Salazar, una mujer con importancia, ocurrió en el 2013. Aquello hizo que algunos hinchas del Cali, en sus redes sociales, editaran las palabras de la presentadora, pero le agregaban la voz de Alex Gorayeb, en los años en que fue presidente de la institución azucarera, cuando decía, “lo que molesta, viejo, es el ‘tonito’ de cómo lo dijo”.

 

Retrospectiva

En la vida se registran situaciones que definen el andar diario que se asemejan, llamémoslo así, a esos movimientos que definen esos instantes universales. Y ella, Liliana Salazar, le llegó la oportunidad después del trabajo que realizó en la Copa América que ganó Colombia, dirigida por Francisco Maturana, en el 2001, luego de derrotar, en la final, 1-0, a México, con un solitario gol de cabeza de Iván Ramiro Córdoba.

“El 29 de julio cuando se acabó la Copa América, se me acercó un señor llamado Art Izquierdo, productor de la cadena Univision, y me dijo: ‘llevo años buscando una mujer que haga deportes para llevarla al mundial. Y sobre todo cómo tú lo haces’…”, recordaría años después.

Al día siguiente, en el momento que Liliana Salazar se asomó en el espejo se quedó fría y perpleja antes de ver su rostro. En ese instante supremo en que aparecía su imagen seguía sin creer aquella propuesta y entonces, llamó a su amigo José Fernando Neira, quien ha sido un verdadero compañero de trabajo y consejero a la vez.

“Liliana, no desaproveches la oportunidad. Llevas ocho años en la televisión. Debes recordar que somos uno más en el trabajo y las oportunidades también tienen fecha de expiración, pero ante todo, un viaje de miles de kilómetros comienza con un solo paso”, le dijo Neira al otro lado del auricular y colgó con una sonrisa de apoyo y confianza.

El 30 de diciembre de aquel año fue inscrita para el Mundial Corea-Japón 2002 y ella, una mujer con importancia, no lo podía creer.

El instante de la Liliana Salazar soñadora se cumplía, pero dentro de ella se realizaba un lento proceso de lo que estaba viviendo mientras RCN le firmaba el permiso por un tiempo establecido en el que se iba por dos meses a Miami y después a Seúl.

Entonces, en Miami, en el restaurante Bongo’s Café, antes del viaje al otro lado del mundo, Univision realizó una conferencia de prensa, en la que el locutor Enrique Gratas dio una breve introducción del evento futbolístico hasta que Fernando Fiore, conocido como ‘El presidente de República Deportiva’, hizo la presentación del staff de narradores liderado por Pablo Ramírez. Y junto a él, dijo, estarán Jorge Pérez Navarro, Luis Omar Tapia, Jesús Bracamontes, Ricardo Mayorga y la colombiana Liliana Salazar, reciente adición del canal y la única mujer del equipo.

Los colombianos que estaban en aquel restaurante, en el instante en que escucharon el nombre de Liliana Salazar, rompieron el ambiente con sus aplausos mientras sonaba “Vamos al Mundial”, una composición de Rudy Pérez, en la voz de la cantante mexicana-estadounidense Jennifer Peña.

Aquellos vítores representaban la constancia y el trabajo de una mujer disciplinada que la llevaban por el sendero que había anhelado de niña y que se acrecentó desde el momento que se volvió hincha del Atlético Nacional.

El aprendizaje y la asimilación de otra cultura, en África, le dio la oportunidad a Liliana Salazar de demostrar, a través de sus informes, que ella es una reportera 100% y que lo disfruta…

Es como la policía

Los simples movimientos que realiza una persona en la vida la llevan a pensar que el futuro pertenece a los que creen en la belleza de sus sueños. En este caso, Liliana Salazar cree en su sexto sentido, hasta el punto que, al ser además reportera, es como la policía, tiene toda la evidencia, pero quiere toda la confesión.

En la Copa América del 99 que se realizó en Paraguay, se hablaba que Faustino Asprilla tenía una lesión y no jugaría con la selección Colombia.

Entonces, ella, una mujer con importancia, vio a Asprilla con un sobre debajo del brazo.

“Usted, ¿vuelve entre los once?”, dijo Liliana.

El jugador se detuvo en su camino y sonrío.

“Sí, voy a jugar. Los resultados médicos están en este sobre”, dijo Asprilla y lo señaló mientras se reía con su característica carcajada.

Aquella noticia explotó en el canal RCN y fue una verdadera primicia hasta el punto que los demás medios de comunicación se preguntaban cómo la joven reportera había logrado aquella información que tanto esperaba el país en un momento en que estaba herido por los diferentes hechos de violencia que se registraban y aquello, valga la analogía, era, para su población, una aspirina para el cáncer.

 

Una mirada

La vida es como un espejo y te sonríe si la miras sonriendo. El personaje de esta crónica considera que “la actitud que adopte frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí”, dijo hace algunos años.

Por eso, quizás, en Paraguay, en el marco de la Copa América de 1999, en el juego Colombia-Chile que se disputó el 11 de julio, en el Estadio Feliciano Cáceres, ubicado en la ciudad de Luque, Liliana Salazar, una mujer con importancia, vivió una anécdota que la recuerdan las 26.974 personas al igual que los periodistas colombianos que estuvieron en aquella noche en que perdió, 3-2, el combinado nacional.

“Un comisario de campo me pidió que me saliera del terreno porque me estaba mirando al espejo. Lo hice porque al final del juego entre colombianos y chilenos tenía que salir en directo para el noticiero. Por fortuna, mis colegas se solidarizaron conmigo y el comisario me dejó en la cancha, pero eso sí, cada vez que me lo he encontrado en algún partido, siempre me pregunta por el espejito y de lo que me dice, quizás, por aquella frase del cuento clásico de ‘Blancanieves y los siete enanitos’ de los hermanos Grimm”,  dijo Liliana Salazar.

 

Se convirtió en una sombra

Durante el tiempo que lleva como reportera, así le gusta que la reconozca la gente, el foco es el adecuado para ella, una mujer con importancia que confiesa que le gusta el baile.

Un momento. La vida es un talego de vainas y la música lo dice todo, ni que cada uno de nosotros la hiciera. Sin embargo, ¿recuerdan la Copa Libertadores que conquistó Once Caldas con la batuta de Luis Fernando Montoya en el 2004? Liliana Salazar vivió aquella hazaña durante los partidos del equipo de Manizales.

“Usted, Liliana, va a informar de cada detalle del equipo, de lo que suceda en la cancha. No puede dejar pasar nada, debe convertirse en una espía. Su misión es escuchar y contarlo todo”, fue la orden de Carlos Antonio Vélez y mientras asimilaba aquellas palabras, pensaba para sí misma, “es mi momento”. Entonces, cerraba los ojos y reía alegremente.

En ese instante, el demonio, bueno o malo, la convirtió en una allegada de Adriana Herrera, esposa del técnico Montoya, y como si tuviera poderes telepáticos se convirtió en una sombra, escudriñó cada acción de los jugadores, qué hacían y qué dejaban de hacer, y aquellos detalles, por más mínimos que fueran, los llevó a la pantalla chica en su peculiar estilo.

Los periodistas de los diferentes medios de comunicación estaban sorprendidos de la campaña del Once Caldas en aquel certamen continental y en la noche del miércoles 23 de junio de 2004, Liliana Salazar estaba ahí para contar el 0-0 de Boca Juniors-Once Caldas del partido de ida de aquella final que tuvo una asistencia, en La Bombonera, de 57.446 espectadores.

Mientras las acciones se registraban, ella recordaba: “Su misión es escuchar y contarlo todo”, pero le agregó algo más en el momento que hizo alusión al hecho y sus oyentes y sus compañeros de transmisión, se cagaban de la risa.

Sin embargo, aprovechando la ocasión, hacemos un paréntesis y dejemos que el periodista Jaime Herrera, quien escribiría el libro ‘El campeón de la vida’, narre aquel suceso del que dio a conocer, en su momento, Liliana Salazar, una mujer con importancia:

“John Viáfara, en pleno partido, debido a la gritería de los aficionados y de los nervios por el juego, sintió la necesidad de defecar. Boca Junior atacaba y atacaba, pero Viáfara miraba y miraba hacia el banco de suplentes por los retorcijones que sentía mientras gritaba: ‘Profe, tengo que ir al baño’. Entonces, el técnico Montoya le respondió: ‘Cágate ahí. Después te cambias’. Esa acción, tácticamente, le sirvió al Caldas. Ningún rival se atrevió a acercarse a Viáfara cada vez que recibía la pelota debido al olor que emanaba”.

Parece que fue antier que Once Caldas fue campeón de la Libertadores y que anestesió a una región y a un país en la noche del jueves 1 de julio de 2004, que un grupo de jugadores celebraban la conquista con mentadas de madre en el Club El Peñón, en Manizales, y que Liliana Salazar, una mujer con importancia, seguía cumpliendo con la misión de ser reportera mientras que el profesor Montoya junto a su esposa, se persignaba y decía, “Padre, ellos no saben lo que hacen…”.

Sí, no lo dude, son historias de futboleros. Eso nos dijeron para esta crónica.

 

Tornillos y tuercas

     Aquí entre nos, saben. La vida se nos va, pero el momento queda en el frágil almacén de nuestra memoria. Después de realizar su trabajo para Win, el domingo 18 de junio, con motivo de la final del Torneo Apertura 2017, entre Atlético Nacional y Deportivo Cali, con victoria del primero, 5-1, en el partido de vuelta que le dio el título a los dirigidos por Reinaldo Rueda luego de conseguir 5-3 en el global, el personaje de esta crónica sufrió un accidente que le costó la movilidad de su mano izquierda durante un tiempo.

“Nos estrellamos de frente con un bus de la flota troncal del Sistema TransMilenio. Previo a la colisión, debido a que estaba cerca de mi casa, me sentía segura por venir en el asiento trasero. En esas, se me cayó el celular y cometí el error de quitarme el cinturón de seguridad. Entonces, se registró el accidente. Caí sobre mi brazo izquierdo y el húmero se fracturó. Me intervinieron quirúrgicamente para instalarme una platina por lo que ahora tengo, además, tornillos y tuercas”, contó Liliana Salazar, una mujer con importancia.

Si bien ahora se encuentra perfecta y puede mover su brazo sin ninguna dificultad, de aquel percance le quedó una cicatriz, así de grande, la cual cuida mucho de exponerla al sol.

Desde entonces, ya no sale a ninguna parte sin ponerse el cinturón de seguridad. “Es lo primero que hago al subirme a un vehículo y estoy agradecida de Dios por estar bien y por haberme dado una nueva oportunidad en la vida”, dijo Liliana Salazar, una mujer con importancia, el personaje de esta crónica, a quien le gusta la inmediatez de la televisión aunque considera que algún día volverá a escribir en un periódico.

Por lo pronto, señoras y señores, no digamos más. La vida es un soplo…

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Un comentario

  1. Orlando Ramírez.

    12 abril, 2021 at 8:44 pm

    *Por nota sobre Liliana Salazar
    Sobre la nota de Liliana Salazar. Muy completa y amena la misma.
    Orlando Ramírez, Bucaramanga

    Del editor. Se refiere Orlando a la crónica de Williams Viera desde USA sobre la periodista Liliana Salazar, de Win Sports.

    Hincha de Atlético Bucaramanga.
    Bucaramanga.

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