Capsulas de Carreño

El buen ‘Toti’ se ‘Totió’

POR WILLIAMS VIERA, desde USA.

 

 

Cada vez que un colega, un amigo, un compañero o un familiar fallece, salen a relucir apuntes jocosos para espantar la pena y es cuando, sin que nadie lo diga, llega al pensamiento la canción de Alberto Cortez y se tararea, sin que se pronuncie ninguna palabra.

Entonces, en ese momento, se produce el milagro y se repite, en silencio, “cuando un amigo se va/ queda un vacío/ que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo”.

No hace mucho, a pesar de la distancia que es como el viento, conversamos con José Hugo ‘Toti’ Feijóo Ariza y se reía cuando le dijimos que necesitábamos unas fotos para escribir de su trayectoria en el periodismo.

“No hace falta, hermano. El tema sería extenso. Y déjeme que le confiese una cosa: todavía no entiendo nada de cómo se hace periodismo en este tiempo. O quizás es que las cosas cambiaron tanto o los jóvenes que están en los medios les falta la pasión que sentíamos por lo que hacíamos. Ellos están conectados y esperan que les llegue la noticia, nosotros, en cambio, teníamos que ir al lugar de los hechos. Nadie nos podía contar nada. No teníamos ni teléfonos celulares ni Internet. Todo era a pulso”, nos dijo con esa voz que lo caracterizó siempre y que confundía, pero soltó una carcajada de aquellas que no se atrevía cada vez que estaba al frente del micrófono que lo miraba como el ojo de una mosca.

En Occidente

El ‘Toti’ Feijóo fue reportero durante más de 40 años hasta que se jubiló de la radio y de los periódicos. Estuvo en Todelar, en Caracol y en RCN y terminó en el Diario Occidente, durante la época en que el periódico tenía sus instalaciones en la calle 12 de Cali.

“Bueno, José Hugo, ¿con qué vamos a salir mañana?”, le preguntaba Luis Enrique Delgado, director de las páginas deportivas del periódico que era un orgullo de su dueño, Don Modesto Caicedo.

“Tú tranquilo ‘Palito’ Delgado. Ya hice un reportaje, me tomo un café y me siento en la máquina de escribir mientras Julio Romero hace el revelado de las fotos. Oye, ¿dónde están las sábanas de papel?”, era la respuesta del ‘Toti’ Feijóo con su característico tono de voz costeña acorralada que nadie sabía por qué si él era de Cali.

Lo que sí sabíamos era que él llegaba primero a la redacción y empezaba a teclear, en silencio, en modo piano e iba creciendo poco a poco sin que se inmutara para nada con el bullicio de los demás redactores, entre ellos, Alberto Marulanda o Jorge López Tulande, quienes no dejaban de hablar y de reírse de cualquier ocurrencia antes de sentarse a producir las informaciones que tenían que escribir mientras ‘Palito’ Delgado miraba, desde su silla como si fuese un trono, al ‘Toti’ que seguía con el tintineo de la máquina de escribir, una Olivetti, color aguamarina, a la que, curiosamente, nunca se le enredaba la cinta.

Mientras ‘Palito’ hablaba y se reía con la conquista que siempre madrugaba a llamarle, la sabana de papel en la que trabajaba Feijóo se llenaba de letras que conformaban las palabras y éstas en párrafos que componían la nota del día que sería corregida, con un bolígrafo de tinta azul que siempre llevaba el ‘Toti’ en el bolsillo de sus camisas que eran, la mayoría de ocasiones, de color crema.

Las correcciones, valga recordarlo, eran el dolor de cabeza de las muchachas que levantaban los textos de los periodistas en aquella sección que tenían los periódicos y que representaban el ‘pulimento’ de los escritos.

“Por favor, ‘Toti’, ¿qué dice aquí? Esa letra suya, ¡por Dios!”, le decía Amparo Rodríguez, una joven de baja estatura que tenía como característica hacer sonar sus tacones. Con ellos, quiérase o no, le hablaba a la redacción, “aquí estoy. Presten atención”.

‘Toti’ la miraba y luego observaba su letra menudita. Sonreía y le decía: “increíble que usted no entienda mi letra”. Y entonces, sacaba su bolígrafo de la libreta que siempre lo acompañaba y le escribía más grande las palabras.

El connotado reportero si bien entregaba aquellos escritos sin muchas enmendaduras, sí registraba algunos reparos.

“Perdón por el error dactilográfico. Se pegaron las letras de la máquina”, decía.

 

Símbolo de buena suerte…

 

José Hugo Feijóo, q.e.p.d.

Durante la época en que Carlos Bilardo fue técnico del Deportivo Cali, se volvió un buen amigo de José Hugo ‘El Toti’ Feijóo e hizo parte de una cábala.

El estratega azucarero le confiaba aspectos que a otros reporteros no le contaba. Y como buen argentino, Bilardo consideraba que el periodista era como un amuleto de buena suerte para el Cali.

‘El Toti’ tenía que estar en el camerino verdiblanco y salir con el equipo hasta la gramilla mientras los integrantes de ese grupo de jugadores, algunos ingresaban con el pie derecho, se persignaban o tocaban con la mano el césped.

Aquellas historias, las escribía ‘El Toti’ en su libreta que nunca dejaba y que nadie leía debido a la letra diminuta con que anotaba cada relato que escuchaba o de cada acción que veía.

 

La libreta

En Caracol, en la época en que se hacía ‘Buenos Días Deporte’ y ‘Zona de Candela’, ‘El Toti’ Feijóo sorprendía con su libreta y nadie se la podía quitar.

Mario Posso Posso, años después, contaría cuando ‘El Toti’ estaba en RCN.

“Los mejores secretos del fútbol están registrados en la libreta de Feijóo. Por eso, él no la deja en ninguna parte”, dijo Posso Posso.

Sin embargo, un día, nos contó cuando estaba de redactor en Occidente, que había aprendido mucho con Bilardo.

“Una vez el técnico argentino, cuando dirigía a Estudiantes, hizo contratar a un brujo. Fueron campeones y el brujo recibió premio como si hubiese sido uno de los jugadores”, contó Feijóo.

Otra de las cábalas que realizaba el estratega argentino cuando estuvo en el Cali, durante la Copa Libertadores de 1978, fue decirle a sus jugadores que tenían que besar a la novia, a la amante o la esposa antes de llegar a la concentración porque eso era de buena suerte.

Y esos datos estaban en aquella libreta que representaba un misterio para los demás reporteros que buscaban la noticia asistiendo a los entrenamientos del América y del Deportivo Cali cuando los jugadores terminaban su trabajo y quedaban disponibles para las entrevistas en vez de las ruedas de prensa de este tiempo en que uno o dos futbolistas son destinados a hablar de un trabajo que los reporteros, en la mayoría de ocasiones, ni asisten a las canchas porque se los prohíben los técnicos.

El equipo inolvidable del reportero caleño José Hugo Feijóo quien falleció el viernes pasado en Cali. Arriba, de izquierda a derecha: Juancho (el de la trompeta), Augusto López, Oscar López, Jairo Aristizábal, Reynaldo Barco, Fernando Martínez, Luis Horacio Bedoya, Alberto Marulanda, Segundo Ortega Pabón, Mario Desiderio, Toty Feijóo, Bernardo Tobón, Jorge Gallego, Marino Millán. 

Una con Gorayeb

 

José Hugo Feijóo trabajaba en noviembre de 1978 con Caracol y le preguntó al presidente del Deportivo Cali:

“Don Alex, ¿qué piensa de la elección de ‘Pepino’ Sangiovanni como mandatario del América?”.

El directivo caleño miró al ‘Toti’ y, con su acostumbrado sarcasmo, le respondió:

“Mire, viejo, me importa un ‘Pepino’…”.

 

Otra con Bilardo

     Una de las mejores etapas que tuvo ‘El Toti’ Feijóo como reportero se dio cuando estuvo Bilardo como técnico en el Cali.

Y él, justamente, contó un detalle que había pasado intranscendente para los demás.

“Bilardo, en 1978, utilizó siempre una camiseta desteñida por cábala. No se sabía si nueva había sido azul o verde. En ocasiones me preguntaba si la hacía lavar o no… La llevaba puesta desde el primer partido del campeonato y de la Copa Libertadores. Creo que se la quitó el día que perdió, en Buenos Aires, 4-0, con Boca Juniors en la final. Se le veía que sudaba a mares y en ocasiones, porque no podía quitársela, el humor era de perros. Estaba obsesionado con las supersticiones”, nos dijo Feijóo días antes de su fallecimiento y nos aseguró que esa historia estaba escrita, con su letra menudita, en aquella libreta de la que hablaban que contenía secretos en su tiempo de reportero.

El ‘Toti’ ya empezó a ser un recuerdo. Y el título de esta crónica homenaje es similar a una que publicó el diario El Pueblo hace mucho tiempo debido a un accidente que tuvo el amigo que dijo adiós,  pero que en vida enalteció al periodismo. Desde el momento que empezó a ejercerlo, siempre fue un  verdadero reportero. Y lo seguirá haciendo en el momento que trascienda y justo, en el instante que hable con Dios, le hablará con su tono de voz costeña acorralada y le hará, en una suite en el cielo, las preguntas que sean necesarias mientras escribe, en su libreta misteriosa, las palabras del Creador.

“El periodismo, para mí, es una pasión obsesiva. Sin embargo, el periodismo fue un oficio para servir a la humanidad. Hoy en día, el periodismo se convirtió en un modo de vivir con beneficios propios haciéndole daño a alguien”, decía Feijóo.

Entonces, es el momento de elevar una plegaria por su eterno descanso. Adiós al amigo y al colega. Paz en su tumba y nuestro sentido pésame a sus hijos Hammer, José Feijóo Junior y Boris al igual que a su esposa y demás familiares.

Paz en su tumba y que Dios le de el descanso eterno.

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Un comentario

  1. jaime

    9 marzo, 2021 at 10:09 pm

    *Por la crónica de William Viera sobre José Hugo Feijóo
    Excelente crónica, una lástima en lo que se convirtió el periodismo.. y por los mismos equipos que y la Dimayor que imponen el tema de ruedas de prensa y no permiten ingresar a las practicas a los periodistas.
    Jaime ¿apellido?

    Hincha de Tolima

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