Capsulas de Carreño

REINALDO, REY DE REYES. Por Rodrigo Ramírez Restrepo

Rodrigo Ramírez Restrepo
Por Rodrigo Ramírez Restrepo

*Escóndase, profesor, que aquí en Medallo será postulado por todos los paisas como el “antioqueño de oro”.

Reinaldo Rueda Rivera, arquitecto de triunfos resonantes con Nacional como la Copa Libertadores, Copa Sudamericana y tercer lugar Mundial de Clubes. Foto tomada de la página web del Atlético Nacional.

El cielo iluminó a la Junta y a nosotros los hinchas  se nos apareció la Virgen cuando  llegó el   “designado”  Reinaldo Rueda Rivera, “campeón de campeones”.

En el caleño econtramos al salvador que  con su experiencia y señorío nos puso a  disfrutar  de una añorada luna de miel con esa cadena de triunfos y de fútbol vistoso.

Cuenta Nicolás Arismendi en su libro ¡OLÉ,OLÉ,MI NACIONAL¡ que la directiva al contratarlo le recomendó  a Rueda “reconciliar el equipo con el buen fútbol para traer gente al estadio” , filosofía  que él ha cumplido a la perfección.

El profesor asimiló los sueños del club y   en su debut en el primer semestre alcanzó el titulo en la Liga Águila y estampó la estrella número 15 en la bandera verde.

En la Copa Libertadores Nacional fue el único equipo en ganar los cuatro partidos iniciales  con cero goles en contra; dejó regados en el camino a importantes clubes como Sao Paulo, Sporting Cristal, Rosario Central y Peñarol, entre otros; y, por supuesto, a Independiente del Valle en esa emocionante final.

Alcanzó otro récord en los 14 partidos disputados con 10 ganados, 3 empatados y uno perdido. Encuentros ganados   en franca lid, ninguno por penaltis. Hizo 25 goles y recibió  6.

Más de  8.000 hinchas acompañamos  al equipo al estadio de Atahualpa de Quito en esa gloriosa final. Con las camisas  verdes y los cánticos de nuestras barras  silenciamos ese estadio  lleno de hinchas ecuatorianos.

Ya en nuestra ciudad, llegó ese inolvidable  26 de julio cuando todo el país estaba teñido de verde.  El Atanasio Girardot sorprendi ó a los aficionados y televidentes.

Cuando los equipos salían a la cancha apareció, como una coreografía ensayada, una franja con la frase como un mosaico colgado en las graderías  “Gloria Continental”  al lado del escudo del Club.

Todo fue vibrante. Después de tener el corazón a punto de estallar,  sonó el pitazo final. En las tribunas  aparecieron las luces de los celulares, las  bengalas, los canticos y la música del pregón Verde y en el exterior del coliseo  los juegos pirotécnicos y  la celebración de carnaval.

Todo un país coreó el triunfo de  Nacional en medio de lágrimas y abrazos.

Mirábamos a nuestros ídolos levantando y besando la añorada y esquiva Copa Libertadores de América después de 27 años de ayuno. En el centro del campo,  jugadores, directivos y cuerpo técnico  con banderas verdes y banderas del Japón proclamando que este triunfo acreditaba para el equipo la participación en el Mundial de Clubes en Japón.

En medio de ellos   Reinaldo Rueda, el ídolo “Campeón de Campeones” celebrando su triunfo. Felicitaciones, campeón.

Después vendría otra procesión de triunfos en la Copa Sudamericana. Llegamos a esa final en nuestro estadio y todo era entusiasmo y optimismo. Sabíamos que teníamos con que ser campeones, pero el Todopoderoso pensó distinto y ahora todos lloramos la tragedia de  nuestros hermanos  del  Chapecoense.

Llegamos al último peldaño, al sueño de disputar la Copa Mundial de Clubes.  Dimos una demostración de fútbol brillante, rápido, preciso y  sincronizad o como un ballet. Fue el equipo que más opciones de gol creó, incluyendo al Real Madrid según un bullicioso comentarista. Nacional demostró clase y categoría.

Sus seguidores  de todo el mundo quedamos dichosos.  Besos y plausos para los “titanes” hinchas que desafiando el frío  recorrieron las calles de Osaka y Tokio con las banderas verdes entonando los himnos verdolagas,  ante el asombro y la incredulidad de los japoneses que  solo atinaban a abrir sus rasgados ojitos.

Señores de la Junta Directiva: ¡Congratulaciones!  El triunfo empieza por  ustedes y se lo merecen.  No fueron cicateros y fieles a su consigna no escatimaron esfuerzos para contratar  al que todos veíamos como una utopía por sus pergaminos, costos y trayectoria; pero se jugaron las cartas con el profesor Rueda.

Escóndase, profesor, que aquí en Medallo  le vamos a poner alpargatas, poncho,  sombrero y será postulado por todos los paisas como el “antioqueño de oro”, ¡ Que Dios lo bendiga a usted y a su familia!.
(Rodrigo Ramírez Restrepo)

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